Antes de Navalcarnero, parte 2: El día que el Dépor tocó el cielo

El ascenso que cambió la historia del club y convirtió a Guadalajara en ciudad de Segunda

 

La historia reciente del Club Deportivo Guadalajara tiene un capítulo dorado que aún resuena con fuerza en la memoria colectiva de su afición. No fue un cuento de hadas, sino el resultado de años de crecimiento, aprendizaje y, sobre todo, persistencia. Aquel ascenso a Segunda División en la temporada 2010/2011 no solo fue un logro deportivo, sino también un símbolo de la madurez de un club que, poco a poco, fue creyendo en sí mismo.

 

Todo comenzó unos años antes, en agosto de 2007, cuando el Dépor debutaba en Segunda B ante la Peña Sport. Aquel curso lo terminaría con nota, en octava posición, rozando los puestos de promoción. Lejos de ser una excepción, fue el inicio de una trayectoria ascendente que continuaría con un noveno puesto en la campaña siguiente (2008/09) y con un ilusionante tercer lugar en la 2009/10. Ese puesto le permitió volver a disputar la Copa del Rey tras casi dos décadas de ausencia, además de acceder a su primer 'play-off' de ascenso a Segunda. Sin embargo, el sueño fue cortado de raíz por el Ontinyent, que le dejó fuera en cuartos de final.

 

Ya en la temporada 2010/2011, la ilusión creció desde el primer día. Aunque el arranque liguero no fue el mejor y los resultados no acompañaban, algo cambió radicalmente con la llegada de un nuevo técnico que supo dar con la tecla. El equipo reaccionó con una segunda vuelta espectacular, rematando la temporada regular en segunda posición, solo por detrás del Lugo. Ese puesto le permitió acceder de nuevo a la ansiada promoción de ascenso, esta vez con un equipo mucho más hecho, más veterano y con la experiencia acumulada de campañas anteriores.

 

El camino hacia la gloria no fue sencillo. En la primera eliminatoria superó al Orihuela, con un empate en el Escartín que hizo bueno el triunfo en tierras alicantinas. En la segunda ronda llegó el Sevilla Atlético, al que el Dépor goleó en casa. Aunque la vuelta en Sevilla fue tensa y con ciertos momentos de agobio, logró sobrevivir y avanzar a la final por el ascenso.

 

Y así llegó el gran reto: el CD Mirandés. Un rival con solera, que venía de protagonizar gestas en la Copa del Rey y que no se lo iba a poner fácil. El partido de ida, jugado en un Pedro Escartín a rebosar, acabó con una derrota mínima (0-1), dejando todo por decidir. Pero nada estaba perdido. Lo que vino después fue una de esas gestas que forjan leyendas: en un Anduva lleno hasta la bandera, el conjunto morado remontó el marcador adverso, primero con un testarazo de Juanjo y después con un penalti transformado por Ernesto que, gracias al valor doble de los goles fuera de casa, certificaba el ascenso.

 

El pitido final desató una euforia contenida durante años. Guadalajara entera se volcó en la celebración. Desde la fuente de Bejanque hasta la Plaza Mayor, pasando por las inmediaciones del estadio y el santuario de la Virgen de la Antigua, la ciudad se tiñó de morado. Por fin, el club alcanzaba la categoría de plata del fútbol español. Era 26 de junio de 2011. Una fecha para no olvidar.

 

Solo dos meses después, el Dépor debutaba oficialmente en Segunda, en un partido frente a la UD Las Palmas. Aquel arranque sorprendió a todos: el equipo llegó a liderar la clasificación en la jornada 6. Pero el vértigo de la nueva categoría pronto se hizo notar, y la dinámica positiva se transformó en lucha por la permanencia. Finalmente, y no sin sufrimiento, el objetivo se cumplió, asegurando la salvación con tres jornadas de margen, tras un vibrante triunfo ante el Elche (2-3).

 

Aquel ascenso y aquella temporada en Segunda no fueron solo un hito, sino la confirmación de que el fútbol también entiende de justicia poética. Guadalajara lo había soñado muchas veces. En 2011, lo hizo realidad.