OPINIÓN. Adiós, agosto de fuego, sangre y odio

Publicado por: Rafael Cabanillas
02/09/2025 02:11 PM
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10 de agosto de 2025, plaza de toros de Socuéllamos (Ciudad Real), fiestas en honor del Santísimo Cristo de la Vega. 7 en punto de la tarde. 41 grados. El aire se hace irrespirable. Pues ya no es aire. Es una mezcla de humo, pavesas y desesperación por la piel de toro que arde. Se quema España porque hasta con el fuego y la muerte, la (extrema) derecha hace caja con su cártel de empresas antillamas.

 

Un sol redondo, inflamable, se mete en el coso hasta incendiarlo, mientras el ruedo ruge cuando el albero se tiñe de sangre. Borbotones de sangre que chorrean por los ijares, porque en el tercio de varas al picador se le fue la mano con el rejo y el ansia. 

 

Después, el matador mete el pico de la muleta en su bocín, abajo, junto a la tierra carmesí, empapada y brillante, para que humille y entregue, obediente y agónico, su cerviz. Entonces mira al público pidiendo silencio y eleva el estoque al cielo, cuyo destello ciega las miradas y mata los anhelos. La plaza enmudece. Una mujer con mantilla, toda vestida de negro, se tapa los ojos porque "no quiere verlo". De pronto, en el mutismo sepulcral, un descerebrado se pone en pie y vocifera: "¡Mátalo como si fuera Pedro Sánchez!".

 

 "De aquellos polvos, estos lodos", dice la expresión popular para explicar que los problemas actuales son la consecuencia de no haber abordado la solución en su momento. Cuando eran fácilmente solucionables eliminando ese polvo, y no ahora, que se ha convertido en fango pantanoso.

 

Que la ministra de Igualdad, Irene Montero, el vicepresidente, Pablo Iglesias, y sus hijos, fueran acosados de manera inhumana durante un año en la puerta de su casa por unos energúmenos, mientras el presidente del Gobierno y sus compañeros/as ministros miraban para otro lado, estaba cantado que tendría consecuencias a corto plazo. Pues la inacción de las autoridades sirvió para empoderar a los salvajes, regalándoles gasolina. Tal y como hacen también algunos jueces pirómanos y colaboracionistas.

 

No cortar en 'seco', no limpiar ese asfixiante polvo, sabíamos que traería, con la llegada de la lluvia tóxica (Vox), estos lodos. Cortar siempre con medidas legales, por supuesto, pero también legítimas: ¿Se puede amparar el discurso nazi o de odio en la libertad de expresión? ¡No!

 

Que se permitiera iniciar e instruir durante años, 29 procesos judiciales -no 1, ni 2, ni 3, sino 29- contra líderes de Podemos, TODOS ARCHIVADOS Y SIN ABRIR UN SOLO EXPEDIENTE JUDICIAL POR PREVARICACIÓN, así como una persecución política, policial y mediática desde las cloacas del Estado, sin que sus compañeros de Gobierno movieran un dedo para pararlo, era una premonición de lo que sucedería más tarde. ¿Por qué? Pues porque el fascismo es una hidra de mil cabezas que si no se elimina de manera radical, crece y crece y no para de reproducirse. Los libros de historia lo explican reiteradamente. ¡Léanlos!

 

Pero no interesó. Algunos incluso, con su visión cortoplacista, se alegraron. Y pasó como en el poema de Niemöller, atribuido erróneamente a Bertolt Brecht: Primero fueron a por Podemos hasta que se los cargaron, pero como no éramos de ellos, miramos para otro lado. Luego vinieron a por el PSOE, a por su presidente y sus familiares, pero, cuando quisimos reaccionar, ya fue demasiado tarde.

 

11 de agosto de 2025. Plaza de toros de Huesca. Fiestas en honor de San Lorenzo, santo y mártir oscense, quemado en Roma en una parrilla en el 258, igual que ahora se abrasa el monte, el alma y la decencia de los españoles. Cada estocada, cada toro torturado en esas fiestas, son una puñalada en el corazón de España.

