La insurrección comunera fue mucho más que una mera revuelta, pues vino acompañada de un programa de reivindicaciones expuesto en las instrucciones de Valladolid y Burgos y la Ley Perpetua
"Muertos del mundo: uníos, emerged
entre sangre y cadenas; renaced
de las revoluciones invencidas"
Blas de Otero. 'Hojas de Madrid'
Aunque los Reyes Católicos durante su reinado, habían consolidado una monarquía fuerte, frente a las ambiciones de nobles y eclesiásticos, apoyándose en los estamentos urbanos (artesanos, burgueses, hidalgos), lo cierto es que la alta aristocracia seguía manteniendo un poder enorme, siendo así, que en 1525, una sola casa nobiliaria, la del Duque del Infantado, tenía bajo su autoridad 800 aldeas y 90.000 vasallos. Buena parte de las rentas de esta familia provenían de la posesión de 80.000 cabezas de ganado ovino, cuya lana enviaban a los Países Bajos. Realeza, monasterios, nobles, obispados…, con su control sobre la Mesta daban prioridad a la exportación de la lana en bruto -por los beneficios que les reportaba- a que se manufacturara en el país, lo que perjudicaba a la burguesía industrial y al artesanado de las ciudades de Castilla (Segovia, Cuenca, Toledo…) que veían obstaculizado su desarrollo.
Durante la Baja Edad Media se había producido un aumento de poder económico y jurídico de la aristocracia, al haber recompensado la dinastía Trastámara el apoyo de los nobles a su causa en las luchas dinásticas, con la cesión de muchas tierras y pueblos, que quedaron sometidos a todo tipo de tributos, con lo que los nuevos siervos pasaron a ser más pobres de lo que ya eran.
El predominio de la ganadería sobre la agricultura -en beneficio de la Mesta y la nobleza- había contribuido a agudizar la crisis económica que se produce en Castilla entre 1504 y 1506, al reducirse la superficie de cultivo, cuya consecuencia fue que Castilla hubo de importar trigo en este último año. La muerte de la reina Isabel, los bandazos de los precios, una fuerte carga de impuestos, el hambre… se tradujeron en inestabilidad política y descontento social, que afectó sobre todo a la zona central de Castilla: Toledo, Segovia, Salamanca, Guadalajara, Valladolid, Zamora, Toro…, manifestándose en las Cortes de Valladolid de 1518 y las de Santiago y La Coruña en 1520
En 1517 accede al trono de Castilla Carlos de Gante, hijo de Juana I, llamada 'La Loca' y Felipe 'El Hermoso', de quien se esperaba trajera la estabilidad al reino. Educado en la corte de Borgoña, no conocía las costumbres, leyes, ni la lengua castellanas y se presentó con un séquito de consejeros y magnates extranjeros que, de inmediato, se dedicaron a ocupar cargos públicos y a acaparar la moneda del país -con mayor contenido de oro que la utilizada en varios países europeos-, desdeñando consultar a las Cortes los asuntos de Gobierno.
El monarca parte para Alemania en 1520 para ser elegido emperador del Sacro Imperio, al morir su abuelo Maximiliano y solicita financiación a las Cortes pues sabe que su nombramiento no será posible sin tener con qué persuadir antes a muchos de los electores. Tras la reunión de los representantes de las ciudades en las Cortes de Santiago, estos le deniegan los caudales, pero en las que se celebran posteriormente en La Coruña consigue, mediante sobornos y amenazas, que se le otorguen. Durante su ausencia, un flamenco, el cardenal Adriano de Utrech, regirá el reino de Castilla.
El conocimiento de la claudicación de los procuradores, por cuanto permitía una fiscalidad abusiva, es el detonante que origina un salto en la conciencia de las clases laboriosas, el 'tercer estado', el que junto con la nobleza y el clero conformaba entonces la sociedad:
"El tercero estado es el resto, de cuya industria y trabajo todos se mantenían" sobre el que “se ejecutaban las leyes a diestro y siniestro” […], "como quien azota al perrillo para castigar al león" […] pero "este miembro postrimero ha caído en la cuenta de que como llevaba toda la carga de lo civil y criminal […], han comenzado lo que habemos visto por desechar este yugo". (Gonzalo de Ayora, 'Historia del Emperador Carlos V, Rey de España').
En Segovia, Burgos, Zamora, Guadalajara…, el pueblo indignado atenta contra los diputados traidores y pide el gobierno de la Comunidad en los municipios y otras instituciones, donde el pueblo, el común, esté representado, y no solo los estamentos nobles, y desde el que se abogue por el bien de todos los vecinos.
Frente al regente y el Consejo real, los comuneros constituyeron la Santa Junta de Ávila, que se alzó en Gobierno de Castilla.
Pero la insurrección comunera fue mucho más que una mera revuelta, pues vino acompañada de un programa de reivindicaciones expuesto en las instrucciones de Valladolid y Burgos y la Ley Perpetua, que proponían la restricción de los poderes del rey y de la nobleza; que los cargos públicos los ejercieran los castellanos; la limitación de impuestos, como la alcabala, consistente en un porcentaje del precio de las cosas que se vendían o cambiaban, que en buena parte iba a parar a la nobleza; o la eliminación de otros como el portazgo, que dificultaban el desarrollo del comercio; control del gasto público; que el dinero de Castilla tenía que revertir en ella y no usarse para las aventuras imperiales de Carlos V; el rechazo a toda injerencia extranjera en el gobierno del reino; la restricción de las exportaciones de lana y una mayor protección a la industria textil; retorno al patrimonio real de todos los señoríos concedidos desde 1504 -hoy diríamos privatizados-, rendición de cuentas, etc.
