El Decano de Guadalajara habla con una víctima de bullying. La Delegación de Educación tiene abiertos actualmente 20 protocolos por presunto acoso escolar en la provincia
El suicidio de Sandra Peña, la adolescente de 14 años que se quitó la vida el pasado 14 de octubre después de sufrir acoso escolar en el colegio concertado Irlandesas de Loreto, de Sevilla, cuyos padres han solicitado esta semana ante la Fiscalía una sanción "contundente y ejemplarizante" para el centro, ha vuelto a sacar a la luz la terrible realidad que padecen miles de niños, adolescentes y jóvenes en toda España.
El Decano de Guadalajara ha conversado con una víctima de bullying en su época de estudiante en dos centros de la capital de Primaria y Secundaria. Por cuestiones lógicas no desvelamos su identidad, pero su testimonio pone de relieve las cicatrices que deja esta terrible situación en las personas que son acosadas por sus compañeros, condenados a un infierno del que muchas veces no pueden salir y que suele traducirse en profundas secuelas psicológicas y emocionales que destrozan las vidas inocentes de quienes deberían haber sido protegidos por administraciones, educadores y familias.
Su historia de acoso se inició ya en el colegio: "He sido víctima de acoso escolar durante toda mi etapa de educación obligatoria, tanto en Primaria como en el instituto. Mi historia comenzó desde nada más entrar en mi antiguo colegio. Ocurrió sin un motivo aparente, como si se tratase de una cuestión natural. Había una serie de niños, entre los que yo me encontraba, que desde el primer momento fuimos designados como una especie de 'parias' por el grupo de alumnos que se hicieron 'dueños' de las aulas. No surgió ningún enfrentamiento, no nos conocíamos de nada, y ni siquiera existía amistad entre los niños que éramos acosados, nada nos relacionaba, sencillamente sucedió. Nos asignaron ese rol como si estuviéramos destinados a ser despreciados por naturaleza. No importaba cuánto tratases de ser agradable o de participar, eras excluido y repudiado. Como animales depredadores, vieron un ser que catalogaron como vulnerable y se convirtió en su objetivo".
Esta situación continuó durante toda su etapa escolar y, lamentablemente, se repitió con su paso a Secundaria y el cambio de centro: "Quise tener esperanzas de que en el instituto todo podría ser diferente. Nada más lejos de la realidad. Una buena facción de mis acosadores asistió al mismo instituto que yo, y a ellos se sumaron nuevos individuos que también me señalaron como un objetivo nada más comenzar 1º de la ESO".
En su caso, recibió maltrato psicológico y hurtos o daños a sus pertenencias personales. "Las únicas agresiones físicas que llegué a sufrir fueron los balonazos que no cesaban de golpearme cada vez que se me ocurría aparecer en el patio del recreo, empujones y una ocasión en la que una de mis acosadoras aprovechó un juego para lanzarme contra el suelo, golpeando mi cabeza contra el pavimento y dejando una herida de considerable tamaño en mi frente".
Añade que su aspecto, su forma de ser y su personalidad fueron suficientes para ser objetivo de sus acosadores: "Era la diana de insultos, desprecios y vejaciones de todo tipo constantemente. Cualquier cosa sobre mí era suficiente para burlarse de ella. Desde mi aspecto por tener acné, por llevar gafas de lectura, por mi forma de vestir, y un largo etcétera. Hasta mi actitud, mi personalidad, mis gustos, mis costumbres -especialmente el estudiar mucho-. Incluso llegaban a burlarse de mi propia familia. Todo sobre mí parecía ser increíblemente patético y repugnante a sus ojos", denuncia.
No contentos con esto, sus bullys comenzaron a esparcir rumores sobre su víctima: "Desde atribuirme acciones y palabras que nunca había hecho ni pronunciado hasta inventar escenarios falsos de todo tipo y de toda clase de gravedad, los cuales en más de una ocasión llevaron a grandes problemas o humillaciones. Emprendieron una campaña según la cual toda persona que se relacionase conmigo era un paria, tal y como yo, y eso hizo que quedase completamente aislada, como si tuviese la peste. Claro está, cuando trataba de defenderme, su acoso solo empeoraba, e incluso alguna vez recibí amenazas de agresión y de muerte".
Al preguntar cómo se sintió, la respuesta es descorazonadora: "Sólo puedo definir en una palabra cómo me hizo esta experiencia: odio. Odio hacia ellos, odio hacia mí misma, odio hacia el mundo, odio puro y duro. Me trataron como si no fuese un ser humano, hasta el punto en el que olvidé que era uno. Me creía un monstruo, un engendro, un reflejo de lo que ellos proyectaban en mí".
