El CD Guadalajara cierra el curso con una derrota inesperada ante el Moscardó en un Pedro Escartín lleno de emoción y gratitud hacia un equipo que ha devuelto el orgullo a toda una ciudad
Hay derrotas que no duelen. O que, aun doliendo, no empañan lo vivido. El Club Deportivo Guadalajara cayó por 2-3 ante un angustiado CD Moscardó en el último partido de una temporada que ya es historia del club. El resultado, sorprendente e injusto, no cambia nada: el Dépor es campeón del Grupo V de Tercera RFEF, ha protagonizado una campaña impecable y ha logrado lo más difícil de todo: volver a enamorar a Guadalajara.
El partido comenzó con un susto que heló el alma del Escartín. Pablo Sanz, uno de los guerreros de la casa, caía lesionado en los primeros minutos y se marchaba en camilla, entre lágrimas y la ovación de su gente. El equipo, lejos de venirse abajo, respondió con temple y determinación, adentrándose en una segunda mitad en la que David Amigo abrió el marcador y, poco después, Manu Ramírez hacía el segundo en una jugada coral que resumía la filosofía de este grupo: trabajo, solidaridad y talento.
Minuto 72 y el electrónica reflejaba un 2-0 acompañado de un ambiente festivo en la grada. Todo parecía encaminado a una despedida feliz, pero el fútbol tiene sus propias leyes. Dos expulsiones, que tuvieron a Ablanque, quien forzó un penalti, y a Christian como protagonistas, dejaron al Dépor con nueve. El Moscardó se jugaba la vida y supo aprovechar su oportunidad. En cuestión de minutos, los visitantes empataron y en el último suspiro, concretamente en el 97, lograron el tanto que les daba la permanencia definitiva. El Escartín enmudeció... pero solo por un instante.
Porque cuando el árbitro pitó el final, los aplausos estallaron. No por el resultado, sino por todo lo demás. Por el viaje, por la entrega, por los domingos llenos de ilusión y por un equipo que ha devuelto al escudo del Dépor el lugar que merece. Zarco, tocado físicamente, acabó el partido sobre el campo, como símbolo de este grupo que no se rinde nunca. Un grupo que ha sabido construir algo mucho más importante que una victoria: una identidad.
El Deportivo Guadalajara ha firmado una temporada inolvidable. Y aunque el último capítulo tuvo un desenlace inesperado, que le privó de terminar el curso invicto como local, el libro que ha escrito este equipo ya está grabado en la memoria de la afición. Ahora toca mirar al futuro, con la certeza de que lo mejor está por venir. Porque cuando un equipo conecta con su gente, ya ha ganado mucho más que una liga.
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