OPINIÓN. 'Nos hemos cargado a Elon Musk', nuevo artículo de opinión del escritor Rafael Cabanillas Saldaña

Publicado por: Rafael Cabanillas
08/05/2025 10:23 AM
Reprods.: 475

Sin desmerecer ni renunciar a los métodos de lucha y protesta tradicionales, de los que se burlan en la actualidad muchos de los amorfos beneficiarios de los logros como si les hubieran caído regalados del cielo  -huelgas, manifestaciones, encierros, recogida de firmas, denuncias, escritos-, habrá que reconocer que, en esta ocasión, darles donde más les duele, ha sido absolutamente eficaz y rápido.

 

¿Y dónde les duele a los ricos? ¡En el bolsillo! Y si eres el hombre más rico del mundo, te duele mucho más. ¡Así nos hemos cargado a Elon Musk! Siguiendo sus propias enseñanzas de cómo amasar una fortuna, sin miramientos ni escrúpulos, aunque en su infancia mamara del negocio de su padre y su mina de esmeraldas en Sudáfrica. ¡Imagínate! ¡Todo por la pasta! Nosotros al contrario, tal que hormiguitas: abriéndole un agujero en la faltriquera por donde se le escapan los caudales. A raudales. A mansalva. Su crédito y su fortuna, su ego y su endiosamiento, tirados por el suelo. ¡Enhorabuena, muchacho, te lo has ganado a pulso! Tú solito.

 

El primer agradecimiento es para aquel ciudadano inglés, dueño de un coche Tesla, que tras indignarse y avergonzarse del comportamiento de Elon Musk, puso bien visible en su coche: "Lo siento. Compré este coche antes de que Elon se volviera loco. Ahora me arrepiento". Un escrito que pronto se convirtió en pegatina –-incluso se vende en Amazon- que se iba adhiriendo poco a poco a los coches Tesla del planeta. Después, casualmente, ardieron varios en Estados Unidos. ¡Qué mala suerte, Elon! Incluso alguno explotó en el garaje, provocando un incendio.  No se sabe a ciencia cierta si por la batería o por la fuerza concentrada en el deseo de millones de seres humanos afectados por sus dañinas decisiones, suyas y las de su jefe.

 

Porque son muchos los damnificados. Muchos los que deseaban fervientemente su fracaso, que ahora se vive como un alivio. Por ejemplo: los alemanes al ver que Elon Musk pedía el voto para el partido tan cercano a ciertas ideas neonazis, Alternativa para Alemania, a unas semanas de las elecciones. Igual que  ha dado su apoyo a otros partidos de  ideas similares.

 

Los usuarios de Twitter -me gusta seguir llamándolo Twitter, por fastidiar a este tipo-  que han visto cómo la plataforma que adquirió por 44.000 millones de dólares (hoy vale apenas la mitad) se ha convertido en un altavoz de la ideología de extrema derecha, llena de bulos, mentiras e incitación al odio.

 

Los seres humanos de buena voluntad que vieron cómo al acabar un mitin se despedía con el símbolo fascista del brazo en alto. ¡Qué machote! Todos los trabajadores públicos de Estados Unidos despedidos arbitrariamente por él, con su DOGE y su equipo de jóvenes imberbes, sin corazón ni alma, pero sí con una firme convicción persecutoria para acabar con lo público y ser sustituido por lo privado. Preferentemente manejado después por sus empresas o las de sus compañeros multimillonarios. Yo que él, pondría en su despacho, enmarcada a lo bestia, la foto con su admirado Milei regalándole la motosierra.

 

 

Deseo también compartido por  millones de afectados en los países más pobres del planeta a los que Elon Musk ha cortado la ayuda anulando los programas de cooperación al desarrollo y a la salud. Cerrando de un portazo la agencia Usaid, el mayor donante de ayuda humanitaria del mundo, con esta lindeza: "Es un balón de gusanos. Hay que deshacerse de todo". Ooolé con tu vocabulario. Luego vas… y te quejas.

 

A ver, piensa: ¿Qué es más grave, pintarrajear un Tesla o la muerte de un niño por la falta de vacunas? ¿Que exploten todos los Tesla del planeta o que la falta de semillas y construcción de unos pozos ya comprometidos provoque una hambruna?

