“¿Qué es el Carnaval, qué los carnavales?, sino más que nada, una forma del latir del cuerpo y del corazón previo a la Cuaresma”, afirmaba el etnógrafo, José Ramón López de los Mozos en su estudio sobre el Carnaval de 2004. Un año más la provincia se disfrazará de carnaval y asistirá a la batalla final entre Don Carnal y Doña Cuaresma y al Entierro de la Sardina y llegará el Miércoles de Ceniza para recordarnos que “polvo somos y en polvo nos convertiremos”.
El Carnaval era para López de los Mozos “el tiempo en el que, a finales del mes de diciembre, justo cuando comienza el ciclo de Navidad, ya en el solsticio del invierno, parece comenzar para algunos el tiempo de lo grotesco con toda su parafernalia”.
Tiene que ver con la naturaleza, con la relación del hombre y el cosmos, con la fecundidad… Ya en la antigua Grecia salían procesiones en cuyo recorrido tenían lugar danzas báquicas y satíricas en honor a Dionisos, para llegar más tarde a la Saturnalia romana con cultos báquicos y la sobreingesta de alcoholes varios que igualan en la embriaguez a ricos y pobres: “Especialmente atractiva es la idea de supervivencia de los rituales de supresión del orden social y de inversión de papeles que se llevaba a cabo en las Saturnales”, comenta Diego Sanz Martínez, en su estudio “Ayuntamientos fingidos en el Señorío de Molina”.
Con la llegada del nuevo año, la provincia acoge una de sus fiestas más populares y ancestrales: Las botargas. El día uno suele salir el Zarragón de Alarilla y la botarga de Humanes, junto con la de los casados de Robledillo de Mohernando. El día 6 la de Razbona y el primer domingo de enero, la botarga y los danzantes de la fiesta del Niño Perdido de Valdenuño Fernández. Enero y febrero son los meses por excelencia de estos personajes rituales de colorido vestuario, apariencia bufonesca y en la mayoría de los casos con un toque granuja, aunque también los hay que salen en los meses estivales como es el caso de la botarga de la Octava del Corpus o los zarragones de Galve de Sorbe.
Su origen “se pierde en la noche de los tiempos”, pero parece ser, según el técnico de Etnografía de la Diputación Provincial, José Antonio Alonso, que estos personajes, “tendrían una relación con rituales de carácter agrario en torno a la fecundidad”. Por ejemplo, la botarga de Arbancón echa a rodar una naranja por la tierra “y López de los Mozos habla de ese gesto como algo que tiene que ver con el contagio de la energía”, dice Alonso. Otras como la de Retiendas lanzan pelusa (una semilla) a la gente.
Los Diablos de Luzón también son personajes del Carnaval, “aunque como tocan tantos aspectos a veces se confunden”, señala José Antonio Alonso. En Luzón los hombres se visten de diablos y las mujeres de mascaritas, y curiosamente esto es lo que ocurre también en Almiruete, donde los hombres se visten de botargas y las mujeres de mascaritas.
En estas fechas de Carnaval se concentra un importante número de botargas. Este sábado, 1 de marzo, salen las Botargas y Mascaritas de Almiruete; el Diablo, Vaquillas y Mascarutas de Luzaga; los Diablos y Mascaritas de Luzón; las Vaquillas de Membrillera; la Vaquilla y "Cencerrá" de Riba de Saelices; los Vaquillones de Robledillo de Mohernando; las Mascaritas y Tío Alhiguí de Salmerón (1ª salida); las Botargas de Valdesaz; los Vaquillones de Villares de Jadraque y las Vaquillas de Zarzuela de Jadraque; el domingo, 2 de marzo, lo hace la Vaquilla de Ribarredonda, el martes, 4 de marzo, tiene lugar la segunda salida de la Botarga de Tórtola de Henares y el 5 de marzo, Miércoles de Ceniza, se celebran los Chocolateros de Cogolludo
La investigadora Roma Riu afirma que el Carnaval se caracteriza por ser “una fiesta del final del invierno y de inicio del ciclo productor de la naturaleza y del hombre”. En ella coinciden, según la antropóloga, una interacción entre el mundo tangible y el Más Allá, de modo que los muertos y antepasados intervienen en el mundo de los vivos. Además, esta interacción entre vivos y muertos requiere de una “purificación individual y colectiva”.
