El proyecto ORCA detecta en la Antártida una tormenta solar y la erupción del volcán Tonga

Publicado por: Marta Perruca
08/02/2022 03:57 PM
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La expedición del grupo de Investigación Espacial de la UAH regresa de la base Juan Carlos I, en la isla de Livingston

 

José Blanco e Ignacio García, miembros del equipo de investigación de la UAH.

 

Los investigadores de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH), Juan José Blanco Ávalos e Ignacio García Tejedor, que viajaron a mediados de diciembre a la base española de Juan Carlos I, en la isla de Livingston de la Antártida, dentro del proyecto internacional de investigación ORCA (Observatorio de Rayos Cósmicos Antártico) ya están de vuelta y saborean el éxito de la expedición.

 

A lo largo de más de un mes y medio, que ha durando la campaña, los miembros del grupo de Investigación Espacial de la UAH, (SRG, por su sus siglas en inglés-Space Research Group), que coordina este proyecto internacional, no sólo han recopilado todos los datos recogidos por el detector durante el invierno polar y han desarrollado mejoras en el laboratorio, sino que vuelven con la satisfacción de haber registrado el primer evento solar de consideración desde el inicio del proyecto y la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai en la Polinesia, que tuvo lugar el pasado 15 de enero.

 

De esta manera y aunque no es su cometido, el detector ORCA fue capaz de medir en la Antártida la onda de presión de la erupción del volcán submarino de la isla de Tonga (en el océano Pacífico) : “Nuestro detector tiene que medir la presión atmosférica para hacer correcciones y cuando comprobábamos esos datos de presión, pudimos ver justamente cuándo llegaba la onda de la explosión del volcán a la Antártida. Eso está, por lo menos, a 9.000 kilómetros de distancia”, señala Juan José Blanco, coordinador del proyecto, manifestando su emoción ante este fenómeno.

 

Asimismo, han tenido la oportunidad de medir el primer evento solar de relevancia desde la instalación del detector en 2018, ya que el astro más cercano a la tierra ha estado en calma durante los últimos años y no ha tenido lugar ningún hecho remarcable: “A finales del mes de octubre hubo una explosión solar muy intensa. Hubo una fulguración y una serie de eyecciones de masa coronales que emergieron del sol. Ese día, la red de monitores de neutrones de la tierra recibió un aumento considerable de la radiación, sobre todo, en las estaciones que estaban cerca de los polos”, explica el científico.

 

Aunque ORCA no se encuentra lo suficientemente cerca de los polos como para apreciar este fenómeno con claridad, el investigador destaca el interés de las investigaciones que realizan en la Antártida, donde han llevado una tecnología novedosa que permite medir direcciones de incidencia de los rayos cósmicos, por lo que podría ser la primera vez que se observa un cambio en la dirección de incidencia. “El resto de los detectores del mundo no tienen esta capacidad tan fina”, aclara. Aunque todavía es muy pronto para lanzar campanadas al vuelo, Juan José Blanco afirma que “estamos muy emocionados, porque era algo que no nos esperábamos”.

 

Base de Juan Carlos I en la Antártida y el contenedor donde se encuentra ORCA.

 

El proyecto internacional ORCA ha sido el responsable de llevar a la base española de la Antártida, en el año 2018, este laboratorio innovador, dentro de un contenedor, que incorpora un detector de neutrones y un telescopio de muones. Un conjunto pionero, que aporta varios aspectos novedosos a las mediciones de la actividad del sol como la capacidad de medir la direccionalidad de estas partículas, en el que ha tenido un papel muy importante un investigador alcarreño, Sindulfo Ayuso. La utilidad del proyecto radica en la posibilidad de predecir fenómenos como las tormentas solares que entrañan un gran riesgo potencial sobre los principales sistemas de telecomunicaciones y eléctricos, así como en los aviones y su tripulación, debido a la radiación.

