Soledad, aislamiento e incomprensión son las trabas a las que se enfrenta el colectivo en la provincia, donde el municipio de Campillo de Ranas -primero de España en celebrar matrimonios igualitarios- se convierte en un oasis de tolerancia
Hoy sábado se conmemora el Día Internacional del Orgullo LGTBIQ+, una jornada de visibilización, sensibilización, reivindicación y celebración por los derechos conseguidos por el colectivo desde 1970, fecha que marcó el inicio de un movimiento que se ha convertido en mundial.
Sin embargo, a pesar de que han pasado más de cinco décadas de lucha y de que se han logrado muchos avances sociales y legislativos en España, a día de hoy, amar diferente continúa siendo un reto, especialmente en el mundo rural.
En una provincia salpicada por 288 municipios -muchos de ellos de escasa población- El Decano de Guadalajara ha pulsado la opinión del colectivo sobre cómo viven y cómo se sienten en esos entornos rurales que, en demasiadas ocasiones, son hostiles con el ‘diferente’.
Fiorella Sánchez Quesada, presidenta de la Asociación Wado LGTBI+ en Castilla-La Mancha, entidad que desde hace 16 años se ha convertido en referente en la defensa del colectivo en la región y en la provincia, nos cuenta los problemas con los que se encuentran cada día estas personas.
"En el mundo rural de Guadalajara es complicado vivir con libertad tu vida afectivo sexual. Primero, por los prejuicios de los mismos pueblos. No hay asociaciones que se dediquen a fomentar la diversidad y hay muchas personas del colectivo que se sienten discriminadas y para ellas es muy difícil porque te tienes que enfrentar a una sociedad que no está preparada para ver un cambio tan radical".
Fiorella asegura que, si bien se ha avanzado bastante con el Servicio Integral de Atención que ofrece Wado, todavía queda mucho camino por recorrer. "Hay ayuntamientos que solamente cuentan el 28 de junio- Día del Orgullo- como un día central, pero no realizan actividades de diversidad como tal los 365 días del año, cuando hay personas que necesitan apoyo psicológico, moral y contención porque están desorientadas".
Los principales problemas que padecen se dan a nivel psicológico y moral al sentirse atrapados para desarrollar su vida libremente como el resto de vecinos: "Mentalmente muchas de las personas sufren ataques de pánico, ansiedad, depresión. Es muy delicado. Hay gente que lo puede manejar, pero la gran mayoría no y se ven solos y vulnerables", afirma.
Esta situación les lleva a esconder su realidad y a huir a las grandes ciudades: “No lo dicen abiertamente. Hay que tener mucha valentía para salir y decir soy gay o lesbiana. Y muchos se ven obligados a lo que llamamos el ‘sexilio’. Se van a las zonas urbanas donde se puedan realizar y sentirse libres porque en el mundo rural se sienten muy agobiados, muy angustiados y no tienen las facilidades que hay en las grandes ciudades".
Y si para un adulto es complicado, todo se vuelve más difícil en una etapa tan complicada como la adolescencia. "No tienen apoyo y se ven desprotegidos. No tienen dónde ir, ni a quién consultar y muchas veces las propias familias los rechazan, no tienen ningún tipo de respaldo y es muy triste”.
Desde Wado se apela al apoyo institucional y al fomento de políticas de diversidad a través de los ayuntamientos: "Muchas veces los ayuntamientos desconocen de políticas LGTBI o de diversidad. La solución para que comience a normalizarse la diversidad en la Guadalajara rural pasa por apoyar a esta gente. Si vives en un pueblo y tu ayuntamiento no te respalda, tienes que huir porque no tienes el apoyo de nadie".
Respecto a las corrientes de LGTBIfobia, Fiorella Sánchez asegura que en Guadalajara no es un problema. De momento. "Hemos avanzado mucho. Siempre hay algo de rechazo y existe gente que no está de acuerdo y te lo hace notar", señala. No obstante, expone su temor ante los crecientes discursos de odio hacia las personas que aman diferente, especialmente por parte de la ultraderecha. ·"Estamos viviendo un retroceso con la ola de la ultraderecha que nos quiere silenciar, callarnos y devolvernos al armario".
Para Wado es esencial el fomento del asociacionismo en los pueblos de Guadalajara, de forma que las asociaciones sirvan de referencia a estas personas y les ofrezcan ayuda a todos los niveles.
En este sentido, cabe destacar que hace un mes se creó en el municipio de Yebra la primera Asociación LGTBI, Yebra en colores, que celebró su particular Orgullo el pasado 7 de junio con el objetivo de visibilizar la diversidad LGTBIQ+ en el entorno rural. "Este evento no es solo una fiesta: es una declaración de intenciones. Porque el mundo rural también existe, también siente, también ama en plural. Porque la igualdad y el respeto no deberían depender del código postal", se afirma desde la Asociación.
