LA MÁQUINA DEL TIEMPO: "Nos llamaban las chicas del cable"

Publicado por: Marta Perruca
13/02/2025 09:30 AM
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'La Máquina del Tiempo', una sección de El Decano de Guadalajara en la que compartir recuerdos, vivencias y curiosidades de antaño de la capital y los pueblos de la provincia

 

Por Marta Perruca

 

Las llamaban las chicas del cable y no eran las protagonistas de una famosa serie de Netflix, aunque ahora sea todo lo que encontremos cuando tratamos de buscar información a través de Google.

 

Si las nuevas generaciones miran con cierta sospecha aquellos antiguos teléfonos en los marcábamos los números accionando una ruleta con el dedo índice, se quedarían completamente estupefactos si, en el mejor de los casos, tuvieran que llamar en uno de esos primeros 'mamotretos' que se instalaron en los hogares de la provincia de Guadalajara, sin ningún tipo de mecanismo para marcar y con tan sólo el número de teléfono apuntado en el dispositivo.

 


Eran las chicas del cable las que obraban la magia para que las personas pudieran hablar a través de aquellos aparatos, conectando unas clavijas en el lugar que correspondía. Mi madre fue una de aquellas chicas en la oficina de Telefónica de Molina de Aragón, que coloquialmente se conocía como Teléfonos y se encontraba en la Plaza de Tres Palacios.

 


En casa tenemos este testimonio gráfico, una de esas fotografías emblemáticas que no nos cansamos de ver en aquel viejo álbum familiar con imágenes en blanco y negro y hojas amarillentas, separadas por pliegos de papel de seda. Imagino que habrán sido muchos los molineses que hayan identificado a la Pili y al Eugenio (el de la farmacia), al instante. El chaval que se asoma en la ventanilla es uno de mis tíos.

 


Por eso, con la inauguración de esta nueva sección de El Decano de Guadalajara, no he podido evitar rescatar esta historia del baúl de los recuerdos de mi familia: El relato de mi madre que, no sé muy bien si con orgullo o nostalgia, me cuenta una vez más, mientras coge los bajos de un pantalón, entrelazando anécdotas.

 


Aunque la Compañía Telefónica Nacional Española se constituyó el 19 de abril de 1924, en el Partido Judicial de Molina de Aragón, después de la Guerra Civil, la primera central de Telefónica no se instaló hasta el año 1954, prácticamente antes de ayer, y mi abuelo Mariano se quedaba con la concesión, poniendo al servicio del Estado a su mujer y a sus tres hijas.

 


En la España de la Posguerra, cuando no había casi de nada, poner un teléfono en casa no era una cuestión baladí. Dice mi madre que, una vez realizada la solicitud a Telefónica, la cosa podía demorarse años, a no ser que el futuro abonado pudiera proporcionar el cable de cobre.

 


El primer teléfono que se puso en Molina fue gracias a que el alcalde, Paco Checa, le pidió el favor a mi abuelo, que tenía un pariente que trabajaba en la factoría italiana "Pirelli". El cable de cobre se utilizaba en la fabricación de neumáticos y este pariente le proporcionó el necesario para poder poner el teléfono en su fábrica y en el Ayuntamiento. Ese fue, recuerda mi madre, el primero de muchos favores de su tío de la Pirelli, que posibilitó que se pudieran conentar un buen puñado de esos primeros teléfonos.


Las llamadas dentro del partido judicial se gestionaban a través de un panel, donde cada una de las conexiones se correspondía con un abonado. Cuando alguien descolgaba el teléfono para llamar, se encendía la luz del abonado correspondiente y las chicas del cable metían allí la clavija y contestaban al otro lado del teléfono. Entonces, el abonado decía a quien quería llamar y la operadora conectaba otra clavija en el número de ese otro abonado. Por la noche, instalaban una cama plegable cerca de la mesa y activaban el timbre, para que el sonido les despertase si entraba una llamada.

 

Las personas que no tenían teléfono en casa podían llamar desde la central. Se acercaban a la ventanilla y decían a quién querían llamar o solicitaban una conferencia, cuando pretendían contactar fuera del partido judicial y, una vez que tenían la conexión, se metían a hablar a una de las dos cabinas que existían. Las chicas del cable disponían de unos relojes que contaban el tiempo y se cobraba por minutos, bien en efectivo o a cuenta de un teléfono abonado.

 

Esto que puede parecer sencillo, no lo era en absoluto y, todavía menos, si lo medimos dentro de los niveles de paciencia que manejamos hoy en día. No siempre que se descolgaba el teléfono la operadora podía responder al instante, porque era bastante probable que estuviera atendiendo otra llamada al mismo tiempo. "Entonces, tardabas un poquillo y la gente te protestaba", comenta mi madre. Lo que ahora es un contestador automático que dice: “Todas nuestras líneas están ocupadas, por favor, manténgase a la espera”, antes era mi madre o mis tías, las que pedían un poco de paciencia a viva voz."Nosotras contestábamos rápido y si estabas ocupada decías: Un momento, por favor, y te ibas a atender esa otra llamada", explica..

