La Romería de las siete Banderas celebra la hermandad de los siete pueblos del Montesino para mirar hacia el futuro

Publicado por: Marta Perruca
17/05/2025 08:00 AM
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La Asociación de los Pueblos del Montesino se configuró en 2017 para recuperar esta antigua tradición del siglo XV y encontrar en el pasado el motivo y la excusa para volver a hermanar a estos pueblos con unos objetivos acordes a los tiempos que corren. De esta manera, la Asociación trata de conservar el patrimonio material e inmaterial de la tradición y fomentar la realización de actividades que contribuyan a promover oportunidades de futuro

 

Llueva, nieve o haga frío, la tradición manda acudir a la ermita de Montesinos el tercer fin de semana de mayo, por lo que un año más, los siete pueblos que protagonizan esta Romería de las Siete Banderas (Aragoncillo, Anquela del Ducado, Cobeta, Olmeda de Cobeta, Torremocha del Pinar y Villar de Cobeta) acudirán fieles a su cita, prevista para este mismo sábado, 17 de mayo, a partir de las 12.00 horas.

 


La tradicional romería, declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial, recuperaba su esplendor en 2017, cuando los municipios implicados configuraban la Asociación Cultural “Pueblos del Montesino”, precisamente para dar un impulso a esta festividad que estaba de capa caída, al mismo tiempo que asumían otros compromisos adaptados a estos nuevos tiempos que corren. Como no podía ser de otra manera, entre los objetivos de la asociación se encuentra la recuperación y preservación de todo el patrimonio inmaterial que envuelve a esta festividad, pero también el fomento de las actividades para la conservación del patrimonio histórico, artístico, cultural y medioambiental y para incentivar la participación de los vecinos y contribuir a frenar el deterioro socioeconómico de estos pueblos del Señorío de Molina, en pleno corazón de la despoblación. Estos compromisos adquieren pleno sentido en el marco de esta antigua tradición, que celebra la hermandad de todos ellos, sus raíces y su identidad, muy ligada a esta Ermita de Montesinos y a su leyenda.

 

La leyenda de Montesinos

Una de las primeras acciones de la Asociación Cultural de Pueblos del Montesino fue reeditar la obra “Breve historia de la aparición de nuestra Señora del Montesino, que se venera en el término de la villa de Cobeta” escrita por D. Pío Serrano y Gil, Presbítero, cura propio de dicha Villa, publicada en el año 1808, que documenta las leyendas e historias de este paraje.


La devoción a la Virgen del Montesino se remonta a momentos posteriores a la Reconquista de estas tierras, hacia el año 1140, cuando la zona se encontraba bajo el dominio de “un moro valiente, capitán de los Ejércitos del Reino de Valencia, que andaba haciendo daño a los cristianos de esta tierra y se llamaba Montesinos”, tal y como relata un manuscrito que rescató el cronista oficial de la provincia de Guadalajara, Antonio Herrara Casado, del archivo del Monasterio cisterciense de Santa María de la Huerta, en la provincia de Soria, y que según asegura en su blog, “viene a dar una visión directa y viva de lo que era la tradición en torno a Montesinos durante el siglo XVII”

 

El cerro conocido como Castillo de Alpetea donde la leyenda cuenta que vivía el Moro Montesinos. Imagen: Archivo
El cerro conocido como Castillo de Alpetea donde la leyenda cuenta que vivía el Moro Montesinos. Imagen: Archivo



Al parecer, según ciertas versiones de esta leyenda, el moro Montesionos regentaba el castillo de Alpetea, del que hoy sólo se conserva el nombre y cuyas rocas, se dice, fueron empleadas para levantar las trincheras que defendieron el territorio durante la Guerra Civil y las contiendas Carlistas. Estas barricadas todavía se mantienen en pie en este imponente paraje, desde donde se observa una de las panorámicas más impactantes del cañón del Tajo, a su paso por el puente de San Pedro.

