El pasado 12 de octubre se cumplían 531 años de la increíble hazaña que llevaba a Cristóbal Colón a las crónicas históricas como el descubridor de un nuevo continente, pero después de más de medio milenio, el linaje de uno de los personajes más destacados de nuestra historia moderna continúan siendo fuente de polémica. Los orígenes de Colón, que los libros de Historia sitúan en Génova, en una familia de tejedores, han sido objeto de un sinfín de teorías, que con las nuevas técnicas de investigación y, gracias al proyecto más ambicioso llevado a cabo hasta el momento, podrían encontrar una solución definitiva que consiga dar carpetazo al asunto.
Estas investigaciones de la Universidad de Granada, coordinadas por el catedrático de medicina legal y forense, el Dr. José Antonio Lorente, tratan de cotejar los restos atribuidos a Colón, a su hijo Hernando y a su hermano, Diego, con otros que sostendrían un total de ocho tesis suficientemente fundamentadas en Valencia, Mallorca, Galicia, Navarra, tres en distintos lugares de Portugal y también en Guadalajara, concretamente en Espinosa de Henares y Cogolludo.
Televisión Española está rodando toda la investigación con el fin de realizar un documental o incluso una miniserie sobre el proceso y el 20 de mayo de 2021, coincidiendo con el aniversario del fallecimiento de Cristóbal Colón, en la Facultad de Medicina de Granada, los defensores de las diferentes tesis sobre los orígenes de Colón exponían a las cámaras sus respectivas teorías.
En el marco de este proyecto, hace unos años se exhumaban los restos de la iglesia de Santa María, en la villa ducal, donde la teoría alcarreña apunta que podrían estar los restos de Doña Aldonza de Mendoza, que según esta tesis sería la madre de Cristóbal Colón, e incluso los del propio Almirante. El defensor de esta vertiente es Alfonso Carlos Sanz Núñez, que retomaba las investigaciones iniciadas por su padre, Ricardo Sanz García, tras su fallecimiento, aportando nuevos datos que avalarían esos orígenes guadalajareños.
Los resultados, que parecían próximos, se están haciendo esperar, en parte, según Sanz Núñez, debido a la pandemia del Covid-19 y teniendo en cuenta que “las muestras de cada uno de los restos que se han aportado se han enviado a cinco lugares distintos. Unas se han quedado en Granada y las demás han viajado a Portugal, Tejas, Méjico y Florencia, y los resultados tienen que coincidir”.
Además, hay que tener en cuenta que no se tiene certeza de que los huesos atribuidos a Colón se correspondan efectivamente con el protagonista de esta historia. Tal y como relata el investigador, Colón murió en Valladolid el 20 de noviembre de 1506, siendo enterrado en el Convento de San Francisco de la ciudad; tres años más tarde, fue trasladado a la Cartuja de Sevilla y en 1523 cruzó el Atlántico hasta Santo Domingo, junto con los restos de su hijo Diego, donde permaneció sepultado en la catedral de la ciudad hasta 1795, cuando en Tratado de Basilea supuso la cesión de la isla a Francia. Los restos fueron de nuevo exhumados y desplazados a la catedral de La Habana (Cuba), hasta la independencia del País en 1898, cuando regresaron a Sevilla: “Colón dejó dicho que sus restos debían ir a Santo Domingo, junto a los de su hermano Bartolomé, pero también fueron a parar allí los de su hijo Diego, los de su nieto Luis y los de otro nieto que se llamaba también Cristóbal. Cuando se levantó una sepultura que había en la iglesia de Santo Domingo encontraron unos restos muy pequeños en una cajita que ponía Cristóbal Colón Almirante, pero es que su nieto también se llamaba Cristóbal Colón y también fue almirante, por lo que la información es confusa”, comenta.
Pese a este estrambótico periplo, Santo Domingo sigue reivindicando que el almirante está enterrado allí, por lo que Sevilla y Santo Domingo se disputarían entonces el lugar del lecho donde descansan los restos del descubridor de América. Según el historiador, los dominicanos no tendrían mucho interés en estudiar estos restos , para seguir manteniendo viva la leyenda, por lo que son los de Sevilla los que se están sometiendo a estudio junto con los de su hijo, Hernando Colón: “Cristóbal Colón no se casó con la madre de Hernando, pero es el único que se ha enterrado en la catedral de Sevilla y no se han movido nunca de esa sepultura”, afirma. Sanz Núñez recuerda que hace algunos años se realizaba una comparación de ADN con los restos que llegaron de La Habana el 19 de enero de 1899, pero los resultados no fueron concluyentes, con lo que las investigaciones continuarán con los restos de otro hijo, Diego, aparecidos en Sevilla.