En el Carnaval afirma la investigadora, se produce una inversión del tiempo cotidiano que se materializa en otras inversiones físicas, sociales, por medio del disfraz, la crítica al poder y la liberación de la represión social.
Todos estos elementos confluyen en la fiesta carnavalesca de los Santos Inocentes, de la que tenemos algunos ejemplos en el Señorío de Molina, por ejemplo en Alcoroches, Alustante o Setiles, y en las Candelas de Selas. Son lo que Diego Sanz Martínez denomina “Ayuntamientos Fingidos” , que a pesar de salirse de la fecha habitual, también es una fiesta carnavalesca. La misma Navidad se puede considerar una fiesta carnavalesca según Gaignebet, ya que “el nacimiento del hijo de Dios en un pesebre es un ejemplo espectacular del mundo al revés”.
Los jóvenes toman el poder que les está negado, se disfrazan con capas o casullas, aparecen las ánimas mediante una mención en las casacas o en las habituales misas de difuntos, mientras el fuego o la crítica ejercen su influjo purificador y la carne llama mediante el juego amoroso, entre los chicos y las chicas que alcanzan la madurez.
En Selas, los mozos eligen un Ayuntamiento formado por un alcalde, juez, secretario, y el resto de concejales, los cuales visten capas y sombreros y recogen el mando de las autoridades reales en la víspera del 2 de febrero, con motivo de su Fiesta de las Candelas. Las chicas cocinaban unas tortas que debían ser robadas por los mozos, y ellas tratar de evitarlo. Para ello, hacían unas tortas buenas y otras malas, para lo que usaban esparto o sustituían el azúcar por sal, con la consiguiente lucha fingida entre varones y hembras.
Relata Sanz Martínez que en Alustante, si a un chico le gustaba una chica pagaba a un tercero para que le lavase la cara en la fuente, y ésta tenía que pagar a su vez a los que le lavaron la cara para enterarse de quién la pretendía. Otras veces el lavatorio se hacía por despecho de la chica hacia el chico, a modo de venganza. Los mozos llevan además instrumentos para azotar a los niños y a las chicas llamados “coscorronetas”. El Ayuntamiento fingido viste con casacas rojas ribeteadas en plata o en oro, según la vestimenta actual, y con el cargo bordado a la espalda (alcalde, teniente de alcalde, juez, alguacil, concejal y otros que se perdieron al desaparecer las chaquetillas).
En Setiles también se constituye un Ayuntamiento con la misma indumentaria y cargos que aparecen en Selas, pero en este caso quien se encarga de pegar a los transeúntes es el Diablo, ataviado con traje amarillo con ribetes rojos, con la cara tiznada de negro y cuernos en la frente. Con una espada con la que pega y “encorre” a todo aquel que le increpa diciéndole “Diablo cojo, mete la pata en remojo, que eres más bruto que un cerrojo”.
En Alcoroches, donde también debió existir una fiesta de los Inocentes, todavía se realizan pregones en los que se recogen los eventos más reseñables del año destacando los errores y las torpezas de los vecinos, críticas que eran emitidas por los mozos a quienes les correspondía el cargo de alguaciles.
Y así el año nuevo entierra a ese viejo esqueleto con un reloj de arena y guadaña y nace como un niño sonriente de bucles dorados con las kalendas bajo el brazo. Llega el tiempo de lo grotesco, de la parafernalia, de los excesos. El mundo se vuelve al revés: el rico puede ser pobre, y el pobre rico; mujeres y hombres se confunden; los jóvenes recogen el bastón de mando y el mundo se disfraza y se transforma detrás de una máscara, pero sin dejar de ser lo que es, ya que como cada año, Doña Cuaresma volverá a ganar la batalla a Don Carnal, cuando llegue el Miércoles de Ceniza para recordarnos que “polvo somos y en polvo nos convertiremos”.