Una decena de agricultores de la comarca del Señorío de Molina de Aragón llevan desde el pasado lunes en Catarroja, municipio de unos 30.000 habitantes, a 8 kilómetros de Valencia, y uno de los más afectados por la DANA. El Decano de Guadalajara ha contactado con uno de ellos, Javi Martínez, de la pequeña localidad de Anchuela, que no tiene palabras para describir el devastador escenario que se cierne a sus pies: “Esto es una zona de guerra. Lo estás viendo y no te lo crees”.
La cobertura es mala. El teléfono se corta y tenemos que reanudar la conexión varias veces. De manera entrecortada nos comenta que en un momento deciden que, como agricultores, pueden contribuir con la maquinaria necesaria en estos momentos y la capacidad de manejarla, por lo que a través de un grupo de whatsapp y después de un par de llamadas, se pusieron de acuerdo y, sin más dilación, pusieron rumbo hacia la tragedia.
Eligieron destino por el testimonio de otros agricultores, que se habían desplazado a la zona cero un par de días antes: “Nos dijeron que estaban en Catarroja y que la ayuda hacía mucha falta aquí (...) Alquilamos unas máquinas, porque nos trasmitieron que se necesitaban palas. En mi caso el tractor y la pala no los pude bajar porque los necesitaba mi hermano, ya que tenemos ganado también. Alquilamos una telescópica y una empresa nos dejó una pala cargadora, porque tenían máquinas, pero no maquinistas”, explica justo antes de que la llamada se volviera a cortar.
Durante estos días se están alojando en Puerto de Sagunto, porque la mujer de uno de los agricultores es de allí y les ha ofrecido techo y comida. “Vamos y venimos todos los días y es un caos para entrar. Yo entiendo que tendría que haber un carril para nosotros, pero nos encontramos unos embotellamientos de la leche. Hay días que tenemos media hora de viaje y otros, una hora y media sólo para poder entrar. Lo que vemos es que la Guardia Civil simplemente está para evitar que entre gente que no viene a trabajar”.
Con palabras que la mala conexión enmascara, transmite su sensación de desastre y desorganización. “Somos varios compañeros los que nos vamos turnando y organizando, porque aquí nadie organiza nada. Esto es un sin dios. Pero muy bien, la verdad es que estamos sacando adelante el trabajo”, comenta. Indica que ven efectivos de distintos cuerpos de seguridad, procedentes de diferentes regiones, pero “no hay nadie al volante. Si no te organizas tú, nadie hace el trabajo. El primer día acabé frustrado y pasé muchos nervios, porque la maquinaria estaba rodeada de gente y eso es muy peligroso. Faltaban remolques, faltaban unidades… En ese punto dije, o mañana nos organizamos o nos vamos de aquí, que no hacemos nada, pero ahora sí. Llevamos dos días que nos hemos organizado y va viento en popa”, añade.
En el otro extemo, apunta, se encuentra el dispositivo que ha llegado desde Aragón que “tiene una logística enviadiable. Tienen coordinados a agricultores, bomberos forestales, agentes forestales, sanitarios… Llevan taller móvil y una infraestructura impresionante. Nosotros hoy, pidiéndolo por favor, los de Diputación nos han traído 400 litros de gasoil, pero aparte de eso, no tenemos apoyo de nadie”
La maquinaria que han traído les permite retirar los coches de las calzadas y apilarlos, “porque se han destrozado prácticamente la totalidad de los coches que había en el pueblo, salvo los que estuvieran de viaje fuera. Si estaba aparcado en la calle se lo ha llevado el agua y si estaba en un garaje, se ha inundado (…) No sé los coches que se han apilado: cientos y cientos. Algunos con 600 kilómetros, otro compañero ha perdido su coche con 30 kilómetros, que lo acababa de sacar del concesionario… Hay gente que lo ha perdido todo”. Además, la pala cargadora, los tractores y el resto del maquinaria les permite apartar también todos los escombros, la basura, los restos y el lodo que hay acumulado en la calle. Es tan impresionante la cantidad de lodo y despojos que ha dejado la tromba de agua a su paso que este voluntario no ve el final de los trabajos: “En un año, esto no está terminado, ni por asomo”
Javier Martínez explica que no ha hecho fotos, ni vídeos “porque no me parece correcto”. Comparte con El Decano una instantánea sin personas, de la calle en la que están trabajando “que para hacerse una idea puede valer”. No obstante, describe los rostros de la gente: “Unas caras que te entran ganas de llorar constantemente. Son gente que lo ha perdido todo y que en muchos casos está viva de milagro”.El agricultor de Anchuela valora, teniendo en cuenta lo que está viendo a su alrededor, que en las zonas más altas del pueblo el agua alcanzó los dos metros : “A mucha gente le pilló en el negocio, en un bajo, en un bar, en el restaurante y por suerte están vivos, pero lo han perdido todo”.
El Decano le pregunta por sus sensaciones y Javier Martínez afirma que “todavía no sé ni lo que estoy viendo, porque lo veo y no me lo creo. Ahora mismo no soy capaz de describir ninguna sensación. Me imagino que será distinto cuando llegue a casa y recapacite. Ahora mismo, estamos en tensión todo el día y no te da tiempo ni a pensar”.
Va describiendo las imágenes y los recuerdos que tienen en la cabeza, buscando unas palabras que cuestan: “Llevo tres días viéndolo y no termino de asimilarlo. No me imagino ir a casa. No me imagino el miedo que ha pasado esta gente…”
Todavía no tienen fecha de retorno y de momento pretenden estar allí mientras se sientan útiles y tengan fuerzas: “Estamos pendientes de que cunda el trabajo y que no falten remolques… Se colabora con todo el mundo: Con policías, con bomberos, con todos…” Sin embargo, lamenta que después de tres días no han conseguido ver ni un sólo efectivo, ni maquinaria del ejército.
El Decano también ha contactado con Angel Luis López, agricultor de La Yunta, que se trasladaba el jueves de la semana pasada a Picaña y este martes regresaba con un camión cargado de productos de primera necesidad y material. Nos trasmite que no tiene cobertura en todo el día y en un momento en que logra algo de señal nos dice que está cansado, pero con mucho ánimo. Los primeros días durmió en el coche, pero ahora se traslada a diario a Valencia “porque es necesario descansar un poco y ducharse”.