 


El relato dice que la Virgen se le apareció a una pastora natural de Cobeta o de Villar de Cobeta, según la versión de la que se trate, en un lugar cercano a donde hoy se levanta la Ermita, mientras se encontraba buscando unas reses que se habían perdido. Al parecer, el moro Montesinos conocía bien a esta pastora a la que le faltaba un brazo, porque subía frecuentemente a la fortaleza para suministrarle leche de cabra.

 


La Virgen le encomendó la misión de ir en busca de Montesinos , para pedirle que fuese al mismo lugar donde se había aparecido con la promesa de que “hallaría lo que más le convenía”. En vistas de que las palabras de la muchacha no iban a ser aliciente suficiente para mover la voluntad del capitán, la Virgen curó el brazo de la joven, “como prueba de que lo que le decía era verdad”.

 


Finalmente, la pastora logró convencer al sangriento sarraceno que al llegar al lugar encontró una antigua talla de la Virgen. El pergamino del siglo XVII que recoge Herrera Casado señala que la Virgen convertía a Montesinos “y en el mismo lugar le bautizó y vivió haciendo penitencia”. De hecho, existe la creencia entre los lugareños de que la antigua ermita que erigió Montesinos y el lugar donde terminó sus días se encuentra en unas cuevas cercanas, donde hoy están los restos de un molino harinero y una pequeña central hidroeléctrica.

 


De hecho, el manuscrito rescatado por Herrera Casado indica que “en confirmación de estas tradiciones” se halla incorporada y junto con la cueva, otra más pequeña, de la altura de un hombre, "donde dicen que vivió Montesinos”.

 


También apunta Herrera Casado que en la iglesia parroquial de la Olmeda de Cobeta, “existe un lienzo representando la aparición de esta Virgen, en que se ve a María sobre un árbol y un príncipe moro, con un aldeano a su lado, postrados de rodillas ante ella”.

 

La Ermita de Montesinos y Francisco Checa Concha


Enclavada en el valle del río Arandilla, en los términos municipales de Cobeta y Torremocha del Pinar, la Ermita de Montesinos está flanqueada por torreones de roca arenisca labrados por este río, cuyas aguas cristalinas adornan el paisaje con pequeños saltos y cascadas.

 


Todavía permanece viva, en este hermoso rincón del Alto Tajo, la memoria de Francisco Checa Concha, que como uno de los personajes de la leyenda, era pastor, y de la misma manera que el moro Montesinos, permaneció en este rincón durante varias décadas como santero de la Virgen de Montesinos, hasta que falleció el 14 de marzo de 2014, a la edad 93 años. En su recuerdo se instalaba una placa de piedra en las inmediaciones de la ermita que reza: “En reconocimiento a Francisco Checa Concha. Entregó 30 años de su vida al cuidado de la virgen del Montesino y su entorno”.




Este año será Villar de Cobeta la localidad responsable de presidir la ceremonia religiosa, y tanto su cruz procesional como su bandera serán las que encabecen todos los actos. También le corresponderá ser la anfitriona y convidar a los asistentes al aperitivo, que tendrá lugar al finalizar el evento.

 


La tradición de la Romería de las Siete Banderas se remontal al siglo XV y representa la hermandad entre estos siete pueblos, que en la explanada de la Ermita se saludan con sus respectivas banderas parroquiales y sus cruces. Para ser fieles a estra tradición, cada uno de los pueblos ha hecho las investigaciones pertinentes para recuperar las banderas tal y como eran antiguamente.

 

 

Se trata de una jornada emocionante, con momentos muy emotivos para compartir y estrechar lazos, para reconocerse en un pasado común y una identidad y encontrar las fuerzas y la voluntad necesarias para mirar hacia el futuro.

 



Los vecinos de cada uno de los pueblos marchan caminando hacia la ermita de Montesinos por el camino tradicional que conecta cada una de las villas con este hermoso paraje. Como se hacía antiguamente, las comitivas de cada uno de los pueblos acceden por un lugar distinto del barranco a una hora determinada cuando son llamados por el tañer de las campanas, hasta llegar a la pradera que se encuentra frente a la Ermita, mientras resuenan los tambores y las dulzainas.

