Las obras de restauración del claustro y el escudo del Liceo Caracense recuperan parte de la historia y arqueología del edificio

Publicado por: Marta Perruca
12/07/2024 02:55 PM
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El claustro del IES Liceo Caracense, que se ubica en lo que antes fuera el Palacio de Antonio de Mendoza (finales del siglo XV) y el Convento de la Piedad ha sufrido un lavado de cara,  junto con el escudo que antiguamente formaba parte de la conocida como Puerta del Mercado, de la antigua muralla medieval de Guadalajara. Las obras de consolidación y recuperación del valor arqueológico del edificio se han llevado a cabo gracias a una inversión de 208.601,75 euros, financiados con fondos europeos Next Generation, dentro del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia

 


El consejero de Educación, Cultura y Deportes, Amador Pastor, ha visitado esta mañana este instituto histórico de la ciudad, declarado Monumento Histórico-Artístico en 1931 y catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), que albergó también el Primer Museo Provincial de España, para conocer de primera mano los resultados de los trabajos de restauración, que han sido dirigidos por María Campoamor y Cecilia Hernández.

 


En este sentido, el consejero ha señalado que se ha llevado a cabo una “intervención significativa” con el objetivo de consolidar y conservar elementos del claustro que “tiene un valor imprescindible e importantísimo”, tanto el artesonado, como las columnas y capitales, así como el escudo.

 



El consejero agradecía al equipo y a toda la comunidad educativa su colaboración durante los trabajos, que arrancaron en los meses del verano pasado, con un plazo de ejecución de tres meses, pero debido a la complejidad de los mismos, han convivido con las jornadas lectivas.

 


A lo largo de los últimos años, según pastor han sido 5,2 millones de euros los que se han invertido en 19 actuaciones dentro de “ese compromiso que tiene el Gobierno de Castilla-La Mancha en atender y, sobre todo, proteger y recuperar elementos patrimoniales” en el conjunto de Castilla-La Mancha y en lo que se refiere a la provincia de Guadalajara se han desarrollado seis actuaciones por un valor de 1,5 millones de euros, entre las que se encuentra la desarrollada en el Liceo Caracense.

 


En concreto, estas actuaciones se han realizado en la localidad de Córcoles en el Monasterio de Monsalud; en Herrería en el Castro de El Ceremeño; en Riba de Saelices en el Conjunto de los Casares; en Molina de Aragón en el Prao de los Judíos; en Saelices de la Sal en las Salinas y en el Liceo Caracense en la capital guadalajareña.

 

Junto al consejero de Educación, Cultura y Deportes ha asistido a esta visita la viceconsejera de Cultura, Carmen Teresa Olmedo; el presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha, Pablo Bellido; el delegado de la Junta en la provincia, José Luis Escudero, así como el delegado provincial de la Consejería en la provincia, Ángel Fernández-Montes y concejales de la Corporación municipal del Ayuntamiento de Guadalajara, entre otros.

 


Sobre las obras de restauración

El coordinador de Seguridad y Salud de las obras, Miguel Carnicero, ha explicado que la intervención ha consistido, principalmente, en la consolidación y recuperación del valor arqueológico del edificio: “Había muchísimas capas cubriendo hasta la actualidad y no sabíamos cuál era el estado de las maderas”, ha señalado.

 


“Había zonas donde hemos documentado hasta siete capas de pintura a lo largo de la historia. De hecho, lo que se puede ver ahora no es la madera, sino una capa marrón que imita la madera, que es lo más antiguo que se han encontrado después de la propia madera. Se ha datado a finales del siglo XVII y al ser una pintura histórica no se ha retirado, siguiendo un criterio arqueológico”.

 

A lo largo de la intervención también se ha descubierto que existen varias piezas de madera que se repusieron en el siglo XIX, cuando este espacio se convierte en Museo y sufre una reforma, momento en el que también se trae el escudo. “Nosotros no hemos instalado más que las indispensables, en alguna de las molduras, sobre todo en la parte alta, que son las más expuestas al agua”.

 



Además, se ha encontrado una pintura azulada, principalmente al interior de la galería, pero “alguna de las zapatas está dada la vuelta y tenemos el azul mirando hacia afuera de la galería, que siguiendo ese criterio arqueológico se ha dejado tal cual lo hemos encontrado”. Tal y como explica Carnicero, algunas de las capas de pintura tapaban el color azulado de esas zapatas. En la reforma que se realizó en el siglo XIX, dieron la vuelta a algunas de esas zapatas, teniendo en cuenta su mejor o peor estado, “y ahora al quitar las diferentes capas se ha visto que lo que iba adentro, estaba fuera. Por eso se observa que el intradós está pintado en azul, la parte que daría al interior de la galería, y lo de fuera se mantiene en este color ocre, de finales del XVII, que es el que se decidió dejar como acabado de todo el patio”, relata.

 


Pero la mayor sorpresa fue descubrir la calidad de la madera y su buen estado de conservación pese a la numerosas capas de pintura, que contribuyen a encerrar humedades, carcomas, etc. Se trata de madera de pino silvestre y laricio, procedente del Sistema Central, probablemente de la Serranía de Guadalajara: “Se seleccionaron, además, piezas muy buenas para hacer este palacio y se ha visto que están en buen estado, que con un pequeño lijado en algunas partes y con la consolidación con diferentes productos químicos, tenemos patio para rato”, ha valorado Carnicero.

 

 

 

En el escudo, que según ha dicho, está labrado en piedra procedente de las canteras de Tamajón, al igual que la mayoría de las columnas y capiteles del patio, “se ha quitado cemento, que estaba dañando la piedra, y se ha consolidado”.

 


“Tamajón tiene muy buenas canteras y a principios del siglo XVI, sobre todo los Mendoza, van a traer a esta ciudad muchísima piedra por la calidad y el buen tallado que tenía”, ha detallado el especialista.

 


El especialista concluía su intervención señalando que uno de los desafíos más importante de esta obra ha sido el de la Seguridad y Salud, ya que en un principio se trataban de ajustar los cuatro meses de plazo de ejecución de la obra a dos, para desarrollar los trabajos durante el verano y no interferir en el periodo lectivo, “pero rápidamente se vio la cantidad de capas que había y la necesidad de ir quitándolas de manera exhaustiva, con bisturí en mucho de las zonas y con mucho cuidado, para no detruir ninguna de las fases históricas y eso alargó el proceso”. Para el especialista, la convivencia con los alumnos ha sido clave. En este sentido, el director del centro trasladaba su agradecimiento al equipo de restauradores, que a lo largo de estos meses de trabajo han explicado su labor a profesores y a grupos de alumnos, incluso a turistas.

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