Con la Ley para la Reforma Política, año 1972, y la Constitución aprobada en referéndum, nacional, claro, se inicia una nueva época de nuestra Historia preparada por el pueblo durante 40 años de dictadura, y concretada por el diálogo limpio de todas las fuerzas políticas, sin excepción, las ideológicas y las territoriales. La totalidad de ese proceso mereció el aplauso mundial, y ha intentado -sin éxito, en general- imitarse en otros países.
El rasgo callado, pero definitorio, de tal logro colectivo fue la transparencia democrática basada en la dignidad del pueblo: ni siquiera cuando el sucesor de Adolfo Suárez, inventor y director de orquesta (al soplo de Fernández Miranda, su eslogan a la ley desde la ley y por la ley, bajo el paraguas de una monarquía de prestigio internacional) perdió estrepitosamente las elecciones, se escuchó una sola voz que pusiese en sospecha el resultado de las urnas. El 28 de octubre de 1982, día de elecciones generales, los interventores de UCD en las mesas, se limitaban a desorbitar sus pupilas y apretar los labios.
De un tiempo a esta parte esa atmósfera de transparencia se ha esfumado. Desde luego hacia dentro del país, pero además en nuestra proyección internacional: el Gobierno de España estaba en condiciones de exigir con especial voz de autoridad histórica e incluso genética, y hasta económica, la limpieza de las últimas elecciones en Venezuela. No alzó la voz -como esperaba y deseaba la UE, dada nuestra condición de 'hermano mayor' de las Américas-, y la Moncloa se limitó a susurrar sospechas, mientras la vicepresidenta Delcy Rodríguez se deshacía en Barajas de unas maletas sobre cuyo contenido no quería hablar el entonces no más que 'un tal Koldo', antes muerto se escandalizaba si se le interpelaba.
Carecíamos de auctoritas. ¿Por qué y quién? Tal vez, ya genéricamente nuestro representante, el Gobierno. Falta de crédito que se ha convertido en bofetada cuando, quizás el ministro más fiable del Consejo, Carlos Cuerpo, ha recibido en su rostro la bofetada el golpe que más duele, la del desprecio generalizado, cuando desde Moncloa se le ha propuesto para un puesto directivo en la Comunidad de todos los países de la Unión. Veníamos de hacer un papel falsario, de trileros, en la OTAN. Igual que un tal Cerdán Santos y un tal Antxon, que niegan lo que han aceptado y firmado, el presidente, 'capitán de la nave' común, por designación propia, dice haber aceptado contribuir con el 2,1% del PIB a la defensa común occidental, cuando ha firmado el 5%. Sin el temblor de la palabra dada, empeñada y escrita. Y, lo que es más grave y va quedando al descubierto, desde hace tiempo, la mentira: se miente sobre la voz casi sagrada de las urnas. El mayor engaño posible a la democracia.
El expresidente Aznar -se le supone bien enterado y no se le conoce mentira, por el contrario, en su caso, un alarde de transparencia con el Pacto de las Azores- alerta sobre un posible "pucherazo" en las próximas generales. No se tome a broma: un político suele tener información, que es la clave del éxito, se pregona, y desde luego quien es político lo es para siempre, la función imprime carácter. No se eche a baratas la advertencia de Aznar, pues. Porque, además, viene precedida por hechos, y quien hace un cesto hace cientos.
Está reconocido que en las primarias -que abren la trampa del poder- de 2012, los peones de un tal Sánchez amañaron papeletas en la sede del PSOE. Se perdió el pudor, ¿se eligió el rumbo? Había en España una cierta tradición de caciquismo (olvidemos el régimen franquista), de que era ejemplo no ejemplar, el conde Romanones, y de la que previamente dejó testimonio el reformista y notario Melquíades Álvarez, al menos. La Constitución de 1978 optaba por la limpieza electoral, pero la corrupción política debe estar en los genes -"gérmenes"los apodaba jocosamente cierto boticario- de determinados grupos políticos. En las primarias del PSOE 2012, ya vimos, se desvirgó la pureza de las urnas. Y el boquete se agranda y se extiende y se reconoce: Susana Díaz denuncia que en la primarias del PSOE andaluz se trucaron, en su contra, al menos 800 papeletas. Hay otras formas hábiles, a favor de necesidades vitales, de ahondar el surco (siguiendo la herencia del Frente Popular en las elecciones de 1936, 2ª República): se ofrecen empleos, o/y contratos a cambio de votos en -al menos, que estén denunciados los hechos, en Mojácar, Albaida de Alfaraje, Huévar. .. -. Y se realizan, desde el Poder ''Psoecietario', regularizaciones masivas de inmigrantes para que muestren su gratitud "democrática". Como coronación de la áspera remontada, Leire Díez, hoy en estridente silencio, se ocupó activamente del voto por correo, en las últimas elecciones generales, a pesar de lo cual las perdió su Partido, y creo que no se lo ha perdonado cordialmente.
Hay, pues, razones de peso para pensar que, saltando sobre el horizonte limpio de la Constitución en que 'aún' estamos, se pretende volver al caciquismo, aunque de nuevo cuño y con formas solo en parte trilladas.
Sentimos bochorno, pero con la vista puesta en valores éticos eternos, y savia de la democracia, es decir en el derecho a la convivencia de conciencias en paz, proponemos que se garantice la pureza de las elecciones ya al caer -y más pronto que tarde-. Resulta casi obligatorio que se designen 'observadores internacionales', con plenas facultades para informarse y revisar los procesos que conducen a asegurar el ejercicio del libre arbitrio de los votantes. Incluso esa forma de coacción inducida que son las encuestas del CIS. A este duro trance conduce al digno pueblo de España su actual Poder autodefinido como monocolor por decreto.
Santiago Araúz de Robles. Abogado y escritor.