 


Una vez llegan todas al punto de encuentro , se realiza el acto del saludo fraternal, formando dos círculos concéntricos, el interior con las cruces y el exterior con las banderas. En primer lugar, se saludan las cruces, chocando su parte superior y después las banderas, que hacen lo propio, cubriendo las cruces con sus crespones. Este año, como novedad, se han instalado siete estructuras de piedra redondas y otras siete cuadradas para señalar el lugar exacto donde deben situarse las respectivas cruces y banderas.

 


Posteriormente, cada uno de los pueblos con sus cruces y estandartes, acceden a la iglesia para participar en la Eucaristía. Las banderas forman un cordón ceremonial en la puerta, para que las cruces vayan atravesando el umbral.

 



El escudo que corona el retablo de la ermita está dividido en cuatro partes, que recogen los emblemas de las casas de los Mendoza, los Zúñiga y los Señores de Molina y en una cuarta, once monedas, representando a los once pueblos que entonces pertenecían al Montesino, hoy reducidos a siete.

 


En el manuscrito que reproduce Herrera Casado se dice que la imagen y la ermita pasaron al poder de Monasterio de Huerta por donación de la Condesa de Armesen, que hizo entrega de Arandilla. Dicha donación, según figura en archivo del Monasterio y las memorias de los sepulcros de los condes de Molina, fue hecha en 1205. Al parecer, según se puede deducir del texto del manuscrito, con posterioridad, la imagen de la Virgen pudo llevarse a la iglesia de San Gil de Molina o, lo que parece más cierto, a Cobeta, para trasladarse después a una ubicación “más abajo de donde ahora está”. Los señores de Cobeta decidieron construir una ermita en su término, con lo que la imagen no regresó a la cueva donde se apareció la Virgen, “por estar en término de la jurisdicción de Molina”.

 


La ermita, con la imagen de la Virgen de Montesinos, dice el texto, “después de varios sucesos, en el año 1611 volvió al poder del Monasterio de Huerta por donación que de ellas y otras cosas hicieron los señores Don Diego López de Zúñiga y don Francisco López de Zúñiga, su hijo mayor, señores de Cobeta y su tierra, reservando para sí el título de Patrones “.

 

 

 

Al finalizar la Misa, tiene lugar la procesión, que antiguamente rodeaba hasta siete veces el entorno de la Ermita, pero que la organización ha reducido a tres vueltas. Encabezan la procesión las banderas, seguidas de las cruces, los tambores y dulzainas y a continuación, el párroco el resto de romeros.

 



Concluidas las vueltas de la procesión y con las banderas flanqueando la entrada, las cruces vuelven a conformar un círculo repitiendo el saludo, juntando los penachos durante unos segundos. Finalmente, las cruces entran en la ermita, para poner fin al acto religioso y dar paso al aperitivo, donde los vecinos de todos los pueblos conviven y charlan entre ellos.

 

 

Posteriormente, cada pueblo ocupa el lugar que tiene designado para compartir el almuerzo. Torremocha del Pinar y Cobeta, localidades anfitrionas, tienen cada una de ellas una casa allí, con mesas alargadas para disfrutar de sus viandas. El resto de pueblos comen al aire libre, salvo cuando las inclemencias meteorológicas obligan a que cada una de las casas se apriete un poco más, para recoger al resto de pueblos hermanados.

 

 


Poco a poco, el público se va dispersando tras una jornada en la que, seguro, se han reencontrado con viejos conocidos o incluso han tenido la oportunidad de estrechar lazos con otras personas con raíces en la zona o forasteros que han acudido atraídos por la tradición y la belleza del entorno. En los corrillos, van reforzando los hilos de su identidad y el orgullo de pertenecer a esta tierra, mientras que conversan e imaginan posibilidades y oportunidades para tejer su futuro.

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