Recuerdan además que las personas LGTBIQ+ “han crecido en silencio en entornos rurales, sintiéndose solas o invisibles. Este Orgullo quiere romper con eso. Quiere que nadie tenga que marcharse para ser quien es. Quiere mostrar que los pueblos también pueden ser espacios seguros, libres y abiertos".
Si ser gay, lesbiana o cualquier otra tendencia del amplio espectro de opciones dentro del movimiento LGTBIQ+ es todo un reto en los pueblos de la provincia, vivir la transexualidad es un capítulo aparte ya que, si cabe, se trata de las personas más vulnerables. Y más, en un municipio donde todos se conocen y todos saben de todos.
El Decano ha charlado con un joven de 27 años que vivió todo el proceso en una pequeña localidad de la provincia. Es uno de esos pocos ejemplos de persona valiente que decidió seguir adelante para cambiar su sexo de nacimiento por aquel que realmente le correspondía y con el que, hoy por hoy, se siente libre y aceptado.
Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. De hecho, prefiere no dar su nombre, ni el de su pueblo por algunas heridas que aún continúan abiertas.
Reconoce que los peores momentos los vivió en su adolescencia. "Yo vestía con ropa muy masculina. Sentí desprecio y tuve que soportar insultos y algo de bullying. Aunque pensaba, yo soy así, qué le voy a hacer, y no me dejaba, me rebelaba y me costó más de un disgusto".
A los 17 años comenzó a hormonarse después de vivir la transformación de un conocido. "Yo no estaba bien mentalmente y al ver su proceso pensé que a lo mejor lo que yo tenía era un problema. Me dije, no puedo vivir encerrado por miedo. Tenía un lío tremendo en la cabeza pero sentía que había que intentar salir de ahí y exteriorizarlo".
Reconoce que el momento en que se lo comunicó a su familia fue duro. Sin embargo, no se sintió rechazado: "No respondieron mal. Yo creo que es más el miedo que te creas tú mismo porque en el momento de contarlo no fue para tanto".
Pasó por la consulta de tres psicólogos con los que no tuvo buenas experiencias, por lo que decidió salir adelante con el respaldo de quienes más les querían y le apoyaban.
A día de hoy, con su actual aspecto, se siente bien consigo mismo y muy aceptado en el pueblo. Cuenta con el apoyo de su familia y de sus amigos y aunque aún hay quien le llama por su antiguo nombre de mujer y todavía escucha algún comentario despectivo “que no tengo en cuenta”, asegura que fue la mejor decisión que pudo tomar: "Me llevo bien con la gente, conservo mis amigos de siempre y vivo de esta manera en el pueblo porque es lo que quiero y siento".
Lanza un mensaje de aliento a quienes están pasando por su misma situación y no se sienten con la fuerza que él tuvo para tomar la decisión de ser quien quería ser: ·"Si hay alguien que tenga miedo, que no haya salido del armario, le diría que ese miedo sólo está en su cabeza. No hay que tener miedo ni dejarse llevar por la gente que no te acepta, porque si no, no vives".
En el lado totalmente opuesto, existe un lugar en Guadalajara, en pleno corazón de los Pueblos Negros, en la Sierra Norte que, con poco más de 150 habitantes, se ha convertido por méritos propios en un verdadero oasis de diversidad, libertad, visibilidad y tolerancia.
Se trata de Campillo de Ranas, que se convirtió en el primer municipio de la región en celebrar matrimonios igualitarios cuando, hace ahora 20 años, se aprobó en España la Ley que permite las uniones entre personas del mismo sexo.
Paco Maroto, alcalde socialista de la localidad, destacado para El Decano que esa realidad que se vive en otros pueblos de la provincia por parte de personas LGTBI no se corresponde con el suyo: "Yo vivo en un mundo rural donde la discriminación, hoy por hoy, no existe. En Campillo de Ranas no tenemos ese problema. Se distingue por ser un pueblo de tolerancia gracias al trabajo de muchos años. Para mí es muy importante la visibilidad. Si tu alcalde es gay y ves que trabaja por su pueblo y es un vecino más en la comunidad, la sexualidad queda al margen y siempre eres un buen ejemplo".
Por ello, pone el acento en la necesidad de empezar por uno mismo a la hora de visibilizar: "Esto es una lucha en la que los primeros que nos lo tenemos que currar somos los gays. Si el miedo a salir del armario y a hacer daño a tu familia hace que reacciones de forma hetero en el pueblo o que te vayas porque así puedes ser más libre en Madrid en vez de en el mundo rural, esto hace que eso nunca avances. Los primeros que tenemos que ser visibles somos nosotros", afirma rotundo.