“Se trata de unos análisis muy complejos que, además, van a servir para realizar otro tipo de estudios. Por ejemplo, la Cátedra de Antropología se ha encargado de hacer un estudio de a quién corresponden los restos exhumados para hacer las comparativas de las diferentes tesis: Si es un hombre, una mujer, la altura, si es posible averiguar de qué murió, si se han trasladado de un lugar a otro, si hay restos de tejidos, etc.”, comenta el investigador.
Fundamentos no le falta a la investigación de Alfonso Carlos Sanz que relata una historia apasionante cargada de misterio, intrigas, venganza, dramas amorosos y, por supuesto, increíbles aventuras.
Según los estudios de Ricardo Sanz y Alfonso Carlos Sanz, Cristóbal Colón nació en Espinosa de Henares el 18 de junio de 1435. Era hijo de Doña Aldonza de Mendoza, duquesa de Arjona y Señora de Cogolludo, entre otros títulos.
Doña Aldonza era hija de Don Diego Hurtado de Mendoza, Almirante de Castilla, y doña María de Castilla, hija reconocida de Enrique II de Trastámara. Fruto de estas nupcias, acaecidas en el año 1375, el Almirante de Castilla recibió como dote la villa de Cogolludo. Años más tarde, doña María fallecería y Don Diego Hurtado de Mendoza vuelve a casarse con Leonor de la Vega para ganar posición social “ya que se trataba de una mujer con muchos títulos”, explica el guía oficial de Cogolludo, Francisco Javier Segura. De este segundo matrimonio nacieron Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, García, Elvira, Teresa y Gonzalo.
A la muerte de su padre, Doña Aldonza recibió en herencia de su madre “las villas de Cogolludo, Loranca de Tajuña, El Pozo de Portillo, en tierra de Atienza y la posesión de Torralba, y del almirante heredó las villas de Tendilla, Cobeña, Algecilla, Palazuelos y Robredarcas, otros muchos lugares, unas casas principales en Guadalajara y buena suma de dineros”, señala Alfonso Carlos Sanz, en el artículo “Doña Aldonza de Mendoza, madre de Cristóbal Colón”.
Doña Aldonza contraería matrimonio con don Fadrique de Castro, hijo primero de Pedro [Enríquez], conde de Trastámara, Lemos y Sarriá, y de la condesa Isabel de Castro. Tras asumir la titularidad de la Casa de Lemos, tras la muerte de su padre, acaecida en 1400, Fadrique logró situarse sólidamente en la Corte alcarreña. Su posición se fortaleció poco después, el 26 de febrero de 1405, con este casamiento. Tal y como relata el historiador, don Fadrique era hombre “de gran valimiento gracias a su poderío y parentesco con los reyes”. De hecho, cuando “Juan II desposeyó de sus bienes al buen Condestable Ruy López de Dávalos en 1423, hizo a don Fadrique de Castro señor y duque de la villa de Arjona, título que heredó posteriormente doña Aldonza de Mendoza”.
La historia no deja en buen lugar a este duque, que sometió a Doña Aldonza a innumerables infidelidades, vejaciones y maltratos hasta su muerte en 1430.
Por otra parte, la relación de Doña Aldonza de Mendoza con su hermanastro, el marqués de Santillana, tampoco fue un jardín de rosas y fueron incontables los pleitos por las posesiones que la señora de Cogolludo había heredado. Finalmente, “Don Íñigo, Doña Aldonza, y el duque de Arjona, llegaron el día 10 de noviembre del año 1422 a un acuerdo, por el que, si Aldonza no tenía hijos, todos sus bienes pasarían a su hermanastro, guardándose doña Aldonza para sí y su esposo, desde junio de 1423, la posesión del Real de Manzanares, menos Guadalix, mientras Miraflores sería para Íñigo”, explica Francisco Javier Segura.
