Una maravilla por conocer

Con la llegada de la Semana Santa comienza en la provincia la época turística por excelencia, que se prolongará hasta bien pasado el verano. Estos días festivos suponen el arranque de una larga temporada en la que Guadalajara se pone bonita para recibir a miles de turistas que cada año recorren pueblos, parajes naturales, museos, yacimientos arqueológicos o rutas patrimoniales y conocen de primera mano las excelencias gastronómicas de una tierra que tiene mucho, muchísimo que ofrecer.

La mayor parte de nuestros visitantes proceden de la Comunidad Valenciana y de Madrid, aunque no faltan también viajeros del norte de España que encuentran en Guadalajara una oferta turística de gran calidad y enorme variedad. 

Sin embargo, llama la atención que seamos precisamente nosotros, los guadalajareños, los que menos nos acercamos a conocer una provincia que nos deberíamos conocer al dedillo y promocionar allí donde pudiésemos. Y esta es precisamente una asignatura pendiente en materia turística y uno de los mayores retos del sector: atraer y convencer a los autóctonos del enorme potencial que existe en su tierra. 

Debería sonrojarnos que sean los foráneos los que se encargan de promocionarnos. Porque el visitante ejerce un importantísimo papel de altavoz y atracción y, el que viene, suele regresar, porque se queda con ganas de más.

Cada año, instituciones, hosteleros y restauradores invierten no pocos euros en vender las excelencias de Guadalajara a través de campañas publicitarias que parecen no llegar a oídos de los habitantes de esta tierra, tan bella como desconocida y de la que deberíamos enorgullecernos.

Tenemos motivos más que de sobra para presumir de nuestra variada y espectacular riqueza. Albergamos tres parques naturales de una belleza sorprendente; innumerables rutas paisajísticas en las que disfrutar de una fauna y una flora increíbles; un patrimonio arqueológico, geológico, monumental e industrial de primera categoría; pequeños museos que atesoran grandes obras artísticas; una magnífica artesanía; arte rupestre; castillos, murallas y cientos de rincones por descubrir. Por no hablar de nuestra rica y variada gastronomía, nuestros buenos vinos y, por supuesto, nuestra excelente miel.

Sin embargo, a cualquier oportunidad que surge, gran parte de los habitantes de esta tierra hacen las maletas en busca del sol de la costa y de las abarrotadas aguas de las playas del Mediterráneo, cuando a dos pasos de casa toda una provincia, con su capital al frente, les esperan con los brazos abiertos. 

Dicen que nadie es profeta en su tierra. Y el ejemplo lo tenemos en nosotros mismos. Conocer Guadalajara, visitar sus rincones, pasear por sus parajes, empaparse de su historia, su cultura y sus tradiciones debería estar en la agenda de todos los guadalajareños. Contribuiríamos así, además, al desarrollo económico de las zonas turísticas, salpicadas por casas rurales, hostales, hoteles y establecimientos de restauración que luchan cada temporada por salir adelante, especialmente los de las zonas más despobladas, que agonizan en invierno. 

Aquí mismo tenemos todo lo que otros buscan. Conozcamos, disfrutemos, promocionemos y, sobre todo, amemos nuestra tierra. Tan sólo hay que ponerse a ello.