Molina de Aragón se despide de Martín Mendieta, el escultor de sueños

Publicado por: Marta Perruca
11/06/2023 08:00 AM
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Imagen de archivo de la inauguración de la exposición de Martín Mendieta en el Museo de Molina, en el verano de 2015.
Imagen de archivo de la inauguración de la exposición de Martín Mendieta en el Museo de Molina, en el verano de 2015.

El artista compartía algunas reflexiones sobre su proceso creativo y su principal material de trabajo, las rocas de la Comarca de Molina, con motivo de una exposición celebrada en el Museo de Molina en el verano de 2015, que El Decano ha querido recuperar a modo de homenaje

 

Molina de Aragón se despedía el pasado miércoles de uno de sus más grandes artistas, el escultor Martín Mendieta, cuyas obras continúan irradiando sensibilidad y creatividad en algunos de los rincones de la comarca y de la provincia de Guadalajara, invitando a sus vecinos a participar de su particular mundo de ensueño. Su memoria continúa viva a través de su legado, en muchos de los rincones de Molina de Aragón, su ciudad natal, a través de sus enigmáticas fuentes, sus estatuas juguetonas que aparecen misteriosas en los lugares más insospechados. También en las fuentes ornamentales de pueblos como Tierzo, Castellar de la Muela, Cubillejo de la Sierra, Terzaga, Saúca, Mantiel o Yebes.



 

Su talento inmortal también quedó plasmado en las arquerías de la ermita de Nuestra Señora del Buen Labrado de Ablanque, en escudos heráldicos, relieves y esculturas. Se ha ido el artista, pero nos ha dejado su mundo más íntimo que supo expresar como nadie dando forma con el cincel a las rocas más características de la Comarca de Molina y el Alto Tajo.

 


Con motivo de una exposición celebrada en el verano de 2015 en el Museo de Molina, Martín Mendieta ofrecía a los visitantes la oportunidad de conocer algunas de sus obras más personales y compartía una serie de reflexiones sobre sus fuentes de inspiración, el proceso creativo y la riqueza de las rocas de la comarca, que utilizaba en sus obras, que hemos querido recuperar hoy a modo de homenaje. Entonces reconocía que no sabría decir de donde emergía ese mundo especial que recreaba en sus trabajos: “Supongo que de la naturaleza, que está muy presente en mi obra, pero también de la mujer y la música”.

 


El artista entendía la escultura como un proceso: “Lo primero que hago es mirar la piedra, lo que puede contener en volumen y luego ya, no lo sé. No se trata de un proceso fijo y según voy aprendiendo más, ese proceso se acorta en el tiempo: Desde que tengo una idea hasta que la veo materializada, cada vez pasa menos tiempo”, comentaba.

 


La muestra recopilaba el trabajo de toda una vida. Las obras que el artista fue cincelando en momentos escondidos y encontrados. La escultura también fue su profesión y sus obras de piedra forman parte de algunos de los rincones más representativos de los pueblos de la provincia, pero las obras de esa exposición no fueron encargos: “Son obras que me han acompañado desde hace mucho tiempo. Las he ido haciendo en mi tiempo libre, en ratos y ratos. Algunas las empecé hace 25 años y las he acabado ahora”, explicaba.




Para Mendieta, de todos los materiales que el escultor podía trabajar, “la piedra es el más noble con diferencia”, quizá porque las rocas han sido espectadoras de la historia de nuestro planeta durante cientos de millones de años y contienen pedazos de cada uno de sus episodios.

 


En la comarca de Molina de Aragón, declarada Geoparque Mundial de la UNESCO, tal y como aseguraba el escultor, “tenemos una variedad impresionante de rocas, sobre todo en areniscas, donde las hay de todo color y de toda calidad”. Esta gran diversidad se debe a que, en este territorio, están registrados cientos de millones de años de la historia de la Tierra, en los cuales se formaron diferentes tipos de rocas, que proporcionaban innumerables recursos a sus obras.

 


Mendieta aprendió a dialogar con ellas y sabía muy bien en qué lugares concretos se encontraban las de mayor calidad: “Las calizas del entorno de Peña Moñuz son las mejores”. Los celtíberos lo sabían bien y por eso asentaron un castro en lo alto del cerro que hoy le da nombre. Los pobladores prerromanos de este lugar excavaron un gran foso en la roca caliza y utilizaron ese material para levantar unas imponentes murallas con poderosas torres, en el siglo IV a. C.

 


Junto con las calizas de la Olmeda de Cobeta, Mendieta valora las areniscas de la Sierra de Caldereros. “En esta exposición hay una pieza muy especial con este tipo de roca, que tiene un veteado nada corriente”. Las areniscas de Caldereros se formaron en un ambiente continental, hace unos 245 millones de años, gracias a los sedimentos que arrastraban unos antiguos ríos, que se abrían paso a través de enormes valles. Estas particulares formas son costras de hierro. Cuando se depositaron estos sedimentos el clima era muy cálido, árido y sin vegetación, lo que provocó que el hierro se oxidase dotando a la roca de este característico color.

 



Cada roca tiene sus particularidades, según Mendieta. La arenisca de Caldereros, apunta, “tienen la singularidad de que consumen la herramienta -por algo ha sido siempre piedra de afilar-. Permanece inalterable en el tiempo y guarda las mismas condiciones hoy, que de aquí a cien años”. Si las areniscas de Caldereros son especialmente resistentes es porque están formadas por millones de pequeños granos de cuarzo de gran dureza. Además, el “cemento” que los aglutina también es muy resistente. Por esto es por lo que dan lugar a caprichosas formas del relieve, como torreones, monolitos o crestones de roca.




“La caliza, por su parte, hay que trabajarla cuando todavía conserva cierta humedad, por que de lo contrario, es muy difícil”. En la mayoría de los casos, esta roca se ha sedimentado en ambientes marinos, por precipitación del carbonato cálcico que contiene el agua. En términos generales, son rocas porosas, que absorben más o menos bien el agua y eso hace que sean más fáciles de trabajar. De hecho han sido muy utilizadas en la construcción a lo largo de la historia y forman parte de las fachadas y escudos de muchos de los monumentos de la comarca, como es el caso del imponente castillo-alcázar de Molina, construido de ladrillo, mampostería de calizas y arenisca rojiza. Ello se debe a que, aunque no son tan resistentes como las areniscas de Caldereros, tienen suficiente resistencia y pesan menos, con lo que son más fáciles de transportar. Además, es la roca predominante en el entorno de Molina.

 


Para trabajar estas rocas, Mendieta utiliza herramientas muy sencillas: gubias, punteros y cinceles. También echa mano de la radial para acortar el proceso, aunque en muchos de los casos “casi todo lo tengo que hacer a mano por las formas que utilizo, porque casi nunca hay rectas”.

 


Y cada una de esas rocas atesora parte de la historia de nuestro planeta: En ocasiones, cientos de millones de años. En la obra de Mendieta se pueden contemplar convertidas en seres maravillosos, ya sean hadas, musas u otros habitantes misteriosos del bosque, que nos invitan a soñar, tal vez sin ser conscientes de que, en sí mismas, contienen una historia apasionante. No en vano, para el artista era evidente que, de entre todos los materiales que se pueden trabajar, la piedra es el más noble, pues forma parte del propio planeta y de su historia. “Ellas son parte del propio planeta y permanecerán aquí cuando nos hayamos ido”, concluía.

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