El sentido de la vida no tiene mucho sentido: nacemos de la nada, vivimos sin saber hacia dónde vamos y acabamos sin vida, de nuevo en la nada. Es algo que no alcanzamos a comprender desde nuestra razón, desde el pensamiento sobre cuál es el verdadero sentido de la vida. Es imposible que algo o alguien no nos hiera en algún momento, es imposible que no perdamos a algún ser querido, es imposible pensar que no vamos a envejecer.
Somos almas frágiles que nos hacemos pequeños ante las adversidades porque no alcanzamos a pensar que somos vulnerables y hace que vivamos con un sentido demasiado tenue. Vivimos con prisa y con indiferencia, sin llegar a pensar en la importancia de las cosas que tienen para cada uno.
El sentido con ausencia de sentido es la capacidad de percibir y comprender el significado subyacente de algo sin comprender necesariamente su significado literal. Es la capacidad de hacer conexiones entre ideas aparentemente no relacionadas y sacar conclusiones de ellas.
Si miras a tu alrededor, sobre todo a los canales de comunicación, verás que estamos rodeados de un sinsentido brutal. Nos invaden las miserias de aquellos que se dedican a la función pública, nos sobresaltamos de nuestras sillas cuando vemos las injusticias y el desánimo que producen las guerras y nos cabreamos cuando no vemos lealtad hacia las propias palabras que quienes gobiernan las naciones. En realidad, lo que está ocurriendo es que la propia vida, aún con lo que decía al principio, sí va a tener sentido y lo que es un sinsentido es lo que rodea precisamente a la vida.
Por eso es fundamental encontrar soluciones creativas que quizás no hemos alcanzado a considerar y a comprender nuestros propios pensamientos y emociones, así como los de los demás. Por eso es tan importante, en el mundo de hoy, la ayuda que puede proporcionarnos el sentido común para filtrar lo que es importante y lo que no lo es.
Para darle sentido a lo que nos rodea es importante el cómo afrontamos lo que va ocurriendo, así los sentimientos positivos son una parte esencial de la vida y pueden tener un tremendo impacto en nuestro bienestar físico, mental y emocional. Los sentimientos positivos como la felicidad, la satisfacción, la alegría y la gratitud pueden aumentar nuestro sentido de propósito en la vida, ayudarnos a sobrellevar situaciones difíciles, hacernos más resistentes al estrés e incluso mejorar nuestra salud física. También pueden ayudar a construir relaciones sólidas con los demás al crear una sensación de conexión y confianza. Al cultivar sentimientos positivos, podemos crear una vida más plena para nosotros y para quienes nos rodean.
A veces, entonces, merece la pena plantearse comenzar de nuevo; no obstante, todos los días se comienza de nuevo. Esto de volver a empezar puede resultar un pensamiento intimidante, pero también puede ser increíblemente gratificante. Nos brinda la oportunidad de crear una nueva vida para nosotros mismos, una que está llena de posibilidades y potencial. Empezar de nuevo nos da la oportunidad de probar algo nuevo, de arriesgarnos y de cometer errores sin miedo al fracaso. Nos permite explorar nuestras pasiones e intereses, descubrir nuestro verdadero propósito en la vida y crear un futuro significativo y satisfactorio. Empezar de nuevo no es solo tener oportunidades, sino también tener el coraje de aprovecharlas.
Me resisto a pensar en que no se pueda volver a empezar de nuevo con el propósito de mejorar lo que nos rodea. Se puede interpretar que es una actitud demasiado positiva pero cierto es que la actitud negativa es incapaz de ayudarnos a nosotros mismos y nos pone en desventaja, alineándonos con la desesperanza e incluso la depresión. La esperanza es un factor creativo y ayuda a superar los retos que nos presenta la vida.
En realidad, el sentido de la vida precisamente es que no tiene sentido. Desde ahí quizás podremos dejar de dar vueltas a lo que no tiene tantas y encarar el futuro otorgándole el sentido que queremos que tenga.
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