El abogado y escritor Santiago Araúz de Robles , colaborador de El Decano de Guadalajara, regresaba una vez más a Molina de Aragón, la tierra de que le vio nacer, esta vez para presentar un nuevo trabajo “Vísperas de la despoblación”, una recopilación de 37 artículos publicados en Nueva Alcarria y un 38º inédito que llama al futuro e invita a la esperanza. El trabajo ha sido editado por la Diputación de Guadalajara con una cuidada selección de fotografías procedentes del archivo del Centro de la Fotografía y de la Imagen Histórica de Guadalajara (CEFIHGU) para ilustrar cada uno de ellos.
Araúz de Robles volvía a su tierra natal después de un año y medio largo desde que acudiera a reencontrarse con la nostalgia en febrero de 2024 para presentar una obra teatral “Mariúpol” sobre la guerra de Ucrania, en la víspera de cumplirse dos años del estallido del conflicto bélico, acompañado por sus cinco hijos y un buen puñado de nietos y de la mano de Socumo y de la Asociación Cultural Tierra Molinesa, con cuyo presidente, Ernesto Esteban, el autor ha fraguado una bonita amistad desde que que la organización decidiera reconocer su trayectoria con uno de los Premios Emprendedores Molineses.
En sus manos dejaba el privilegio de presentar este multitudinario evento al que los molineses acudieron en masa, al calor de la nostalgia y del orgullo de patria chica tan arraigado en esta comarca, de tal manera que si se tratase de un estreno teatral hubiera tenido que colgar el cartel de “sold out”. No obstante, como aventuraba el escritor, no se trataba de un acto “oficial y protocolario”, sino “de mera amistad”, por lo que el Casino de la Amistad, el lugar que de manera tan conveniente albergaba el evento, tuvo que sacar del almacén todas las sillas que tenía disponibles para sentar a los asistentes, y aun así hubo quien tuvo que atenderlo de pie.
No en vano, el alcalde de Molina, Francisco Javier Montes, no dudaba en recordar que esta institución, el Casino de la Amistad, cuenta con más de 1.500 socios, en pleno corazón de la despoblación. Asimismo, mostraba su satisfacción por el gran auditorio de la convocatoria: “Eso es bueno, porque la cultura está por encima de todo”, señalaba.
En representación de la Diputación Provincial acudía Sabrina Escribano, diputada delegada de Cultura, quien durante su intervención hacía hincapié en que los 38 textos que conforman la obra “rescatan historias, anécdotas y escenas de aquella Molina, también de Sigüenza y de la Alcarria, de tiempos previos a la despoblación masiva. Páginas que nos hablan de personajes y lugares que muchos autóctonos recordarán con ternura, pero que también sirven para los que, como yo, venimos de fuera , conozcamos y comprendamos cómo se vivía no hace mucho tiempo en esta zona”
El presidente de Tierra Molinesa, también aplaudió la estructura de este libro formado por “un ramillete de pequeñas historias-anécdota personales, aparentemente inconexas entre sí, donde cada una de las cuales encierra un mensaje a modo de fábula como carga de profundidad y vistas en su conjunto no hacen otra cosa que denunciar el proceso de despoblación que de forma paulatina e inexorable viene sufriendo el mundo rural en general y nuestra tierra molinesa en particular”.
“Vísperas de la Despoblación”, recordaba Araúz de Robles, bebe de otro libro bastante anterior “Los desiertos de la cultura”, también editado por la Diputación en 1972, una obra que define como “un grito de socorro sobre una civilización en riesgo” y que se ha convertido en todo un libro de cabecera sobre la Despoblación. Dice el autor que si hoy este libro es un clásico es gracias a su autenticidad que se debe a que “me lo escribió el pueblo”, mientras recorría el Señorío junto a su mujer, subidos en dos preciosas bicicletas Orbea, que adquirieron en la tienda de los Iturbe en Molina, conversando con las gentes y tomando notas.
“Vísperas de la Despoblación” guarda ese mismo espíritu, pero a través de pequeñas anécdotas, que conforman un diálogo con la memoria y la nostalgia.
El pueblo, afirma con rotundidad, no es la masa: “La masa es un conjunto ocasional de individuos, informe e irresponsable, incapaz de conversar, de poner el alma sobre la mesa de la cocina-sala, quizá con un porrón de garrafa en medio”. El pueblo es para el autor “el sujeto real de la historia”, que se cuenta “persona a persona, sin perder identidades por el camino”.
El escritor recordó cómo a lo largo de su trayectoria profesional como abogado, fundador de empresas como SEPES o INECO, secretario del Consejo, consejero o inspector general de Renfe, tuvo la oportunidad de conocer y descubrir a diversas personalidades como una académica de la lengua de la RAE, al representante en España de UBS (Union de Banque Suisse), al jefe de Riesgos del Banco Hispano, hoy Santander, a periodistas, notarios, jueces, toreros... todos ellos con algo en común: “Haber salido de nuestras aldeas, de Peralejos o Fuembellida, para dar y darse, ávidos de aportar al común esfuerzo y dignidad”.
“¡El pueblo, siempre el pueblo, como anotaba Ortega y Gasset, no la masa anestesiada o el griterío!” que para el autor es el “cimiento económico y psicológico” que hizo posible la Reforma Política de la Transición de 1978.
El escritor mostró su confianza en que este conjunto de anécdotas que conforman “Vísperas de la Despoblación” puedan servir al lector para terminar concluyendo que estas historias hablan de la una forma de vida “que vale la pena”.
Araúz de Robles sostiene que en el medio rural no existe la misoginia, “que es la enfermedad de la gran ciudad”, porque “la sustituye la esperanza” y es que el escritor tiene fe en que al calor de los nuevos tiempos y la tecnología, las personas que en otro tiempo se marcharon puedan ahora volver a construir un futuro en el medio rural.