El papa León X concedió en 1518 mediante una bula el privilegio de celebrar una Misa de Gallo a la Inmaculada Concepción de la Virgen más de 300 años antes de la proclamación del dogma de fe, privilegio que sólo tienen en el mundo El Vaticano y la localidad murciana de Mula
La Inmaculada Concepción es una festividad con un gran arraigo en Molina de Aragón, que se remonta a principios del siglo XVI. Desde entonces, en la víspera del 8 de diciembre, los molineses celebran algo parecido a la Nochebuena, pero con una profunda devoción mariana, que algunos han querido denominar “la pequeña Navidad Molinesa”; “la otra Nochebuena” o “la Navidad Chica”, porque su celebración incluye tradiciones muy similares a las del 24 de diciembre. La Virgen de la Inmaculada es además la patrona de esta ciudad, aunque una parte importante de su fiesta se celebre en la intimidad familiar.
De esta manera, los molineses se calentaron un año más en la tradicional hoguera, que en la tarde del 7 de diciembre se enciende en el cerro de Santa Lucía, donde descorcharon las primeras botellas de champán y de sidra y cantaron los primeros villancicos. El coro de la parroquia de San Gil fue el encargado de entonar las primeras notas para animar al resto de los asistentes, que se resguardaban del frío molinés al calor del fuego purificador, mientras charlaban distenidamente. Son momentos de encuentro, ya que son muchos los que regresan al hogar para celebrar estos días tan molineses.
También dieron cuenta de la primera gran cena familiar para acudir después a la Misa de Gallo, un privilegio concedido por una bula del papa León X en 1518, que convierte en excepcional esta celebración litúrgica que sólo tiene lugar en Molina de Aragón, en el Vaticano y en la localidad murciana de Mula. Este año es el segundo en el que se celebra de manera excepcional en la iglesia de San Felipe, ya que la iglesia de Santa María La Mayor de San Gil, la principal de Molina de Aragón y la que guarda este privilegio, se encuentra en obras.
El próximo sábado, 10 de diciembre, las parroquias han organizado una gran fiesta con vermú y tardeo y un súperbingo en la plaza de San Pedro para celebrar la festividad de la patrona, pero sobre todo, para recaudar dinero que sirva para aliviar los gastos de la costosa reforma integral que se está llevando a cabo en el templo.
Aunque ya tienen el sabor de la Navidad en los labios, para los vecinos de esta ciudad no se trata de otra Nochebuena, sino de una fiesta con sello molinés. Un estudio realizado por Teresa Díaz Díaz con el título “La Navidad en Molina de Aragón: Doble celebración de la Nochebuena” da cuenta de la antigüedad del culto molinés a la Pureza de la Inmaculada Concepción. Este fervor, según argumenta, estaría “fuertemente arraigado” en este territorio desde tiempos del Imperio Romano, sobreviviendo a la dominación visigótica y siendo preservado por los mozárabes, cuando los árabes tomaron la península. Durante los siglos XII y XIII esta devoción se manifiesta con la construcción de capillas dedicadas a la Virgen.
“Juan Sardón fue el que unificó a todos los clérigos de Molina de Aragón en torno a la pureza de la Virgen”, explica el párroco de San Gil, Raúl Pérez Sanz. “Lo grande de la Fiesta de la Inmaculada es la unidad. Cada iglesia, que en Molina había hasta siete, tenía su cura con sus feligreses y no existía relación entre las parroquias. Lo que hace Juan Sardón es unificar a todo el clero de la ciudad para pedir este privilegio al papa. A partir de ese momento se conforma el Cabildo de Molina de Aragón”, aclara el sacerdote.
Efectivamente, una vez conformado, el Cabildo de clérigos de Molina de Aragón elaboró un documento memorial historiando la fe de los pueblos del Señorío hacia la Inmaculada Concepción de la Virgen, que remitió al papa León X, por el que el pontífice otorgaba la famosa bula que concede este privilegio de celebrar una misa en la noche del 7 al 8 de diciembre.
Esta concesión papal caló muy hondo en el sentimiento mariano de los vecinos de la ciudad, que en una reunión celebrada el 18 de junio de 1554 hicieron solemne voto de celebrar y defender esta festividad.