Esto le provocó importantes daños psicológicos y de autoestima que terminaron haciendo mella en su día a día y a pensar incluso en quitarse la vida: "Mi personalidad, antaño dulce y sensible, acabó por tornarse en todo lo contrario, en un carácter difícil repleto de agresividad, desconfianza y rechazo hacia cualquier individuo que se me acercase. Me hicieron odiar mi persona y mi mera existencia hasta el punto en el que llegué a autolesionarme, desear suicidarme y estar a punto de ello en múltiples ocasiones. Estaba completamente convencida de que estaba acabada, de que no tenía futuro".
Esta víctima relata que cada día "era un tormento insoportable". "Comenzó a costarme horrores concentrarme en los estudios, lidiar con las circunstancias personales que acontecían más allá del acoso escolar, y hasta disfrutar de las aficiones que tanto amaba. Cada año que pasaba todo se volvía más y más insoportable. No encontré ni un solo remanso de paz en todos aquellos años".
A lo dramático de esta situación se suma el nulo apoyo que recibió en su día por parte del colegio y del instituto en los que estudió, que eran los lugares donde se concentraba el acoso: "Jamás recibí ayuda ni de mis compañeros, ni de mis profesores. Lo veían ocurrir día a día, todo el mundo sabía lo que sucedía, pero nadie puso nunca la mano en el fuego por mí. Si mis compañeros me ayudaban, se convertirían en parias, como yo, y no estaban dispuestos a correr ese riesgo. En cuanto a los profesores, asumo que fue cuestión de querer ahorrarse problemas. Llamé la atención sobre mis circunstancias es innumerables ocasiones, y por respuestas recibí las clásicas, tales como: "Son cosas de niños", "Es un juego", "Eres una exagerada", "Algo les habrás hecho", etc. En algunos casos, algunos profesores llegaban a reprenderme por haber pedido ayuda, o directamente se quedaban en silencio, como si yo no estuviera allí".
Tan sólo recibió el apoyo de una persona, a la que también perdió a causa de la actitud de sus acosadores. "Sólo hubo una persona que me apoyó, la única amiga que hice en todos aquellos años, e incluso ella acabó reemplazándome y marchándose con algunas de las personas que me habían humillado".
Respecto a su familia, reconoce que "hubo poco que pudieran hacer porque yo, por lo general, no me sentía cómoda para compartir con ellos lo que me sucedía, pues me daba pavor recibir de ellos la misma respuesta que recibía de mis profesores y de la dirección de mis centros". Añade que "mi madre era la persona que mejor enterada estaba de la situación y en más de una ocasión tuvo que intervenir cuando las cosas se complicaban de más, pero la mayoría del tiempo, estuve completamente sola. Mis compañeros me abandonaron, mis profesores y la dirección de los centros me abandonaron, y apenas pude pedirle ayuda a mi familia porque me daba auténtico terror que su trato hacia mí fuera el mismo que el de todos los demás".
Con el paso de los años, reconoce que la situación ya no le causa tanto dolor, pero ha dejado huella en su personalidad. Por ello, lanza un mensaje a las personas que hoy en día estén siendo víctimas de acoso escolar: "Durante bastantes años este hecho fue doloroso para mí, pero llegado cierto punto, se convirtió en mi orgullo. Quizá sea mejor ser un monstruo a ser humano, si ser humano significa ser igual que mis acosadores. Además, una vez uno comienza a respetarse y a apoyarse a sí mismo, empieza a ser capaz de defenderse. Mi situación cambió por completo cuando mi actitud se endureció. Ellos no querían respetarme, pero les obligué a hacerlo. Llegado cierto punto nadie se atrevía a hacerme su objetivo. No tenéis por qué ser siempre la presa que es perseguida por el depredador. Merecéis respeto, merecéis paz, merecéis que vuestra existencia sea valorada, y merecéis poder disfrutar de todo aquello que la vida tiene que ofrecer porque aunque desde lo más hondo del pozo parezca que no hay nada que merezca la pena de vivir, os aseguro que sí. Creedme, provengo del mismo abismo que vosotros", concluye.
En la actualidad, la Delegación Provincial de Educación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha tiene abiertos un total de 20 protocolos por presunto acoso escolar en centros de la capital y la provincia, tanto públicos como concertados. Según ha informado a esta Redacción el delegado del área, Ángel Fernández-Montes, en dos de ellos se ha determinado que no ha habido acoso como tal.
Respecto al curso pasado, se abrieron 70 protocolos, de los cuales se estimó acoso en seis. "Para que haya acoso ha de haber intencionalidad, reiteración y una situación de abuso de poder y todos estos parámetros a veces no se dan", afirma el delegado. Sin embargo, reconoce que se trata de la punta de un iceberg "donde se realizan muchas acciones en las que hay personas sufriendo, por ello es tan importante trabajar en la prevención desde todos los ámbitos, no sólo desde el educativo".
