Qué hacer con tanta poesía

Publicado por: Asun Perruca
19/03/2025 10:05 AM
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No hace mucho visité una bonita ciudad española y, paseando por la zona universitaria, me encontré con varios puestos, por llamarlos de alguna forma, como el que se muestra en la foto. El top manta de los libros, si no fuera porque el producto que se vende no es de imitación ni falsificado.

 

Impresionaba ver tanta literatura tirada por los suelos y a precio de saldo. Me detuve un momento a mirar los títulos y comprobé que había, sobre todo, clásicos. Montones de libros que probablemente se habían desechado en bibliotecas públicas o en las casas que se desmantelan y que no hacen otra cosa que estorbar. Deshacerse de ellos no es tarea fácil. Quién quiere hoy hacerse cargo de ellos cuando en los hogares falta espacio y afición por la lectura. Y en el mejor de los casos, quién quiere acopiar objetos, casi siempre de un solo uso, que solo sirven para llenarse de polvo cuando se pueden almacenar miles en el reducido espacio de un libro electrónico.

 

Como ya he dicho, vi varios de estos tenderetes, pero en aquel momento nadie los estaba atendiendo. A esa hora de la mañana los responsables seguro que estarían tranquilamente tomando un café sin mucha prisa por regresar al puesto de trabajo, nunca mejor dicho. No sé por qué se me ocurrió la siguiente escena:

 

Un solícito vendedor voceaba su mercancía al más puro estilo mercadillo de los jueves de mi pueblo.

 

- Venga, niña, que me los quitan de las manos - lo de niña estimulaba mi ansia compradora.

- ¿El último, por favor?

- Pues usted misma, ya ve que cola no hay, y eso que hoy los tengo baratos. Uno por cincuenta céntimos y tres por un euro. Más económicos que un par de bragas oiga.

- ¿Y al peso los vende usted?

- Pues también, claro que sí.

- Venga, póngame cuarto y mitad de Cervantes, medio de Agatha Christie, un cuarto de Allan Poe y dos kilos de novelas románticas variadas.

- Aquí tiene. De romántica le he puesto a las Brönte, Alejandro Dumas, algo de Jane Austen, de Víctor Hugo y unas cuantas de Corín Tellado. ¡Y con cada kilo de romántica, un libro de filosofía gratis para mi clienta favorita!

-¡Qué bien, oiga! Pero de Boecio no. Póngame 'Las meditaciones' de Marco Aurelio, que es más cool.

- Venga niña, que me has caído bien. Uno de Marco Aurelio y este de Asimov de regalo, para que tengas algo de ciencia ficción. Y La familia de Pascual Duarte, que a Cela lo mandan mucho leer  en los institutos, te lo dejo a treinta céntimos.

- ¿Y esa caja que tiene ahí apartada?

.- ¡Uy! Eso es todo poesía. Si se anima y se la lleva le regalo los otros y además le doy quince euros. Es que me va a llegar un cargamento de libros de autoayuda y necesito espacio en la furgoneta.

- Pues venga también esa caja de poesía. 

 

Y me iba de allí tan contenta con un montón de libros y quince euros que me daban para pagar el menú del día en el restaurante de la esquina.

 

Entre los garbanzos con bacalao y el lomo a la riojana, y animada con varios tragos del vino de la casa, iba pensando a quién regalar cada ejemplar el próximo día del libro, según los gustos y personalidad de cada cual.

 

Pero la verdad es que... no sabía qué hacer con tanta poesía. Tal vez cuando me trajeran la tarta de queso que había pedido de postre se me ocurriría una buena idea.

 

Asun Perruca. Maestra y escritora

 

 

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