 

Tras una faena de aliño, aunque con lucido final en la suerte 'suprema', el torero Manuel Escribano, feliz y orgulloso, ondea ante el público que grita enfervorecido, igual que en el circo romano al ver a San Lorenzo achicharrado, una enorme bandera de España en la que se ha escrito a gran tamaño: "SÁNCHEZ A PRISIÓN". 

 

Previamente, en el balcón del Ayuntamiento, la concejala de Festejos es interrumpida por una multitud que corea como fieras rabiosas: "¡Pedro Sánchez, hijo de puta!". Mientras el consejero de Fomento, Vivienda, Logística y Cohesión Territorial  de Aragón (¡cuántos cargos para ser tan mezquino!), Octavio López, le dice: "Déjales, déjales, que están contra Pedro Sánchez".

 

Ante esta situación explosiva y ardorosa que estamos padeciendo los ciudadanos de buen corazón (primero queman el monte, luego nos quemarán a nosotros, igual que ya acosan y agreden a periodistas), creo que el ministro del Interior tiene una gran responsabilidad por dejación de funciones. Por quedarse de brazos cruzados, a no ser que se trate de una manifestación en Valencia contra Mazón o en los astilleros de Cádiz adonde llevan hasta tanquetas. Con qué rapidez y facilidad se detiene a sindicalistas y cuántos abrazos y casi nulas detenciones en Torre Pacheco, ciudad a la que acuden con bates a apalear personas.

 

A mí este ministro nunca me gustó. Un juez que había conseguido una vocalía del CGPJ a propuesta del PP, que defendió, ni más ni menos, que a Concepción Espejel – "Llámame Concha", le decía a la Cospedal -al ser apartada de la Gürtel-; o su polémica decisión de archivar la causa del Yak-42, eran un combustible bastante peligroso para un nombramiento ministerial.

 

Qué manía la de los dirigentes del PSOE, de contentar y contemporizar con todo el mundo -hasta con Albert Rivera-, como queriendo demostrar que no son de izquierdas, sino 'abiertos' a otras ideas de amplio espectro medicinal. Estrategia -milonga- electoralista por la que te nombran ministro del Interior a un juez de derechas o a una ministra de Defensa, más de derechas todavía.

 

Con los sucesos de Melilla, con todos esos cadáveres amontonados en el suelo, una imagen espeluznante, inaceptable en todos los sentidos por atentar contra la integridad moral y los derechos humanos, este ministro debió ser cesado.

 

Markaska, que manda en la Policía y la Guardia Civil, tenía que haber cortado lo de Irene Montero y Pablo Iglesias, sancionando desde el Ministerio y expulsando a los miembros de la policía patriótica. Como debería haber cortado la quema y apaleamiento en público de aquel muñeco imitación Pedro Sánchez. Marlaska no debería haber permitido que con nuestro dinero se pague a Desokupa para formar a los policías españoles. Una aberración incompatible. Nauseabunda. Con ver una de sus lonas… basta. Más bien debería empeñarse en formar a los policías en los valores democráticos y éticos, estudiando la historia y a los grandes líderes de la política y el humanismo, para que en la Policía no entren ni quepan fanáticos fascistoides, ni jamás puedan crearse 'policías patrióticas' herederas del franquismo.

 

Igual que los agentes de la Benemérita, presentes en la plaza de toros de Socuéllamos, tenían que haber detenido al monstruo que gritó eso y llevarlo ante la justicia por un delito de amenazas y odio. Como deberían denunciar y desmantelar esos puestos de feria veraniegos donde venden o dan como premio bufandas, chapas y banderas con el aguilucho y la imagen de Franco. Lo expresa con claridad la ley de Memoria Histórica. Son delitos y para eso están las fuerzas de seguridad del Estado, para perseguirlos.