Cabe destacar que la mayor parte de las denuncias de acoso se han producido en los cursos de 5º y 6º de Primaria y 1º y 2º de ESO, conflictos surgidos entre chavales de edades comprendidas entre los 11 y los 13 años. "Tenemos que plantearnos seriamente este tema -afirma Ángel Fernández-Montes-. Estamos hablando de niños y adolescentes que están en un momento delicado, en un momento de cambio y no se pueden consentir situaciones de humillación, exclusión y crueldad en el trato entre iguales". No obstante, opina que los acosadores también son víctimas, porque asegura que "en muchas ocasiones ellos mismos han sido objeto de malos tratos o situaciones complicadas en su entorno familiar o de amistades".
Uno de los factores a tener en cuenta, según el delegado, son las redes sociales. "Los alumnos no pasan todo el día en el centro educativo y en muchas ocasiones es allí donde se llevan situaciones que vienen de fuera. La relación de abuso de poder que se da en las redes sociales y el poco control que se realiza del uso del móvil hace mucho daño a nivel personal y genera mucha frustración. No nos podemos inhibir y es la sociedad en su conjunto la que debe empezar a dar respuestas".
Así, considera que existen tres vertientes en las que incidir para atajar y prevenir el acoso escolar: "Está la mirada de los profesores, que detectan rápidamente si una persona está sufriendo; los padres, que deben formar a sus hijos en la resolución pacífica de conflictos y en ocasiones les hiperprotegen, de modo que las situaciones en lugar de mejorar empeoran; y por último, el propio alumnado, sus compañeros, que saben perfectamente quién está acosando y a quién se acosa, por lo que su función es muy importante".
En este sentido, desde hace 20 años muchos centros de la provincia cuentan con la figura de los llamados Alumnos Mediadores o Alumnos Ayundantes. Se trata de personas elegidas entre ellos mismos para mediar: “No podemos evitar que haya acosadores, por ello la figura del mediador está funcionando muy bien. Estos alumnos, que no son decididos por las direcciones de los centros, son líderes positivos, personas reconocidas entre los estudiantes que se dedican a solucionar conflictos y lo hacen desde la cercanía y el conocimiento de cada situación", afirma el delegado.
Además, desde la Administración educativa se lleva años trabajando en programas de igualdad, respeto a la diversidad y de fomento de la convivencia, con más de 4.000 acciones prácticas. Todos estos programas se refuerzan con el denominado 'Tú Cuentas', de la Consejería de Bienestar Social y con la colaboración de la Policía Nacional y la Guardia Civil a través de los denominados Planes Directores, con charlas en los centros de toda la provincia. Además, se pretenden potenciar las Escuelas de Padres para darles las herramientas necesarias y saber actuar en cada caso.
Para Ángel Fernández-Montes, en la sociedad actual falta empatía a la hora de abordar el acoso escolar: “En esa sociedad del bienestar no se empatiza. Muchas veces les pedimos a los menores cosas que nosotros mismos no hacemos, especialmente en una época en la que todo se polariza. Se trata de generar una sociedad sana a nivel de convivencia y el camino que se ha cogido no es el adecuado porque existe demasiada confrontación", ha sentenciado.
Con motivo del Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, el pasado 6 de noviembre, la Policía Nacional lanzó una nueva iniciativa para sensibilizar sobre la importancia de denunciar el acoso escolar dirigida, no solo a las propias víctimas del bullying, sino también a todos aquellos que puedan haber sido testigos de este tipo de hechos.
Bajo el lema 'No te lo guardes', se pretende concienciar a los ciudadanos del efecto negativo que tiene guardarse, por cualquier motivo, como un secreto el hecho de ser víctima o testigo de bullying en vez de denunciar. La campaña se está difundiendo a través de diferentes vídeos en los perfiles oficiales de la Policía Nacional en redes sociales, que alcanzan a más de 11 millones de personas.
El Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes dispone de un teléfono de ayuda, el 900 018 018 , un chat para menores de edad y un chat para tratar problemas de menores por adultos, accesible para personas con discapacidad, que son herramientas indispensable en la lucha contra el acoso escolar.
El teléfono funciona las 24 horas del día, los 365 días del año y está destinado a niños, adolescentes, padres, familias, profesionales de la comunidad educativa y a cualquier persona que conozca una situación de acoso escolar y/o malos tratos en el ámbito de los centros docentes del sistema educativo español, tanto dentro como fuera del aula.
Las llamadas son atendidas por psicólogos, psicopedagogos, juristas, sociólogos y trabajadores sociales.