Apliquemos en nuestra vida social un discurso racional, por favor

Publicado por: Antonio Marco
10/03/2023 08:00 AM
Reprods.: 340

El pasado día uno asistía en Alicante a la entrega de los Premios Nacionales de Investigación 2022 por parte de los reyes de España en un acto oficial que debería tener el máximo interés para una sociedad culta y educada como se supone ser la nuestra. En este acto oficial de Alicante eran veinte los galardonados, diez científicos “senior” con una exitosa, larga y acreditada carrera profesional en diversas ciencias y diez “iunior” sobresalientes por algún proyecto novedoso e interesante y por ser una clara promesa de éxito futuro. Entre los “senior” se encontraba mi amigo José Cernicharo, premio nacional de Ciencias Físicas, astrofísico reconocido internacionalmente, nacido en Albacete y asentado desde hace muchos años en Guadalajara y la razón por la que me encontraba allí. En la “Casa Mediterráneo” de Alicante se encontraban reunidos y eran reconocidos por la sociedad y los poderes del Estado mucha sabiduría, mucho conocimiento y mucho esfuerzo personal.

 

Los galardonados, lógicamente, estaban exultantes, pero también fue un momento de felicidad personal para los asistentes, desde luego lo fue para mí. Fue un momento en el que lo único presente, lo sobresaliente, era el aspecto más específico del hombre,  su razón, su conocimiento científico superador de mitos y creencias irracionales  y su capacidad de resolver los problemas que en abstracto o en concreto se nos presentan a los ciudadanos, que vivimos agrupados en sociedad. Fue también un momento para soñar y contrastar lo que podría y debería ser una sociedad “racional” y “razonable” en la que el objetivo fuera solucionar los problemas para vivir más felices y lo que en realidad es el mundo y circunstancia, global o local, en la que de hecho vamos pasando nuestra vida entre tensiones infinitas, crispación absurda y malhumores sin cuento. No es que reivindique por mi parte la “república de los filósofos” de Platón, a quien por cierto le salió mal su puesta en práctica, pero al menos sí deseo un poco más de racionalidad en la vida social, que nos traería un poco más de felicidad y tranquilidad, porque el contraste entre lo que debería o podría ser y lo que es se hace a veces insoportable.

Irracional es, por ejemplo, que el propio acto en el que la sociedad y sus instituciones más importantes reconocen a la mejor “inteligencia” del país, no tenga un eco social y mediático adecuado,  comparable al menos al de algunos sucesos políticos, deportivos y sociales irrelevantes referidos a algunos ciudadanos también irrelevantes: apenas un paso fugaz en algún medio informativo nacional y regional.

 

Tal vez la mayor y más dañina irracionalidad en la que vivimos es el vernos obligados a conformar nuestra opinión general, que debería ser racional, con la desinformación también general de unos medios de comunicación diversos y poderosos, desde las grandes corporaciones a las redes sociales de acceso sin control alguno de veracidad de todos los ciudadanos con capacidad para aporrear el teclado de un teléfono o un ordenador. No es lo peor que la mera opinión se imponga y oculte los hechos, sino que la simple y desvergonzada propaganda de la mentira e interés personal o de grupo te atosigue a todas horas. Los medios de comunicación pueden ser enormemente eficaces para extender la razón y el conocimiento, pero también para la manipulación y la desinformación. No deja de ser descorazonador que una de las palabras mejor y más aprendida en los últimos años sea un barbarismo, el anglosajón y globalizador  “fake”, aplicado a lo que en castellano es tan claro como “mentira”, “bulo”, “engaño” “falsedad”,” gato por liebre” y otras numerosas expresiones similares.

 

En conexión con la reflexión anterior, también es irracional la excesiva y agobiante presencia de la “vida política”, en gran medida reducida, especialmente ahora en periodo de propaganda preelectoral, a la mera confrontación cuasi bélica, con frecuentes gritos y gestos agresivos, con exageraciones e hipérboles irracionales, mentirosas, mal intencionadas. Puesto que somos seres racionales y conformamos una sociedad de cierto nivel cultural y cognitivo, ¿por qué no se limitan los agentes políticos, que no son sólo los partidos, a informar de la idea y proyecto que tienen de sociedad humana feliz, de la idea que tienen del papel de los ciudadanos en esa sociedad, de sus derechos,  y nos dejan a los ciudadanos que con nuestra pura y simple “razón” decidamos nuestro voto y nuestra delegación de poder en los conciudadanos que mejor nos parezcan, en vez de intentar conseguir nuestro voto con mera propaganda irracional?