Medidas que, de llevarse a cabo, no podrían tener un efecto permanente sin cambios como:
"… el control efectivo de las Cortes sobre las decisiones del titular de la Corona (hasta entonces habían tenido una función meramente consultiva y deliberadora, siendo su principal misión el aprobar los presupuestos de la Corona), la revocabilidad y no perpetuidad de los procuradores y funcionarios. y la convocatoria regular de Cortes, no sólo cuando el monarca lo considerara oportuno". (Fernández Urbina, J.M., 'Villalar, ayer y hoy. El País, 23-04-1978)
Ante estas reclamaciones, iglesia, monarquía y nobleza, todos los que se arrogaban un privilegio de clase, hicieron causa común contra los sublevados.
El 23 de abril de 1521, en las inmediaciones del vallisoletano pueblo de Villalar, una tropa de infantería, cansada tras andar un largo recorrido bajo un fuerte aguacero, fue derrotada por la caballería noble del emperador Carlos, y sus dirigentes, Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, apresados, sometidos a juicio sumarísimo y decapitados al día siguiente.
La derrota de los comuneros vino precedida por el fracaso de intentar que la reina Juana legitimara su causa, quien se opuso a poner su firma en ningún documento en contra de su hijo; el paso al bando real de muchos nobles por la radicalización del movimiento al haberse extendido al campo, donde adquirió un carácter antiseñorial, iniciado con el levantamiento de los vasallos del conde de Buendía el 1 de septiembre de 1520; y la traición de la burguesía mercantil de la ciudad de Burgos, que obtenía grandes beneficios con la exportación de la lana.
En Sigüenza también hubo levantamiento comunero, que tuvo lugar tras el de Guadalajara, destituyéndose a cuantos ejercían cargos de justicia de real nombramiento.
En la citada reunión con la reina Juana, que tuvo lugar en Tordesillas el 24 de septiembre de 1520, estuvieron representadas las ciudades de Toledo, Burgos, León, Salamanca, Ávila, Segovia, Valladolid, Toro, Madrid, Guadalajara, Soria y la de Sigüenza, ésta por sus procuradores, Juan de Olivares y Hernán Gómez de Alcocer.
Un capitán del ejército imperial, Diego Pérez de Vargas, tras la derrota de Villalar:
"…condenó a destierro a Gómez, platero, vecino de Sigüenza, que llevaba por los lugares cartas y Capítulos de la ciudad de Toledo y otros de Valladolid y [del] Obispo de Zamora y unos cuadernos de la figura de Juan de Padilla con ciertas coplas, todo lo cual fue quemado por sentencia, dejando en el proceso una carta y cuaderno de cada uno".
La difusión de papeles comuneros fue abundante en aquellos días, como el mismo Pérez de Vargas alude en otro documento:
"…que demás desto prendió a los que llevaban las cartas y capítulos de traición que se imprimieron contra vuestras magestades y contra vuestros governadores y contra los de vuestro consejo y quemó las dichas cartas y capítulos públicamente, lo cual en el tiempo que él lo hizo ninguno fuera de vuestra corte lo hizo aunque las dichas cartas y capítulos y pregones andaban públicamente por todo el reino...". (Fernández Valladares, M. 'Arsenal de impresos comuneros. Repertorio bibliográfico ilustrado a través de la imprenta').
Fueron las Comunidades de Castilla, uno de los primeros movimientos de masas para transformar la sociedad, cuyo triunfo hubiera supuesto "la primera revolución de carácter moderno en España y probablemente en Europa", según el historiador Juan Antonio Maravall.
Pero su derrota, que fue la de la burguesía urbana, artesanos y los pobres del campo, alejó la esperanza de una sociedad próspera, con libertades cívicas, imponiéndose a cambio la triste realidad de un país con su paisaje de terruños despoblados y ciudades arruinadas y un paisanaje en el que descollaban frailes, mendigos y pícaros. Todo ello, eso sí, iluminado con el oro traído de América -invertido en guerras y lujo- y el resplandor de las hogueras de los autos de fe.
Enrique Alejandre Torija. Investigador de temas históricos. Autor de 'El movimiento obrero en Guadalajara. 1868-1939' y 'Guadalajara, 1719-1823.Un siglo conflictivo' y 'La mujer trabajadora en Guadalajara.1868-1939'.
Fuentes consultadas para la realización de este artículo:
- Carmelo Tárrega, J., 'Compendio de la Hª de España'. Toledo. 1859, tomo 6.
- Fernández Valladares, M., 'Arsenal de impresos comuneros. Repertorio bibliográfico ilustrado a través de la imprenta'. Madrid. Impresiones electrónicas. UCM. Septiembre. 2013'.
- Gonzalo de Ayora, 'Hª del Emperador Carlos V, Rey de España', Vol. 7, Prudencio de Sandoval, Madrid.1847.
- Maldonado, J., 'Hª de la revolución de las Comunidades de Castilla', Madrid, 1840.
- Menéndez Pidal, R., 'La España del emperador Carlos V', Hª de España, t. 20, Espasa Calpe. Madrid. 1982.
- P. Mexia, 'Relación de las Comunidades de Castilla'. Barcelona, 1985.
- 'Los comuneros'. Cuadernos Historia 16.Nº 24.
- El País.