Dos días antes de morir Aldonza, en Espinosa de Henares, el 16 de junio de 1435, hace un testamento, que recoge algunas claves que podrían constatar el linaje de Cristóbal Colón. “Según esta tesis, ese testamento se hizo dos días antes de su fallecimiento, porque iba a dar a luz, y en esos casos era muy frecuente la muerte en el parto, como así ocurrió”.
A esa fecha, Doña Aldonza tendría la edad de 55 años. “Parece una edad muy alta para una mujer, pero existe el ejemplo de otra Mendoza que tuvo trillizos y era mayor que doña Aldonza”, argumenta el investigador.
En el testamento de Aldonza de Mendoza figura una orden para que se le paguen trece mil maravedíes a Cristóbal Genovés. En su último libro: “Cristóbal Cólón: una historia por completar”, Afonso C. Sanz atribuye la paternidad de Cristóbal Colón a este personaje misterioso a quien, posiblemente, se confiaría la custodia del recién nacido para evitar su desaparición, pues sería el heredero natural de toda la fortuna de la duquesa, y ello dejaría sin herencia al hermanastro de doña Aldonza, el marqués de Santillana.
Los dos testigos del fallecimiento de la duquesa, Fray Esteban de León, prior del Monasterio jerónimo de San Bartolomé de Lupiana y Juan de Contreras, criado de la duquesa, dieron cuenta del nacimiento de Rodrigo de Mendoza, en dos documentos posteriores al fallecimiento de la duquesa. La tesis desgrana una serie de testimonios y prebendas que confirmarían la existencia de este parto.
Mientras tanto, se sigue escribiendo el destino de Cogolludo, que tras la muerte de Doña Aldonza, fue disputado entre el hermanastro de ésta y su primo, pero finalmente, sería reintegrado a la Corona.
Fue entonces cuando el Rey Juan II de Castilla hizo donación a Fernando Álvarez de Toledo, conde de Alba, del Señorío de Cogolludo, «pero tuvo la villa muy poco tiempo en su poder», señala el guía oficial. El conde de Alba, «no quedando muy satisfecho con la donación Real», accede a la propuesta de permuta del tercer conde de Medinaceli, Don Luis de la Cerda, que queda plasmada en un documento dado en Olmedo (Valladolid) en 1438. A través de esta permuta, «se cambian los dominios de tal manera que el tercer conde de Medinaceli se queda con Cogolludo y Loranca y el conde de Alba, con las villas de tierra de Plasencia», con lo que los dos condes obtienen propiedades más cercanas a sus posesiones
“Al llegar Colón a Sevilla, procedente de Portugal, se dirigió al duque de Medina Sidonia para ofrecerle su proyecto, siendo rechazado. Con posterioridad, el duque de Medinaceli le mandó llamar, y "“se informó del muy particularizadamente” ¿le reveló su identidad y le solicitó ayuda a cambio de no darla a conocer, puesto que le habían robado su herencia?”, especula Alfonso Carlos Sanz. De hecho, Cristóbal Colón recibió el apoyo del duque de Medinaceli, Luis de la Cerda, y del cardenal Pedro González de Mendoza, para que éste fuera recibido en audiencia por los Reyes Católicos, y también otro Mendoza, Lorenzo Suárez de Figueroa, le abre la puerta ante la realeza francesa, para dar a conocer su proyecto.
Otro de los elementos sobre los que se sostiene la tesis alcarreña es una carta que escribe el duque de Medinaceli al Cardenal Mendoza, que se encontraba en esas fechas en Cogolludo, dando cuenta de que Cristóbal Colón ha regresado de su expedición y se encuentra en Portugal. “Esta carta está fechada en el 19 de marzo de 1493 “en la my villa de Cogolludo”. Hasta ahora era el primer documento escrito del descubrimiento de América, pero el 16 de junio de 2019, el periódico ABC daba cuenta del hallazgo de una misiva del rey Juan II de Portugal a Fernando el Católico, con fecha de 4 de marzo de 1493, encontrada en el Archivo de la Nobleza, en Toledo, que pertenece al duque de Medinaceli, dando cuenta de la llegada de Colón a Lisboa”, explica Alfonso Carlos Sanz.