Los molineses, con reconocido carácter obstinado, no faltaron a su palabra casi tres siglos más tarde. En 1851 se disolvía el Cabildo de Clérigos de la Iglesia de San Gil, lo que podría dejar sin validez la bula de Leon X. Por ello, en 1883, Melchor Gaona, que entonces era el párroco de esta iglesia, solicitó al sumo pontífice León XIII la renovación de este privilegio “para de este modo continuar la tradición y el privilegio que suponía el poder celebrar esa misa nocturna”, cita Teresa Díaz en su investigación.
Además, se reclamaba que fuera restaurado a nombre del párroco o encargado de esta iglesia de San Gil con todos los usos y prácticas establecidas antiguamente. El papa León XIII atendía las súplicas del párroco molinés y el 13 de diciembre de 1883, por medio de la Sagrada Congregación de Ritos y firmado por el cardenal Bartolini, con el visto bueno del obispo de Sigüenza, Antonio Ochoa y Arenas, se reafirmaba este privilegio molinés. León XIII lo confirmaba de modo perpetuo, el 27 de diciembre de 1883.
Además, enumera la investigadora, se conservan otros documentos relacionados con esta tradición, como el privilegio de los obispos de Sigüenza, indulgencias por participar en la Eucaristía de esa noche; dispensa del ayuno y abstinencia del día 7 y la defensa realizada por Juan Fernández Ximénez de 1699 de la comunión durante la Eucaristía de esta noche, en la Universidad de Sigüenza.
Los molieses no cejaron en su devoción mariana y en 1954, con motivo del centenario de la proclamación del Dogma de Fe de la Inmaculada Concepción decidieron erigir un monumento en honor a la Virgen. El lugar elegido fue el monte del “Ecce Homo”, junto a la ermita de Santa Lucía. De esta manera, se levantaba un gran monolito con una imagen de la Inmaculada, que fue inaugurado el 26 de diciembre con el máximo esplendor y solemnidad.
Texto íntegro de la bula papal de 1518
El Papa León X, en su sexto año de pontificado, concedió a Molina de Aragón el privilegio de realizar en la víspera del 7 al 8 de diciembre, una misa capitular cantada -similar a la Misa de Gallo que se celebra en Nochebuena- oficiada por un Presbítero, un Diácono y un Subdiácono. De esta manera reconocía el sumo pontífice la devoción y la defensa a ultranza que desde siempre ha manifestado esta tierra hacia la pureza de la Madre de Dios. La bula papal, fechada el 18 de febrero de 1518, se conserva todavía en perfectas condiciones y recoge el siguiente texto:
“A los hijos queridos actuales Rectores y a los Beneficiados de las Iglesias Parroquiales de la ciudad de Molina, de la Diócesis de Sigüenza, León Papa X.
A mis querido hijos, salud bendición apostólica. Con gusto aceptamos y seguimos concediendo los favores oportunos, las súplicas piadosas que esperan con honor la gracia de ser escuchadas, de los fieles de Cristo y principalmente de la Inmaculada Concepción, de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Nuestro Redentor y autor de la Salvación Humana, Nuestro Señor Jesucristo.
Según nos expusisteis, entre vosotros mismos, alguna o muchas veces reunidos en sesión capitular, o juntamente con vivir para los católicos, el Día de la Concepción de María y , guiados por una piadosa devoción , y para que dicho pueblo estuviera presente con ánimo más atento a Maitines y a Laudes, y aumente su devoción, deseáis celebrar en vuestro nombre como humildemente nos habéis suplicado, una misa cantada con Presbítero, Diácono y Subdiácono, para que nos dignásemos a atender vuestras peticiones favorablemente y proveer oportunamente según la benignidad apostólica.
Pues nosotros inclinados hacia vuestras súplicas, os concedemos a vosotros y a los Rectores y Beneficiados, de dicha iglesia de San Gil y de otras iglesias parroquiales de la ciudad, que en víspera de la Concepción de la Beata Virgen María, después de Laudes, todos los años celebrar solemnemente, libre y devotamente, una misa cantada, con presbítero, Diácono y Subdiácono.
Y nosotros mismos concedemos como don perpetuo a los actuales Rectores Y Beneficiados, con nuestra propia autoridad Apostólica, y a tenor de las presentes, sin que sirvan de obstáculo otras letras Apostólicas provinciales y Sinodales publicadas en Concilios Generales, o construcciones espirituales y otras cualesquiera contrarias. Dado en Roma junto a San Pedro, bajo el Anillo del Pescador, día 18 de febrero de 1518 sexto año de nuestro pontificado”.