Hace algunos días, los principales cargos del PSOE se desplazaron hasta La Yunta, a ciento sesenta kilómetros de Guadalajara, el último pueblo de la provincia, cercano ya a Calatayud. En un desapacible día de viento y lluvia donde lo más sensato hubiera sido suspender el acto, más de ochenta personas -en un pueblo de 86 vecinos censados- se dieron cita en el salón municipal para plantear sus inquietudes al presidente de las Cortes Regionales, Pablo Bellido; a la consejera de Igualdad, Sara Simón; al secretario de organización del PSOE, Rafa Esteban; al presidente de la Diputación, José Luis Vega, y al delegado de la Junta de Comunidades en Guadalajara, José Luis Escudero, llegados hasta allí para escuchar y debatir sus demandas.
El PSOE convoca regularmente este tipo de reuniones públicas para tomar el pulso a los pueblos y sus necesidades. Mientras en el acceso a la sala los afiliados votaban el plebiscito interno sobre el apoyo a esa ley que centra todas las preocupaciones de la derecha y la extrema derecha, los asistentes expusieron ante los principales cargos del partido sus inquietudes más inmediatas y sus necesidades en esa España despoblada de la que todos hablan pero a la que muy pocos se acercan.
A saber, la falta de médicos en el medio rural y el reparto de pan donde no hay panadero ante el peligro real de que se interrumpa el servicio. Esas son algunas de las preocupaciones reales en aquellos lugares donde el bienestar de las personas depende del compromiso político de las administraciones y que en Guadalajara engloba la mayor parte de la provincia. De Cataluña, ni una palabra.
La mayoría de alcaldes que ganaron las elecciones el pasado mes de mayo defienden políticas socialistas en materia de servicios públicos. En este sentido, el compromiso del PSOE con lo que de verdad importa sigue siendo firme pese a todo el ruido y todas las banderas que se quieran exhibir.
Por eso, cuando en el ámbito rural se hace campaña apelando a asuntos de política nacional que poco o nada tienen que ver con los intereses directos de la gente, se pierden las elecciones. Y también se pierden cuando en vez de escuchar a los vecinos y hacer suyas sus reivindicaciones se opta por importar debates que aquí no tienen sentido, como el de los impuestos y las quitas autonómicas, precisamente en la Comunidad Autónoma donde menos impuestos paga el medio rural. O el de la patria, debate estéril e inútil por una apropiación cultural mal entendida y excluyente.
El dilema moral que tanto parece preocupar ahora a algunos se planteó aquí hace varias legislaturas, pero en clave de recortes salvajes. Entonces no todos alzaron la voz o se manifestaron. Estos que ahora se llenan la boca con la palabra España y marchan con ella al frente agacharon las orejas y aguantaron el chaparrón: una legislatura entera de chaparrón y miseria. No parecían tan patriotas entonces.
Tampoco hubo llamamientos a rebelarse, a votar en contra, a manifestar su oposición. Más bien hubo justificaciones y silencio absoluto comprado desde arriba, cuando dominaban toda la escena política y mediática.
Varias legislaturas después, a día de hoy sigue habiendo dilemas morales, cierto es, como el de los ediles del Partido Popular que no piden servicios o ayudas por no tener que agradecérselo a una administración socialista, y así sus pueblos se quedan sin depuradora, sin servicio de comida a domicilio, sin viviendas tuteladas para mayores o sin cajero automático y servicio de farmacia.
Ignoro cómo justifican esos ediles que las inversiones llegan a otros pueblos y nunca al suyo. Tal vez hablen a sus vecinos de ETA, desaparecida en 2011, de la falta de libertad, de Cataluña… O tal vez apelan a esa España imaginaria de la que tan patriotas se sienten pero que tan poco tiene que ver con la realidad a pie de calle.
Así, mientras unos se manifiestan e intentan ganar en la calle lo que no consiguen en las urnas, hay quien trabaja para sacar adelante convenios y ayudas directas e inmediatas que redundan en la calidad de vida de los pueblos de la provincia. Sólo esta semana, la Diputación de Guadalajara convocaba las ayudas del Fondo de Inversiones Municipales, por un montante de más de seis millones y medio de euros, que servirá para financiar infraestructuras y servicios en municipios de menos de mil habitantes; lo que en la práctica significa que beneficiará a todos los pueblos de la provincia que las soliciten.
Y un apunte más, nimio e insignificante en comparación con los grandes debates nacionales de estos días, pero de suma importancia para los afectados. Estos días se ha inaugurado la remodelación de la carretera GU-426 entre Tarnatendo (147 hab.) y Torrubia (23 hab.) Más de un millón de euros de inversión pública en una vía muy secundaria y desconocida pero que facilita las comunicaciones y la vida de los vecinos: ejemplo perfecto de que la administración llega a todos los rincones de la provincia cuando hay voluntad y un compromiso político claro. Estas son las cosas que de verdad importan aquí en Guadalajara y las que de verdad hacen patria.