Cuando Colón llega a Portugal, como consecuencia de una tempestad que le obliga a refugiarse en el puerto de Sintra, escribe tres cartas: “Una a Luis de Santángel, quien había puesto parte del dinero para la expedición; otra a Gabriel Sánchez, que es el secretario del Rey Fernando y otra al duque de Medinaceli, que es la que está perdida”.
La que se conserva es la carta del duque de Medinaceli al Cardenal Mendoza en la que “le escribe para darle cuenta de que Colón ha llegado de vuelta a Lisboa y ha encontrado todo lo que iba buscando, y para pedirle apoyo para que sus naves puedan ir a las Indias. Todavía no sabían que era un nuevo continente, pero como tenía la certeza de que había oro, perlas y sobre todo especias, le pide autorización y que le apoye ante los reyes para poder enviar sus barcos siguiendo esa nueva ruta”
Esta carta de Cogolludo es muy importante, según el historiador, porque “hay un detalle que nos lleva a la conclusión de que entre el duque y Colón había una relación muy personal, dado que en esta carta informa al cardenal de que ha tenido al Almirante en su casa durante dos años, y un duque, en aquella sociedad poco permisiva, en la que el nacimiento condicionaba al individuo de por vida, a un lanero, vinatero o marinero al que tomaban por un plebeyo imaginativo y hablador, mal vestido y con mucha necesidad, no es creíble que le aloje durante dos años en su casa sin más, sólo ante el ofrecimiento de una idea que parecía irrealizable”, argumenta.
La misiva, por tanto, evidenciaría la vinculación de Cristóbal Colón con los duques de Medinaceli. Según el investigador, los señores de Cogolludo “quieren ocultar que Colón pertenece a la familia dado que, sólo si Aldonza fallecía sin descendencia, el heredero sería el marqués de Santillana”.
Para Alfonso C. Sanz Núñez, por lo tanto, existirían varias evidencias de la verosimilitud de esta tesis: La mencionada carta; el testamento de doña Aldonza de Mendoza, en el que se nombra un Cristóbal Genovés; los dos niños que aparecen y desaparecen a la muerte de la doña Aldonza y los antecedentes de gemelos en su estirpe, pero además, el escudo de Cristóbal Colón “en el que figuran como armas familiares las cinco anclas del Almirante de Castilla, don Diego Hurtado de Mendoza, y la divisa de la Banda Real de Castilla, a la que pertenecen las familias Mendoza y Medinaceli, también esculpida en el escudo del sepulcro de doña Aldonza de Mendoza”, concluye.
Los resultados de la “tesis alcarreña” se encuentran recogidos en dos libros de Alfonso C. Sanz Núñez: “Don Cristóbal Colón, Almirante de Castilla” (2015, Entrelíneas Editores) y “Cristóbal Colón: Una historia por completar” (2022, Entrelíneas Editores).
Los orígenes guadalajareños de Colón ya fueron defendidos por su padre en una biografía del Almirante publicada en 1982 en colaboración con Emilio Cuenca y Margarita del Olmo: “Luego mi padre siguió su trabajo en solitario y publicó otros dos libros más con una información mucho más amplia y detallada”.
Alfonso Carlos Sanz Núñez decidió continuar con el legado de su padre a su fallecimiento en 2003, ya que le había ayudado y acompañado en sus pesquisas para documentar la tesis: “Solía hacer de opositor a las tesis de mi padre, pero él me demostraba con hechos y con datos que tenía razón”, relata.
Sanz Núñez recuerda que cuando acudía a alguna conferencia en Madrid sobre Cristóbal Colón siempre aparecía en los “ruegos y preguntas” la reminiscencia de la tesis alcarreña: “No quería que su legado se perdiera y, además, me había dejado a mí su biblioteca, que tenía más de 400 volúmenes de Colón, y todos sus apuntes y sus notas, que son muy numerosas. Ello me llevó a continuar su trabajo”.
De esta manera, en 2015 dio a conocer su ensayo: “Don Cristóbal Colón, Almirante de Castilla” en la Casa de América, Madrid. Posteriormente, fue nombrado director de esta entidad, y Cristóbal Colón de Carvajal, duque de Veragua y descendiente del Amirente escribiría el prólogo del libro.