 

El SRG ha sido, además, el responsable de diseñar y desarrollar el Monitor de Neutrones de Castilla-La Mancha (CaLMa) que se encuentra en la sede de Guadalajara del Parque Científico y Tecnológico de Castilla-La Mancha, con el que mantienen una estrecha colaboración. Se trata del primer detector de estas características que se instala en España, dentro de la red mundial de monitores de neutrones NMDB (Neutron Monitor Database) y tiene como misión medir permanentemente la radiación extraterrestre que alcanza el suelo.

 

Días más tarde de este fenómeno, relata el coordinador del proyecto, cuando esa explosión solar y la eyección de masa coronal llegó a a la órbita de la Tierra, el detector registró una caída muy pronunciada en los datos de radiación: “Esa misma observación se realizó en todo el planeta. En Guadalajara, por ejemplo, en nuestro detector CaLMa, también observamos esa caída en el flujo de rayos cósmicos, porque toda la tierra se vio sumergida en esa estructura solar y durante dos o tres días se dio esa incidencia de rayos cósmicos sobre la superficie”.

 

Como consecuencia del mismo, tuvo lugar una tormenta geomagnética relativamente intensa que, según Blanco, “en principio, no tuvo ningún efecto susceptible de ser remarcado más allá de la observación de auroras boreales, tanto en el Polo Norte, como en el Polo Sur” y, al parecer, no se produjeron incidencias relacionas con estas tormentas solares como “que un satélite hubiera podido tener problemas, o que las comunicaciones se vieran afectadas durante unas horas, porque las tormenta geomagnética tuviera un efecto sobre la ionosfera”.

 

En lo que se refiere a los objetivos técnicos de la expedición, los dos investigadores del proyecto ORCA han regresado con los deberes hechos: “Nosotros hemos hecho nuestro trabajo. Teníamos que revisar el estado del detector y hemos visto que estaba muy bien. Hemos conseguido prácticamente el 99% de los datos de todo el invierno, lo que para nuestro proyecto es muy importante. Esto es gracias a que la base española está haciendo un esfuerzo muy importante en cuanto a energías renovables y en cuanto al mantenimiento de la energía durante el invierno, que ha costado mucho, pero ya van dos campañas en las que lo están consiguiendo gracias a molinos y paneles solares”, relata.

 

Otro de los cometidos de la expedición, era incluir algunas mejoras en el dispositivo “y hemos vuelto realmente satisfechos de lo que hemos conseguido en cuanto a la optimización de receptor”. Además, explica el científico, se han instalado una serie de sensores de temperatura: “Cuando se deposita nieve, la temperatura se queda más estable, porque la nieve sirve de aislante. Con eso, el año que viene vamos a poder averiguar, cuando recojamos los datos, qué días hubo nieve y qué días no”. Queda pendiente para la próxima expedición la instalación de una cámara, que no ha podido realizarse este año, debido a una avería en el dispositivo.

 

Cuando el Covid-19 hace lo excepcional todavía más raro

 

Si ya es un hecho excepcional para un científico participar en una expedición a la Antártica, hacerlo en esta situación pandemia le suma un nivel más: “Antes de entrar en la base nos tuvimos que hacer tres pruebas PCR, después de haber hecho una cuarentena de una semana en una habitación de hotel en Chile, donde prácticamente nos pasaban la comida por debajo de la puerta”, comenta Blanco. De este periodo destaca la desconexión total con el mundo, “porque cuando acabó la cuarentena, nos recogieron en el hotel, nos metieron en un autobús y después en el avión, y no hablamos con nadie más durante un mes y medio, más que con la gente que había en la base”.

 

Asimismo, indica la incertidumbre ante las noticias distorsionadas que les llegaban sobre una sexta ola de la variante Ómicron que no existía cuando abandonaron España: “Todos teníamos casos cercanos de Covid-19. Probablemente, aquí se ha vivido con una normalidad absoluta, pero allí teníamos una gran preocupación, porque no sabíamos si era grave o no. Si nuestros familiares nos decían que no nos preocupásemos, para que no nos preocupáramos, o era verdad que no hacía falta preocuparse”.

A la llegada también les produjo cierto impacto ver a la gente con la mascarilla por la calles, cuando ya no era obligatoria a mediados de diciembre y “veníamos de un lugar donde no llevábamos mascarilla nadie, porque vivíamos en una burbuja”

 
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