OPINIÓN. Un mes trascendente

30/12/2025 02:05 PM
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Por Santiago Araúz de Robles

 

Lo es éste en que estamos, el de diciembre. Ocurren dos sucesos realmente históricos y trascendentes: la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de la aldeana (así la llamó algún doctor de la Iglesia) María de Nazaret, y el nacimiento de Dios, el 'ser' y la Palabra (lo subraya Juan en el principio de su evangelio), al espacio y al tiempo. No se trata de anécdotas ni menos de fakes. Si un relato se sostiene en todas las partes del Planeta Azul y desde que hay Historia, ha de ser verdad. Deseo universal, que encuentra satisfacción en todo caso: y sin el cual, no habría acabado el caos. Piénsenlo.

 

La ciencia se persona para cuestionar aquellos dos hechos. Pero una ficción no podría crear tales realidades universalmente populares. El sentido común está sobre la ciencia e incluso sobre la reología. El big-ban es cierto: pero, en algún momento, la evolución de la materia desde los agujeros negros encuentra a un sujeto racional, es decir, capaz de interpretar e instalarse precisamente en esa realidad: y aparece el  hombre, y nace la Historia. No puede ser un despropósito, sino una necesidad -si no se cree que el universo es una locura irremediable, no ya en su origen sino también en su ordenamiento- el surgimiento de una criatura con 'sentido': precisamente el hombre. A quien Dios se ocupará de recordar su trascendencia, justo 'encarnándose'. Y para corroborar esa trascendencia, resucita una vez que el hombre ha creído aniquilarlo en la cruz, en ejecución de un juicio injusto, la injusticia está al alcance de la libertad, en sí misma tan hermosa (el Dante la proclama como el mayor don del hombre). Es el perseguidor de Dios, Pablo de Tarso, quien advierte que "si Cristo -Dios- no ha resucitado, toda nuestra fé es vana".

 

El misterio de la concepción inmaculada de María de Nazaret no era tal para los ciudadanos de Sevilla que, en el siglo XVII (1615) y por medio de la Hermandad del Silencio (es decir, en un populismo colectivo) formula el famoso 'voto de sangre', crea la tradición de los seises catedralicios para homenajearla, y eleva a Roma una petición formal de que esa limpieza original de María se eleve a dogma. Y no va ser hasta más de dos siglos y medio después (el día 8-XII-1854) cuando, en efecto, Pío IX proclame el dogma. El cardenal Newman, designado por León XIII doctor de la Iglesia Universal, lo explica con sencillez: si a Eva el Creador la nació llena de gracia -y le faculta a perderla en uso de la Libertad al servicio del ambicioso 'poder personal', condición tan ansiada en la historia-, de manera que la madre Eva y en condiciones podía ser el origen de una sociedad perfecta, con la paz y la solidaridad incorporadas, ¿cómo no iba a hacerle el mismo don a quien, por la gracia recibida y sus propias virtudes era acreedora de ser la madre de Dios al hacerse hombre?

 

Citaré varias veces a Newman en su Carta a Pusey. María no es 'corredentora' -acaba de recordar en carta pastoral León XIII- pero sí mujer dispuesta y en condiciones de virtud adecuadas para asumir vitalmente, en su vientre y luego en toda su vida, a un Dios que se entrega al juicio y la decisión de la especie humana, con su sencillo, 'aldeano', sí al anuncio del arcángel Gabriel. Es, pues, colaboradora necesaria en el designio de amor de Dios. Designio que la historia de la humanidad no había conocido hasta entonces: los 'dioses', todos, obedecían a otros estímulos, los meramente humanos reforzados.

 

Es esa diferencia, esencial, única e irrepetible en la Historia, la que pone de manifiesto Pablo en su personación en el Areópago, dentro de la ciencia, la filosofía y la mitología griegas. El hombre siempre ha necesitado referencias: como prototipo a imitar y como protector. Pero no llegaba a imaginar a alguien que le transcienda sino simplemente a quien tenga un grado de excelencia humana. No entendía, y solo lo hará por la fé, que el Creador-Dios se haga hombre. Y hombre vulnerable y que no se ampare en “el poder”, que solo va a manifestar y ejercer en beneficio de 'el otro'. Entonces deja entrever su esencia distinta, su 'ser, haciendo milagros, hechos que exceden a la naturaleza.

