Por Ernesto Esteban
Una de las primeras familias al completo que emigraron al levante español (a Valencia) a principio de los años sesenta del siglo pasado fue la de Telesforo. Pastor de ovejas desde que aprendió a andar, pronto se percató de que el futuro que le esperaba en el pueblo no era nada halagüeño , pues a medida que le iba creciendo la familia (ya tenía cuatro hijos) le iba menguando el ganado al que, por otra parte, cada vez resultaba más complicado y costoso mantener.
Se puede decir que, al igual que tantos otros paisanos, las circunstancias le condenaron a una emigración forzosa, sin más recursos que los “cuatro ahorrillos” que pudo juntar, ni más preparación que la que le otorgaba ese tenaz espíritu de sacrificio para salir adelante que tenemos los molineses debido, sin duda alguna, a lo poco generosa que es nuestra tierra para con sus gentes. Somos como la planta del endrino, que sobrevive en tierra hostil a un clima “siberiano” y a la que le cuesta un enorme esfuerzo alumbrar sus frutos (endrinas). De ahí que las defienda tenazmente arropándolas con unas agudísimas espinas. Se atribuye a Churchill la famosa frase de “con sangre, sudor y lágrimas” pero yo creo que muchos siglos antes ya la había pronunciado un molinés explicando las condiciones que se necesitaban para sobrevivir en nuestra comarca.
El cambio que experimentó la vida de la familia fue descomunal. De pasar fatigas con el ganado, las veinticuatro horas del día y los 365 días del año, a cambiar las abarcas por zapatos en su nuevo trabajito de portero de finca con nómina mensual segura ( posteriormente trabajó también de sereno, hasta que la implantación de los porteros automáticos acabaron con ambas profesiones), en una ciudad amable que disfrutaba de un clima, casi siempre, de verano, donde la vivienda no era un problema (las porterías tenían vivienda gratuita para la familia del portero) y los hijos tenían un montón de oportunidades donde elegir (trabajar o estudiar), supuso para él descubrir el paraíso.
Ese entusiasmo contagioso de Telesforo , al igual que el de otros muchos paisanos que ya habían dado el mismo paso que él, provocó un enorme “efecto llamada” que contribuyó a acelerar y acentuar el gran éxodo de las gentes de nuestra comarca en los años sesenta. Precisamente ese “ efecto llamada” lo pregonaron a los cuatro vientos los primeros emigrantes que triunfaron (por decirlo de alguna manera) creando una especie de “cabeza de playa” de la emigración. Esta circunstancia provocó un fenómeno curiosísimo: La gran mayoría de los emigrantes de cada uno de los pueblos lo hicieron a la ciudad donde se instaló el pionero de su pueblo. Así los de Alustante marcharon a Valencia, los de Piqueras y Alcoroches a Barcelona, los de Checa a Madrid etc.
La nueva realidad que surgió como consecuencia de este fenómeno migratorio, como no podía ser de otra manera, fue la aparición de una nueva clase social que se consideraba a sí misma como de triunfadores (los que habían emigrado a la ciudad) y que en cierta medida miraba por encima del hombro a los que no tuvieron el suficiente valor para seguir su ejemplo y permanecieron en el pueblo.
Un ejemplo paradigmático de lo antedicho sucedió en el verano de 1965 en el “mentidero” de Alustante. El “mentidero” es una tertulia al aire libre, donde participan ( siempre sentados y a la sombra) una serie de miembros fijos durante todo el año, generalmente varones de avanzada edad y a la que se suman esporádicamente todos aquellos que les gusta “olismiar” las últimas novedades de la vida social del pueblo. Todos los participantes son conscientes de que allí se “pela a todo quisqui” y especialmente a los que la abandonan anticipadamente, por lo que una vez se entra a formar parte de la misma, no se abandona hasta la común disolución que suele coincidir con la hora de comer. La del turno de tarde resulta más participativa e interesante, en especial, durante los meses de verano, debido al atractivo y variedad de temas que aportan los nuevos tertulianos.
Una de esas tardes se acercó Telesforo al “mentidero” y el tema que se estaba debatiendo resultaba de lo más apasionante. El alcalde, que a su vez era el veterinario del pueblo, (un hombre muy adelantado a su tiempo), había decidido “meter las aguas” en todas las viviendas, es decir, dar un gran golpe de progreso y modernidad contra la precariedad de la vida rural de entonces y aprobó la ejecución de las obras para la instalación de las redes generales de abastecimiento y distribución de agua potable, así como la red general de saneamiento. Para ello, y como es lógico, hubo que apretarse el cinturón y el primer efecto negativo que cosechó fue una gran protesta social por haber suprimido el festejo taurino de las fiestas patronales. Como es fácil de adivinar, las posturas eran mayoritariamente contrarias a las obras, con argumentos que a día de hoy nos parecerían cavernícolas, pero en esas estaban los tertulianos cuando apareció Telesforo y en un alarde de didáctica progresista (porque como vivía en Valencia se consideraba un moderno frente a los paletos del pueblo) y tras defender encendidamente las ventajas de meter el agua en las casas presumiendo, entre otras cosas, del magnífico cuarto de baño que tenía en su casa de Valencia, con esa voz atiplada que le caracterizaba y a modo de lapidario, se dirigió a todos los presentes diciendo:
-“ Dónde va a parar disponer de un cuarto de baño para hacer tus cosas, a tener que ir a la cuadra. Menuda diferencia. Con deciros que yo me ducho una vez al mes, ¡¡¡Me haga falta, o no!!!”
Ernesto Esteban es presidente de la Asociación Cultural Tierra Molinesa