 

A Juan José Padilla, esencia de la España carpetovetónica, el torero que luce un parche al perder un ojo por una cornada y que tanto me recuerda a Millán Astray, el del grito a Unamuno "¡Muera la inteligencia!", tuerto y manco que ni Dios tendrá en su gloria, también debería haber sido denunciado tras el paseíllo con una bandera franquista excitando al tendido. Se llama apología y es un delito. ¿Acaso no detuvieron a aquellos titiriteros, encarcelados e imputados por terrorismo? ¿Acaso no lleva el rapero Pablo Hasél años en prisión -fue condenado a 6, ya lleva 3-, por cantar: "Juan Carlos el Bobón, capo mafioso saqueando el reino español"? ¿Acaso no están en prisión los 6 de Zaragoza y las de la Suiza, por unos sucesos que causan risa comparados a los de Murcia? ¿Pero qué nos pasa en este puñetero país?

 

Como esos Djs que, micrófono en mano e insertando imágenes denigrantes (preparadas), en fiestas por toda nuestra geografía (en la cucaña en Cartagena, en la feria de Ciudad Real, en el propio Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes…), corean el mismo insulto al presidente, mientras Vox jalea y ríe y el PP se hace el longuis.

 

La historia, cuando nos juzgue, al PP jamás le perdonará el haber blanqueado y metido a Vox en los gobiernos municipales y autonómicos y, si nos descuidamos, en el nacional. Con su especialidad: sembrar el odio en las instituciones y en la sociedad. El rencor más visceral hacia otros seres humanos.

 

Porque el "¡Pedro Sánchez, hijo de puta!" no es un insulto a un particular, es insultar a la institución de la Presidencia del Gobierno que los demócratas defendemos, la institución que representa a todos los españoles. Elegida democráticamente. Legítimamente. Los insultos y la persecución despiadada e intolerable al presidente del Gobierno, es un insulto y una persecución a todos nosotros, los ciudadanos.

 

Ocurrió con los judíos, una idea de Göebbels que sabía mucho de marketing político ("Di una mentira mil veces y se convertirá en verdad" o "Déjenme controlar los medios de comunicación y convertiré a cualquier nación en una piara de cerdos"). La estrategia consiste en deslegitimar y demonizar al adversario hasta convertirlo en una amenaza. Deshumanizar. Una amenaza que hay que aniquilar. Cuestión de supervivencia: ¿O Pedro Sánchez o nosotros? Lo hizo Hitler y los alemanes le siguieron llevando a sus propios vecinos a las cámaras de gas. Lo hace diariamente Trump, extorsionando y soltando sin pudor mentiras y disparates por doquier. Lo hace Abascal y todo Vox. También Bendodo, el bronceado crónico, y Miguel Tellado, el insultador. Individuos a los que los españoles pagamos unos 8.000 € al mes por zaherir y ultrajar, mientras por jugarte la vida apagando el fuego pagan 1.200 a un bombero forestal. ¡Algo falla en España!

 

Por cierto, qué buena idea la del PP, qué gran aportación, poner a los pirómanos pulseras telemáticas. Aunque se las deberían poner también ellos, para saber dónde están siempre que ocurre algo gordo en la madre patria. ¿En los Ventorros? Una ocurrencia de la que ya se cachondean en las aldeas de las sierras. Mucha playa… y poco campo. Mucha finca y poca cabeza, señorito.

 

Después, tras el rociado político con gasolina, los medios y las redes sociales, la mayoría en su poder -igual que esos jueces cortando y echando leña -, repiten amplificadas sus soflamas incendiarias, y le llegan al pueblo. A la turba que berrea por las plazas y verbenas, en los campos de fútbol, en los toros y en las tabernas, ahítos de odio, sin saber objetivamente porqué. Obediencia ciega del rebaño: ¡Beeeeeeeeeee! O de la piara göebbeliana de marranos.

 

Una deriva que, de no pararla, señor Marlaska, irá a más, hasta que consigan acabar con nuestra convivencia y nuestra democracia. ¿Me escucha, ministro? ¡Pues hagan algo ya!

 

Rafael Cabanillas Saldaña. Escritor. Autor de ‘Quercus’, ‘Enjambre’, ‘Valhondo’ y 'Maquila'.

 
 
 

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