 

Si analizamos el origen del cristianismo, los primeros cristianos y los primeros 'padres de la Iglesia' advertimos dos rasgos: se extiende la fe rápidamente y sin fuerza, sin ejército ni gobierno que le respalde, por el contario entre los miserables del mundo; y ocurre sin acepción pueblos o países. Además de los 'apóstoles', que se venían ganando el pan 'por sus manos' (y a sí los seguirá Jorge Manrique en sus Coplas), las primeras comunidades son, por así decir, suburbiales: las de Justino, Ireneo, Tertuliano, Cirilo, Efrén, Epifanio, Jerónimo…Y, sin más armas que la palabra y el testimonio de su 'poquedad' van semillando la 'buena nueva' en África, Siria, Egipto, Palestina, Asia Menor, las Galias, Hispania., Chipre…Y la Palabra (distintivo del hombre, y nudo de enlace de la sociedades, es sutil, perceptible especialmente para los oído simples y frágiles: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y poderosos y se las revelado a los pequeños (Lucas 10, 21-24). Hará falta que pasen siglos para que el cristianismo se contagie por el poder, se anquilose y surjan por erosión drestructiva de todo las 'guerras de religión'. (¡Tremendo contrasentido!)

 

Ya, por entonces, es universal el culto que, periódicamente, trata de despojarse de la aúrea ceniza del Poder. Pero no decae la fe en María 'aldeana', con casi infinitas advocaciones. Lógicas. María es la primera discípula, y el pueblo ve en ella múltiples facetas, como de un diamante al flujo restallante de la luz, o con la lluvia filtrada por el sol de mayo. Con varias advocaciones y celebraciones: según el espíritu de las colectividades, Newman distingue netamente las coloristas de Italia (de España, en la misma línea: el Rocío, el Pilar, Aránzazu, casi las de cada pueblo…) y las más austeras, las del mundo sajón.

 

Aunque el mensaje es el mismo: así como Eva entrecerró las puertas al paraíso terrenal para siempre, mientras prevalezca 'el mundo', María, la segunda Eva, introduce en el mundo, con su hijo, que es Dios, las mismas posibilidades pero contra corriente: la paz (es lo primero que Jesús resucitado desea y ofrece a los apóstoles acobardados, en grupo, en el cenáculo), y la solidaridad fraternal -con la cura de los enfermos del cuerpo y del alma,  y la abundancia del alimento contra el hambre, "hasta que sobren canastos de peces y panes"). Esos sentimientos comportamientos no están proscritos u olvidados, sino que van a ser un trabajoso -pero obligado- logro diario, persona a persona y pueblo a pueblo (precisamente cuando el Planeta Azul se convierte en una estrecha casa de vecindad): hasta 'aquél día', es decir hasta el fin del tiempo, invirtiendo el curso de los estudios de los físicos como Stephen Hawking y nuestro Thomas Hertog.

 

En ese tiempo ya caso ahistórico, pero inicio de la otra Historia -que ha de existir como culminación y remedio de los pobres ¿y benditos errores? de la historia exclusivamente humana-, en su mismo umbral se realizará, conforme al ansia del ecologismo imposible, lo que predice el profeta Isaías (11, 1-10): Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y león pacerán juntos: un muchacho será su pastor…porque está lleno el país del conocimiento del Señor.

 

Hasta entonces existe el afán humano, y la esperanza divina en la fuerza de los débiles (todos lo somos, aun sin reconocerlo). Y en el diálogo con la inmortalidad, que existe: "Sería absurdo rezar por los que ya están en la gloria,; ellos, por el contrario, pueden rezar por nosotros, y nosotros podemos suplicar sus oraciones", considera el doctor de la Iglesia Jhon Henry Newman. En eso podemos estar siempre, y de manera especial en este mes de la luz, que es diciembre, adviento, lo que, desde el principio 'está llegando'. A través de privaciones, injusticias y carencias, que son connaturales a éste hombre terrenal. Incluso, o sobre todo, en el 'Estado del (aparente) bienestar'. Que gustó Dios-niño. Traigo a cuento los dos hermosos, crueles y definitivamente realistas versos del gran poeta pecador Lope de Vega: Temblando estaba de frío el mayor fuego del cielo y quien hizo al tiempo mismo, sujeto al rigor del tiempo.

 

Santiago Araúz de Robles. Abogado y escritor.

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