 

Irracional es también que a estas alturas de lucha feminista por la igualdad absoluta en todos los aspectos de las mujeres y los hombres, haya todavía energúmenos, incluso agrupados en bloques políticos, que nieguen esa igualdad, que la combatan ideológicamente y que no la practiquen incluso burlando las leyes, sin enterarse que este es el cambio radical de más importancia que se ha producido en la historia social de la humanidad. La violencia machista contra las mujeres, que con frecuencia acaba en muerte, es sencillamente incompatible con una sociedad de hombres y mujeres libres.

 

También es irracional que, frente a la evidencia del cambio climático inducido por la propia actividad humana, haya millones de humanos que lo nieguen o lo minimicen o no estén dispuestos a poner nada de su parte para legar a nuestros descendientes un medio natural menos duro y más cómodo.

 

Resulta también irracional que en momentos de especial necesidad y vulnerabilidad de una sociedad, como pudo ser la pandemia del todavía presente covid o las crisis económicas y financieras letales para muchos humanos, no haya en la sociedad acuerdos políticos necesarios y movimientos de auténtica solidaridad y colaboración para paliar las carencias de los más necesitados.

 

Es vergonzosamente irracional que, después de la experiencia mil veces reiterada de miles de conflictos y enfrentamientos violentos durante miles de años, todavía no seamos capaces de evitar guerras de crueldad inhumana y solucionar pacíficamente las tensiones, resultando inoperantes instituciones políticas mundiales y decenas de tratados y acuerdos internacionales.

 

Podríamos todos seguir poniendo decenas de ejemplos de irracionalidades de gran nivel similares a estas, que encogen el ánimo. Y miles de ejemplos de otras irracionalidades que no por ser algo menores o de transcendencia menos gneral, algunas hasta chuscas, dejan de ser motivo de desazón. Por ejemplo: que quienes tienen como función dirigir y organizar el ejercicio de los jueces en sus más altas instancias estén en una situación de prórroga ilegal cuasi indefinida; que quien se ha enriquecido astronómicamente gracias a los contratos  de obra pública, colocándose medallas y banderas de hipócrita patriotismo, abandone sin avisar el país que le ha hecho multimillonario cuestionando falsamente la seguridad jurídica de la Administración; que se ponga en riesgo un acreditado en el tiempo y eficaz sistema general de salud pública igual para todos, entregando su gestión a grupos y entidades privadas, algunas poderosas y otras simplemente oportunistas, que solo buscan la mayor ganancia; que se imponga por parte de las entidades bancarias  el uso generalizado y exclusivo de instrumentos y métodos digitales a personas que por su edad o desconocimiento no tienen capacidad para utilizarlos; que se retoquen y modifiquen obras literarias de otros tiempos en aras de una adaptación innecesaria a las circunstancias actuales, privándolas de su valor de documento histórico del pasado; que se diseñen unos trenes que no pueden entrar en los túneles ya existentes; que quien pilota el helicóptero que vigila desde el cielo al irresponsable conductor de un vehículo terreno, dé positivo en el control de consumo de drogas y estupefacientes. Y así cientos y cientos de ejemplos.

 

Esta es parte de la dura realidad circundante, sin desconocer alguna ocasión para la esperanza. Por eso fue un momento de felicidad personal, de invencible ilusión, de enorme tranquilidad, sentirme rodeado de tanta ciencia, de tanto conocimiento, de tanta racionalidad como la concentrada en Alicante. Y la pregunta desesperante es, ¿por qué, si tenemos tanta ciencia y tanto conocimiento, no hacemos mejor las cosas? ¿Por qué permitimos que individuos y grupos, con frecuencia ignorantes, con frecuencia egoístas, nos tengan malinformados y decidan por nosotros? ¿Por qué no defendemos al menos el discurso racional que nos aleje de extremismos y tensiones innecesarias?

 

Antonio Marco es Catedrático de Latín jubilado y expresidente de las Cortes de Castilla-La Mancha.

Vídeos de la noticia

Imágenes de la noticia

Categorías:
Powered by WebTV Solutions