Añade que "la diferencia entre los pueblos y el mundo urbano es que somos sociedades más pequeñas y todo el mundo se conoce y todo es más evidente. Campillo es hoy lo que es porque le hemos dado esa visibilidad y hemos visto que hay que tener tolerancia. En esta lucha hay que ser muy militantes y no esconder nada".
En este sentido, lanza la voz de alerta ante las nuevas corrientes ideológicas que fomentan la discriminación y la invisibilización de las personas LGTBI: "Yo creo que los progresistas de este país tenemos que mirar hacia atrás y realizar autocrítica porque no hemos hecho bien los deberes y nos hemos relajado”. Recuerda que "los derechos que están no son para toda la vida, sino que son retroactivos y depende de quién gobierne o no habrá más o menos derechos".
Se lamenta de que los más jóvenes “no han vivido la represión que hemos vivido los demás, se piensan que todo se da por hecho y no se puede bajar la guardia en ningún momento".
Por ello considera que es importante la educación en diversidad en las escuelas y continuar en alerta y reivindicando para no retroceder en los derechos conseguidos: "En mi generación nos agrupábamos para todo: la objeción de conciencia, el feminismo,... y hoy no. Se da por hecho todo y como salgo a la calle agarrado de la mano y nadie me dice nada, para qué voy a estar en un colectivo, para qué voy a ir a una manifestación si esto no va conmigo, para qué voy a ir a votar si es domingo y ayer salí de fiesta, si todos son iguales. Y ese es el discurso que cala hoy. Tenemos que ver las orejas al lobo para ver lo que viene. Los ejemplos de populismo e intolerancia como los que estamos viendo en Estados Unidos están ahí ya y eso va a venir. Así que habrá que espabilar", afirma.
Paco Maroto habla con conocimiento de causa de lo mucho que ha costado avanzar en este sentido en nuestra provincia y nuestro país. Es uno de los activistas históricos del movimiento LGTBI en España.
De hecho, puso en el mapa Campillo de Ranas por ser uno de los pocos alcaldes que se ofreció para oficiar matrimonios igualitarios cuando se aprobó la Ley española por parte del PSOE hace ahora 20 años: "El tema de las bodas realmente se inició cuando, como militante, dije que iba a casar cuando otros alcaldes de España decían que iban a objetar. A partir de ahí se creó un boom mediático y nos dimos a conocer. Al principio había muchas parejas en espera durante años para poder casarse y hubo un aluvión de bodas por ser tan significativos".
Paco Maroto asegura que el matrimonio igualitario "ha supuesto un orgullo nacional de situarnos a nivel mundial en un puesto que nunca habíamos tenido: el de la igualdad en todos los sentidos. España fue vanguardista en Europa y en el mundo y fue un orgullo porque durante muchos años fue una reivindicación del movimiento gay que nos dio los mismos derechos que al resto de familias”.
Unos derechos que antes les eran negados por el hecho de ser parejas del mismo sexo: "En la pandemia del VIH yo viví experiencias de personas que perdieron a sus parejas y ni siquiera pudieron ir a verlos a los hospitales porque no tenían derecho o porque sus padres y sus familiares no les admitían. Todo esto se lo cargó la Ley de Matrimonio Igualitario porque empiezas a ser una familia. Ha sido un avance enorme que pese a que estuvo en el Tribunal Constitucional porque el Partido Popular recurrió, se nos dio la razón y hoy por hoy está en total normalidad".
Desde hace once años se han celebrado alrededor de 200 matrimonios igualitarios en el municipio. El alcalde asegura que, hoy por hoy, son mayoría las parejas heterosexuales que eligen Campillo de Ranas para casarse: "Antes, entre el 50% y el 60% de las bodas eran entre personas del mismo sexo. Hoy en día tan sólo suponen entre el 8 y el 9%”, afirma Maroto.
Añade que esta tendencia ha cambiado porque el pueblo se ha posicionado como un lugar idílico para este tipo de celebraciones: “Primero porque es un lugar super bonito y después porque la hostelería está preparada para que toda esa afluencia de gente pueda estar bien atendida”.
Esto ha propiciado el crecimiento económico del municipio, en el que existen 19 casas rurales, cuatro restaurantes, un albergue y un buen numero de establecimientos de hostelería: "Se ha creado una línea de negocio de la cual vivimos muchos. En Campillo de Ranas el turismo se paraba en mayo y no se iniciaba hasta la fiesta de El Pilar del 12 de octubre. El hueco que han llenado las bodas de verano ha provocado que hoy este municipio sea tan próspero", concluye el alcalde.