- "Los firmantes, un atajo de casposos de ultraizquierda. Caben todos en una furgoneta y creo que van a alojar en sus casas a los 100 menas que nos obliga a tragar Sanchiflas".
- "Pero qué van a parar la panda de piojosos estos".
- "Unos payasos izurdos".
- "Pues nada, te comes los menas que no quieren acoger los fascistas catalanes, es más, puedes acoger a algunos en tu casa si tienes".
- "Los Españoles no somos racistas, hemos acogido a todo el mundo, gente maravillosa y trabajadora, pero también nos entra lo peor de cada país".
- "Fin de las ayudas inmediato. El que delinca, expulsión en 24 horas. ILEGALIZAR cualquier ONG que se dedique a mercadear con ilegales, cerrar inmediatamente Cruz Roja, nido de parásitos".
Estas frases que acaban de leer son sólo una muestra de todas las que se han posteado esta semana en nuestras redes sociales después de que ofreciésemos una información sobre la concentración contra el racismo que tuvo lugar el miércoles en la capital, convocada por diez asociaciones y partidos políticos de ideología progresista.
Tras ver los comentarios que suscitó la noticia, no cabe duda de que en Guadalajara existe más racismo del que nos gusta reconocer. Una tendencia que se está agudizando.
La capital de la provincia ha sido un lugar tradicionalmente acogedor, en el que apenas se han producido incidentes entre la población inmigrante y la autóctona. Pero, de un tiempo a esta parte, la cosa está tomando un cariz realmente preocupante.
Organizaciones como Accem, muy poco sospechosa de ser ‘de izquierdas’, vienen alertando de una creciente xenofobia alentada fundamentalmente por los discursos de la ultraderecha de Vox, que sabe utilizar el populismo como nadie y azuzar al personal con campañas en redes sociales, dirigidas especialmente a los más jóvenes. Mensajes que, lamentablemente, están calando en la sociedad.
No tenemos que irnos muy lejos para comprobarlo. En Guadalajara, los representantes políticos ultras en el Ayuntamiento, la Diputación Provincial y las Cortes de Castilla-La Mancha no dudan en realizar públicamente comentarios racistas. Hasta tal punto llegaron las cosas, que el Grupo Municipal de Aike en el Ayuntamiento de Guadalajara denunció ante la Policía Nacional a la concejala de Servicios Sociales y Migraciones de la capital, Eva Henche, por ·racismo e incitación al odio" debido a los comentarios xenófobos que realizó en el Pleno del mes de noviembre del año pasado.
El Decano de Guadalajara ha realizado varios reportajes y entrevistas y elaborado informaciones que corroboran el aumento del desprecio al diferente. Personas de distinta etnia que llevan años viviendo y trabajando entre nosotros, que comienzan a detectar tintes de racismo en una población que antes les aceptaba con normalidad. Asociaciones locales y provinciales que trabajan por la inserción de inmigrantes que advierten de que esta tendencia va al alza. Especialmente en lo relativo al acceso a la vivienda, que si ya es difícil para la población local, se convierte en misión imposible para aquellos que tienen otro color de piel u otro acento diferente al nuestro.
Un dato curioso es que este rechazo no es tan evidente en la provincia, especialmente en las zonas más despobladas, donde numerosos inmigrantes conviven y trabajan con los vecinos de numerosos pueblos de forma totalmente normalizada.
Guadalajara no es un paraíso para los inmigrantes. Ni para los ‘con’, ni para los ‘sin papeles’. Es cierto que tampoco es un infierno. Pero no podemos dulcificar la realidad y engañarnos a nosotros mismos. Determinados sectores de la población son racistas y es cada vez más común escuchar discursos de odio y rechazo en las tertulias de los bares, la cola del súper, en lugares de ocio o en reuniones familiares.
En cuántas ocasiones hemos oído aquello de "Yo no soy racista, pero...".
Y es precisamente ese ‘pero’ el que debería hacernos reflexionar.