 

A veces tardaban horas en conseguir la conexión y el cliente no tenía otra opción que esperar. Otras, se trabajaba con avisos de conferencia, lo que vendría a ser como una quedada para hablar por teléfono a través de la central. En ese caso, mi madre o mis tía llevaban los avisos al domicilio del interesado, informando de que a tal hora, Fulanito o Menganita les iba a llamar.

 

...Y todo ello sin contar las numerosas averías que ocurrían en la red. 

 

Muchos recordamos todavía los teléfonos de nuestros amigos y familiares, que antes nos sabíamos de memoria, cuando ahora sólo la memoria del móvil los recuerda. En ese momento, cada abonado tenía un número, pero "no se lo sabía nadie", pese a que no tenían más de tres cifras. Entonces, le decían a las chicas del cable: Póngame con mi hermano, con mi madre, o mi primo… y ahí te las apañes. Molina llegó a tener más de 200 abonados y las chicas del cable se sabían una gran parte de memoria y para el resto, tenían el antecedente de las guías telefónicas.

 

"El 1 era el Ayuntamiento; el 2, el Baltanás, el del cine; el tres, el Banco de Aragón, que estaba en el Ayuntamiento; el cuatro, Don Paco; el cinco, el médico, el Charro; el seis, el Moreno; el siete, el tío del Moreno; el ocho, el primo de mi madre, que era médico, Don Mariano Lacalle;  el nueve, el almacén del Vivó; el 25 lo tenía el bar la Granja, que lo llevaban los Sopas; el 45, el Mocambo... Entonces, me los sabía todos y si te llamaban de algún pueblo, para eso teníamos nuestra guía", indaga aquella chica del cable, en los ricones de su memoria. 


Y de igual manera que hoy existen personas que se escudan en el anonimato de las redes sociales para hacer alarde de una total falta de escrúpulos o educación, en aquel momento, tal y como recuerda mi madre, también había quien abusaba de esta circunstancia para faltar al respeto a las chicas del cable, que sostenían estas primeras redes sociales. Nada nuevo bajo el sol.


Cuando se quería pedir una conferencia fuera de los límites del partido judicial, la cosa se ponía todavía más interesante. Las chicas del cable de Molina tenían que contactar con la central  que correspondiera, solicitarla y cuando esta central la tenía, contactaba con la de Molina, con lo que la gestión podría demorarse horas, o incluso días. Entonces se pedían muy pocas conferencias al extranjero, "a lo sumo a Lisboa", comenta , aunque sí eran bastante frecuentes las conferencias a otros lugares de España, al País Vasco, Cataluña, etc., por ejemplo, de aquellos vecinos que llegaron a Molina desde otros lugares de España o de tratantes de ganado. Dependiendo del lugar con el que se quisiera contactar, la ruta era distinta y tenían que llamar a una central o a otra: "Muchas las sacábamos llamando a Orihuela y de allí contactaban con Teruel, Zaragoza y toda esa zona, porque era más rápido, pero si era para Madrid, Valencia, Segoviar, era mejor por Guadalajara", relata.

 

Más tarde, cuando el número de abonados aumentó considerablemente, este sistema se automatizó en parte, con lo que para llamar dentro del partido bastaba con marcar el número de teléfono del abonado, y la función de las chicas del cable se limitó entonces a gestionar las conferencias.

 

Además de atender las llamadas, al menos en Molina, las chicas del cable, es decir, mi madre y mis tías, también tenían que ir a los domicilios de los abonados de la ciudad para cobrar el recibo del teléfono y recogían la recaudación de las centrales de los pueblos de la comarca, en un procedimiento que llamaban la confronta, en el que recopilaban todos los datos, a los que la central de Guadalajara debía dar su conformidad.

 


Mi madre dejó Telefonos a princiopios de los 70, cuando ya había dado a luz a cinco de sus ocho hijos. Mi abuelo siguió algunos años más, hasta que se jubiló y Teléfonos siguió funcionando hasta que, en diciembre de 1978,  se instaló una central automática. 

 

En el blog proyectobotijo.blogspot.com he encontrado el relato del final de aquella oficina de la Plaza de Tres Palacios y la fotografía del último equipo que formó parte de ella, una historia que ya no me corresponde a mí contar.

 

 

Cuando fui a desempolvar la foto que encabeza este artículo para poder meterme en esta máquina del tiempo, mi madre no tardó en recordar: "Nos llamaban las chicas del cable".

 

Si desean participar en esta sección pueden envíar sus recuerdos y fotografías a redaccion@eldecanodeguadalajara.com

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