Hay un poema cuyo título es “si volviera a vivir” que relata los pensamientos de alguien de edad avanzada sabedor de que pocas cosas puede ya hacer en su vida, y las afirmaciones allí escritas hacen referencia a todo lo que hoy, con su sabiduría y experiencia, enforcaría de distinta manera, sobre todo en la parte de hacer más caso al corazón que a las opiniones de los demás.
Pequeños gestos del día a día pueden llenar nuestra mente de mágicos recuerdos y, sin embargo, no somos capaces de prestarles atención. Algo tan sencillo como madrugar para ver amanecer y trasnochar para ver atardecer, o reír sin parar de cosas sin sentido, o dejarte empapar por la lluvia sin miedo a no utilizar un paraguas o una capucha, o pasar tiempo con amigos y charlar de cosas que no tienen importancia, o soltar para poder continuar.
A veces nos sentimos desesperados por algo que no llega o por esos miedos que nos paralizan y nos impiden avanzar, hacemos una inmersión en un océano inexistente que nos imposibilita ver que mañana será un día nuevo y que otras cosas podemos hacer. Vivimos observando las vidas ajenas sin pararnos a pensar lo importante de las propias. Apenas podemos con las nuestras y, sin embargo, somos capaces de juzgar las de otros.
Las mejores ideas se generan en atmósferas de crisis, de igual forma las mejores formas de entender lo que nos rodea y utilizar la compasión pueden ayudarnos a comprender que a veces la mejor de las soluciones es otra distinta a la que estábamos pensando. Es como reflexionar sobre cómo se genera el perdón que se hace en medio de una ofensa.
Hay un bonito plan para tu vida, independientemente de las tristezas y dolores que te asalten por el motivo que sea. Pero ese plan tiene sentido si estás convencido realmente que lo que ocurre es por algo y que convierte en una nueva oportunidad para seguir viviendo. Y es que el dolor, venga de donde venga y te lo provoque quien te lo provoque, es todo un misterio.
Muchas veces nos sentimos traicionados y juzgamos los hechos como “lo peor que podía sucederme en la vida es una traición así”, sin pararnos a pensar que cuando el sol sale lo hace para todos por igual, o que la lluvia cuando cae moja también a todos, independientemente de si pensamos que es justo o injusto. A veces lloramos porque tenemos tristeza, pero a la vez tenemos que estar expectantes porque hay esperanza.
Los seres humanos tenemos la facultad de poder reponernos a las adversidades, entonces por qué no avanzar juntos en vez de dejar pasar las oportunidades que nos pueden llevar a tener que arrepentirnos por no haber aceptado. Por eso hay que aprender a decir que no a las situaciones, a estar solo sin necesidad de intentar siempre agradar a todos, a dedicarte tiempo a ti mismo porque es lo más importante y a cuidar tu aspecto personal.
Lo más importante es uno mismo. Cuando uno empieza a comprenderse y entender lo que le rodea es cuando se siente aliviado. De lo contrario entraremos en eso que está tan de moda que es la ansiedad por no lograr lo que tenía pensado sin dar la oportunidad a nuevas cosas que pueden llegarme.
Todavía estamos a tiempo de experimentar y hacer el ridículo en vez de pensar que no vamos a caer bien, estamos a tiempo de volver a empezar y de ser más entusiastas con todo lo que hacemos. Estamos a tiempo de disfrutar más, de agradecer, de compartir y de avanzar sabiendo que no todo es un camino de rosas, pero que tenemos que seguir viviendo para completar el fascinante viaje de la vida. No hay que esperar a que nos llegue el tiempo de poder arrepentirnos de no haber hecho porque ya no tenemos salud.
Si tengo vida tengo suerte y la suerte significa que tengo que construir para que me llegue lo que quiera que desee. La suerte también es pensar en lo que nos rodea y en quién está alrededor, porque con ellos tendremos la suficiente fuerza y confianza para seguir. Si es así solo tienes que hacerlo, solo tienes que seguir.
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