He buscado por todos los sitios, por las universidades más afamadas y nada, no hay taller, jornada o curso en el que te enseñen a vivir. Es una curiosidad más de la propia vida. No hay una carrera que se pueda estudiar donde te enseñen los secretos de la vida, con las peculiaridades de ésta y de las gentes que coincidimos en la misma. Y aquí estamos, teniendo que convivir unos con otros, en espacios más o menos reducidos, pero sin manual de instrucciones.
Me maravilla como damos por sentadas muchas de las cosas que nos pasan respecto a otras personas sin pararnos ni un solo minuto a intentar averiguar qué es lo que necesitamos para avanzar en nuestras relaciones. Por eso me parecen tan apetecibles las conversaciones con otras personas, pero las realmente importantes son esas que a menudo se nos olvidan y son las que debemos tener con nosotros mismos.
Vivimos en un oasis en el que cada cual parece ir a lo suyo sin pararnos a pensar en todo lo que nos rodea, en la forma que tenemos que relacionarnos y de vivir. Quizás sea porque damos demasiadas cosas por hechas. No nos damos cuenta de que pequeñas decisiones, de esas que tomamos todos los días, de los caminos que emprendemos a lo largo de nuestra vida, de las ilusiones que se nos plantean a diario y también, de las desilusiones y los fallos, es lo que conforma nuestra vida y que, más importante aún, es lo que nos confiere al relacionarnos con los demás.
Se nos olvida a menudo que todo lo anterior es lo que conforma una forma de ser y una forma de plantearse la manera de vivir y, sin embargo, nos empeñamos en hacerlo complicado que, por cierto, ya lo es bastante por sí misma. La vida está en todo lo que nos rodea, es nuestro día a día, aunque a veces parece que lo hemos olvidado. Y siendo así, ¿por qué nos empeñamos en jugar como si fuésemos suplentes de un equipo?
Es muy difícil digerir todo lo que sucede por la velocidad a la que lo hace. Pero no es de genios, se trata de vivir en coherencia y aspirar a conseguir los sueños. Y no, no todo resulta como lo planteamos o lo esperamos, pero no por ello vamos a tener que dejar de intentarlo, de tomar consciencia de lo que sucede día a día. Además, hay que seguir pensando en lo excepcional de las personas que transitan la vida junto a nosotros; tan solo debemos prestar un poco de atención para darnos cuenta de ellas. Lo mejor para estar en esta vida es estar preparado para lo inesperado, tener cintura y ser flexible.
La vida es como el conticinio, esa hora de la noche en que todo está en silencio. Se refiere a la primera parte de la noche en que todo sonido cesa porque ya todos han entrado en el descanso. La vida es como este cultismo que existe, pero no sabemos que realmente está sucediendo. La vida, como el conticinio, tiene un significado de introspección para descubrir en lo que ya creemos descubierto. Es el momento de permitir observar la forma de conectar nosotros mismos con la vida.
El conticinio se aleja del rumor porque efectivamente es el momento de encontrar el silencio y la quietud de la noche. De igual forma alejarnos del rumor y centrarnos en las personas es una más que loable causa que tenemos por descubrir en la vida. Es el momento de encontrar la paz que no tenemos durante el día al igual que cuando observamos a las demás personas.
Nada como aguardar el conticinio para reflexionar acerca de la vida, nada como el conticinio para pensar en las personas. Podemos decir que es la trascendencia de la consciencia como base de todo ser y el núcleo principal de la vida.
Por tanto, empieza a pensar que mucho de lo que hagas, y no hagas, estará bien para muchas personas y estará mal para muchas otras. La entrega hacia los demás es un acto reflejo de nosotros mismos. En definitiva se trata de aprovechar lo que tenemos a nuestro alrededor creciendo, madurando y evolucionando, acercándonos a nosotros con el firme propósito de VIVIR.
Nacho Redondo es coach, mentor de emprendedores, formador y conferenciante.