OPINIÓN. Navidad, setas y filosofía

Publicado por: Asun Perruca
09/12/2025 10:35 AM
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Por Asun Perruca

 

Ya va avanzando diciembre. Sería falso decir que irrumpió acompañado de todo el séquito navideño, porque ya en noviembre empiezan a brillar las luces, los escaparates, la publicidad de turrón, perfumes, lotería… y todo eso mezclado con las campañas del Black Friday y el Cyber Monday, para que el tembleque del bolsillo o la tarjeta bancaria no sobrevenga de repente en Navidad.

 

Y aquí estoy yo con mi artículo sobre setas. Sí, lo sé: parece un extraño anacronismo. Las setas, tan discretas y silenciosas ellas. ¿Qué pintan en medio de todo este barullo? Pues voy a intentar darles su lugar y espero que me entendáis, porque para mí un otoño sin setas es como un jardín sin flores, valga este ejemplo tan tópico.

 

Para empezar, nunca entenderé por qué hay quien llama 'seta' a una persona aburrida y poco expresiva. Quien inventó esa expresión no sabe lo emocionante que es el mundo de las setas. No sabe qué es gritar de alegría al descubrir un rebollón escondido bajo las acículas. Ni ha visto un grupo de macrolepiotas levantando su sombrero en un claro. Ni ha llorado lágrimas de emoción al encontrar su primer boletus edulis. Ni se extasía aspirando el perfume inconfundible de la seta de cardo. Seguro que esa persona jamás ha buscado setas. Si lo hubiera hecho, hubiera elegido una metáfora más acertada.

 

Mi afición, como muchas otras cosas de la vida, me viene de mi padre, Eugenio el de la farmacia para unos, o simplemente El Recetas, para otros. Él siempre ha dicho que andar por andar, sin ningún propósito, además de un aburrimiento es una tontuna muy grande. En sus noventa y tres años de vida mi padre ha hecho miles de kilómetros andando, bien despachando medicamentos o bien practicando sus aficiones favoritas: la pesca y las setas. Ahora que ya no pesca y no se siente con ánimos de salir al monte, sobre todo desde que le labraron su setar, no lo verás nunca paseando por pasear. Si lo ves caminando por la calle es que va a la compra o a cualquier otro sitio donde tenga algo que hacer. Como he dicho mi padre me inculcó la afición a buscar setas, o mejor dicho, me inculcó la afición a buscar la seta de cardo. Para él no hay otra igual y le ha sido fiel toda su vida.

 

Yo, en cambio, con el tiempo he ido ampliando el repertorio: rebollones (o níscalos), boletus edulis, macrolepiotas, negrillas, rebozuelos, setas de pie azul, coprinus comatus… Eso sí, tengo pendiente encontrar la que dicen que es la reina de las setas: la amanita cesárea. Me encanta  buscarlas y comerlas. Y si no son comestibles disfruto viéndolas salpicando el suelo con sus colores. Qué alegría para los ojos el intenso rojo de la amanita muscaria o la variedad de colores de las rúsulas.

 

El caso es que buscar setas no solo es una actividad con la que gozan casi todos los sentidos, sino que además, cada paseo por el bosque puede convertirse en un viaje filosófico. Sí, sí, no pongas esa cara, que te voy a dar razones, concretamente siete. Mira por dónde, el siete es un número que tiene un aura muy especial.

 

1. Te enseña a mirar de verdad

Para buscar setas no basta con caminar al tuntún. Hay que afinar la mirada, entrenar la atención, aprender a distinguir lo importante de lo accesorio. La micología te convierte en una persona más observadora.

 

2. Te entrena en la paciencia

Las setas no salen cuando tú quieres, sino cuando a ellas les parece oportuno. La naturaleza no atiende a prisas. La filosofía, también: exige calma, reposo y distancia. Una seta no se deja encontrar por un impaciente.

 

3. Te muestra que el esfuerzo no siempre garantiza el resultado

Puedes andar kilómetros, mirar en mil rincones y volver con la cesta vacía. Esto enseña una gran lección filosófica: la voluntad humana no lo controla todo. En este caso, lo fundamental son otros factores (lluvia, temperatura, humedad… la voluntad del bosque, en definitiva).

 

4. Te enseña a apreciar lo inesperado

Cuando ya te has rendido y piensas que hoy no toca… aparece una seta preciosa, a veces incluso un gran corro.  La vida funciona igual: lo valioso muchas veces llega cuando menos se espera.

 

5. Te obliga a aceptar la incertidumbre

El buscador de setas vive instalado en el 'quizá': quizá haya, quizá no, quizá mañana… Esa es la esencia de la filosofía: moverse entre dudas, no entre certezas absolutas.

 

6. Te enseña a valorar lo escaso

Lo raro -la amanita cesárea, ese boletus enorme, la primera seta de cardo de la temporada- se vive casi como un tesoro. Igual que en filosofía: lo valioso suele ser lo difícil, lo poco frecuente, lo que cuesta encontrar.

 

7. Te conecta con lo esencial

El silencio, el bosque, el olor de la tierra húmeda, el ritmo natural... son recordatorios de que somos parte de algo mayor, de que la vida sigue su camino, aunque muchas veces no nos detengamos a mirarla.

 

Y al hilo de valorar lo escaso, tengo que agradecer a este otoño, que no ha sido precisamente muy copioso en mi zona (micológicamente hablando) un regalo muy bonito: unas poquitas setas de cardo asomando entre restos de nieve, en un setar que parecía decirme: "Sí, ya sé que es diciembre… ¿y qué?". Ahí estaban, desafiando a la lógica, al calendario y a las temperaturas. Y yo, agachada en el suelo helado, pensé que esa era la lección definitiva: si se dan las condiciones, habrá setas. Incluso en diciembre. Incluso cuando ya no lo esperas. Incluso cuando ya habías aceptado que volverías a casa con la cesta vacía.

 

En fin, que aunque este artículo parezca fuera de temporada, creo que las setas también tienen su lugar en la Navidad. Pues ¿qué otra cosa representa mejor el espíritu de estas fechas que una criatura que aparece de repente, sin hacer ruido, trayendo sorpresa y alegría?

 

Oye, ¿te imaginas el árbol de Navidad decorado con ristras de rebollones? Quedaría un contraste precioso entre el verde y el naranja. Yo lo veo, la verdad.

 

Asun Perruca. Maestra y escritora.

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