 

Es triste reconocer que para esta gente que hace gala de su inhumanidad -vuelve otra vez la vista a Gaza, a riesgo de que el dolor y la injusticia de ese exterminio te arranquen los ojos-, todas nuestras manifestaciones y protestas, no solo no les afectan, sino que se crecen con ellas. Por eso, en contraste, es una inmensa alegría haber descubierto la tecla, la clave, de la lucha contra ellos: el dinero. Con mayor satisfacción si cabe, en la personificación del primer caído: Elon Musk. Un gozo inenarrable, un orgasmo sideral, al leer la noticia de que se despide y lo deja. ¡Coño, que se va, que ya no aguanta más! Que abandona la política para volver a dedicarse íntegramente a sus empresas, especialmente a Tesla, ante las multimillonarias pérdidas. Una exigencia de los miembros de los consejos de administración, al comprobar que las ventas y las acciones caían de manera sorprendente en unos meses. Los meses que ha dedicado a la política.

 

Una victoria nuestra, de la sociedad civil en su conjunto que, en un acto tan sencillo -una sola gota no es nada, pero unida a otras forman los océanos- como abandonar Twitter o poner una pegatina en un coche, revoluciona el mundo. Hemos derrotado a Elon Musk, colega. Al símbolo de toda esa ideología que está poniendo en riesgo nuestra civilización, con la negación o la reversión de los valores democráticos, de nuestro sistema de derechos y deberes elementales, basados en la libertad, la igualdad y la solidaridad entre los seres humanos. Justo lo contrario a su ideario asentado en el dinero, en la ley del más fuerte, en la desigualdad, la deshumanización y la persecución de los más débiles.

 

Si lo que quieren es el gobierno del dinero,  les vamos a demostrar que la fuerza está en nuestras manos como consumidores. Y que nuestra decisión responsable de no consumir los productos que les hacen ricos, puede acabar con su riqueza. Ya que es el único lenguaje que entienden, fuera de argumentos y razones. ¡Vamos a por ellos! No creo que para ti, como consumidor, suponga un gran sacrificio, comprar un producto u otro.

 

Sería muy conveniente, como prioridad ante el genocidio de Palestina, dejar de comprar los fabricados en Israel. Lo venimos haciendo desde hace meses muchos ciudadanos. Son los que llevan el código de barras 729. Para que, cuando bajen las ventas y lleguen las pérdidas, los empresarios y trabajadores exijan a Netanyahu que pare la matanza y que abandone la disparatada idea de 'conquistar'  -menuda mierda de conquista, de un ejército contra mujeres, ancianos y niños, tras la destrucción plena- Gaza, para expulsar a los palestinos y convertirla en un resort turístico, idea y patrocinio del iluminado de pelo anaranjado.

 

 

Un boicot ciudadano ante la pasividad y el silencio cómplice de nuestros gobernantes. Especialmente de Europa. O del colaboracionismo del Ministerio del Interior español comprando 15 millones de balas a Israel por valor de 6,6 millones de euros. Operación que se habría ejecutado de no haber sido denunciada por un periodista. Paralizada, por saber bien dónde estamos cada uno, a pesar de que el PP denunciará ante el Tribunal de Cuentas la rescisión de ese contrato. Que no se nos olvide, y es fácil pues ni los medios ni las teles nos lo recuerdan nunca, que la Corte Penal Internacional ordenó hace meses la detención de  Benjamín Netanyahu por crímenes de guerra y de lesa humanidad. ¿Y mira cómo estamos? ¡Peor cada día!

 

Aunque, para finalizar, lo verdaderamente importante y aleccionador de esta historia es que tú y tú y tú, nosotros, los ciudadanos que vivimos acosados por estos depredadores y con tanto miedo al futuro, nuestro y de nuestros hijos, interioricemos el poder, la fortaleza, que tenemos si nos unimos. Un poder gigantesco, mucho mayor que el suyo. A pesar de la obscenidad de su riqueza. El poder de un humilde gesto tuyo, sencillo, pero valiente, solidario y comprometido, para cambiar el rumbo, injusto y alocado, del planeta. Una deriva que vamos a parar, igual que hemos echado a Elon Musk.

 

Rafael Cabanillas Saldaña. Escritor. Autor DE ‘Quercus’, ‘Enjambre’ Y ‘Valhondo’.

 

Vídeos de la noticia

Imágenes de la noticia

Categorías:
Tags:
Powered by WebTV Solutions