Su nombre ha sido incluido en la lista de la causa que pide la canonización del obispo Eustaquio Nieto Martín y de otros 45 mártires religiosos asesinados en la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara durante la Guerra Civil
La comunidad cristiana local y los devotos celebran hoy domingo los actos de conmemoración de la coronación canónica de la Virgen de la Antigua, patrona y Alcaldesa Perpetua de Guadalajara.
Por ello, es un buen momento para recordar la figura de la mujer gracias a la cual su Santuario se mantiene en pie. Se trata de Luisa Megina Zopico, una guadalajareña humilde que dio su vida por defender la ‘casa’ de la Virgen durante la persecución religiosa que se produjo durante la Guerra Civil Española.
Según se recoge en el libro ‘Eustaquio Nieto, obispo de Sigüenza’, de Raúl Corral Blázquez y Jorge López Teulón, editado este año con motivo del proceso de canonización de 414 mártires religiosos en las diócesis de Castilla-la Mancha, Luisa Mejina, más conocida como ‘La Megina’, nació en Guadalajara el día 17 de noviembre de 1879. Era hija de Teófilo Manuel Megino y Josefa Zopico. Fue bautizada en la desaparecida parroquia de San Gil.
Era la santera del Santuario de la Virgen de la Antigua. De carácter sereno y extremadamente pobre, se cuenta cuenta que vivía de las limosnas que le daban los devotos y los cofrades de la Hermandad de la Virgen de la Antigua. Toda su vida se encargó de servir, cuidar, mantener y defender el edificio y la imagen de la Patrona, por la que sentía una profunda devoción.
"Recogía las limosnas de los hermanos pasando, de casa en casa, la capilla que contenía la imagen de la Virgen en tamaño reducido. Con estas pequeñas limosnas y su trabajo, mantenía las necesidades diarias del santuario". Una dedicación por la que fue muy conocida y querida en la ciudad.
Según la documentación recabada por esta Redacción de diversas publicaciones sobre la contienda, el 22 de julio de 1936, recién comenzada la Guerra Civil, cuando Luisa Megina tenía 57 años, un grupo de milicianos de los que tomaron la ciudad en esos días se dirigió al Santuario de la Antigua dando voces, blasfemando y con la intención de quemarlo. Al llegar a la puerta, la golpearon para que les abrieran pero, al no encontrar respuesta, rociaron todo el edificio con gasolina.
Para impedirlo, Luisa Megina se interpuso entre ellos y la puerta, prohibiéndoles el paso. La amenazaron para que se quitara de en medio, pero ella les respondió: “Para poder entrar tendréis que matarme”. Y así fue. La pusieron contra una de las paredes y la fusilaron.
Tras perpetrar el crimen, y según la documentación y los testimonios de la época, los milicianos comenzaron a discutir entre ellos, ya que algunos consideraban que habían matado a ‘una de los suyos’, una mujer pobre y trabajadora. Sea como fuere, se marcharon sin conseguir su objetivo de quemar el edificio religioso y abandonaron el cadáver de ‘La Megina’ en la puerta del Santuario. Horas después, su cuerpo fue llevado al cementerio de Guadalajara, donde la enterraron al día siguiente.
El Santuario nunca volvió a ser atacado. Al finalizar la Guerra Civil, cuando se volvió a abrir al culto de los fieles, la primera misa que se celebó fue por Luisa Megino: "El templo se llenó en prueba de agradecimiento a la mujer que dio su vida por amor a la Madre de Dios y consiguió que el Santuario no fuese incendiado", afirma Raúl Corral en su libro.
El actual rector del Santuario y párroco de Santiago, José Antonio Fidalgo, ha ensalzado su figura para El Decano de Guadalajara: "Fue una persona muy querida. Iba por las casas con la imagen de la Virgen pidiendo limosna y con lo que conseguía se aseguraba de que el Santuario, que además era donde ella vivía de manera muy humilde, siempre estuviese limpio y tuviese flores y velas encendidas".
Para Fidalgo, el hecho de que diera su vida por salvar el edificio "la hizo todavía más querida y valorada en la ciudad porque se desvivía por el Santuario y por la Virgen. Todavía hay gente que sigue con vida que la recuerda y que nos habla de ella con mucho cariño", asegura.
La fachada del Santuario luce una placa en su homenaje y recuerdo, que fue instalada en el año 1970.
Cabe destacar que la figura de Luisa Megino aparece incorporada a la causa que pide la canonización del obispo Eustaquio Nieto Martín y otros 45 mártires religiosos víctimas de la persecución religiosa y asesinados en la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara durante la Guerra Civil. La misma, forma parte del proceso de canonización de los 464 mártires de las diócesis de Castilla-La Mancha: sacerdotes, religiosos y laicos que dieron su vida por la fe en lo que se define como un "contexto de odio religioso".
En la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara el proceso arrancó el 9 de noviembre de 2003 cuando el equipo de la Delegación Diocesana para las Causas de los Santos inició las tareas investigadoras en la Provincia Eclesiástica de Toledo.
La catedral de Sigüenza acogió el pasado 26 de julio la ceremonia de clausura del proceso diocesano de la causa de beatificación.
Toda la documentación reunida durante esta fase diocesana -testimonios, documentos históricos y pruebas del artirio- fue entregada en ese momento al obispo, Julián Ruiz Martorell, y se nombró oficialmente al sacerdote Raúl Corral -coautor del libro antes citado- delegado diocesano para las Causas de los Santos como portador de la causa ante la Santa Sede.
Uno de los momentos más significativos de este acto -en el que también tomaron parte el obispo emérito de Sigüenza-Guadalajara, Atilano Rodríguez; del obispo de Cuenca, José María Yanguas y el postulador de la Causa Toletana, Jorge López- fue el lacrado de la documentación. Un gesto que marca el final del trabajo en la Diócesis y el paso a la fase romana del proceso, que continuará en el Dicasterio para las Causas de los Santos, en Roma.
Durante esta ceremonia, Julián Ruiz agradeció "el ejemplo de fe y fidelidad de los mártires", subrayando que "su entrega sigue siendo una inspiración para los cristianos de hoy". Por ello, invitó a todos los fieles a "mantener la oración por el buen curso de la causa y a vivir con gratitud el ejemplo de estos testigos de Cristo, en la esperanza de que pronto puedan ser proclamados beatos de la Iglesia universal".
Cabe recordar que quien encabeza la causa, Eustaquio Nieto Martín fue obispo de Sigüenza desde 1917 hasta 1936. Se trata del primero de los trece obispos asesinados durante la Guerra Civil española. Según se afirma desde la Diócesis, fue "atrozmente martirizado" en la tarde-noche del 27 de julio de 1936, cuando contaba con 70 años de edad. Sus restos mortales fueron sepultados en la ermita de San Roque, en Alcolea del Pinar, y trasladados, tras la Guerra Civil, a la catedral de Sigüenza en 1946, a la capilla de la Anunciación.