Es el comienzo de la fiesta de los mayos
En una tarde de sol y viento, fresca, el pueblo de Fuentenovilla se volvía a unir para dar cumplimiento a una de las más sentidas tradiciones de esta villa alcarreña, como es la de la fiesta de los mayos.
Más pronto que otros años, la mocedad fuentenovillera, de entonces y de ahora, bajaba a una de las choperas del pueblo, a elegir y cortar un gran mayo, de menos peso que el del año pasado, pero de mayor altura. Lo eligieron los quintos y quinta de este año, es decir, los jóvenes que, en 2024 llegan a su mayoría de edad. Son cuatro: Daniel López, Luis Vega, Alba Ruiz y Luis de la Concepción.
En toda la fiesta, no faltó la limonada, elaborada por las familias de estos cuatro protagonistas, que luego se ha compartido con el pueblo. El palo lo cortó, con una motosierra, un veterano que vive la tradición como nadie: Pedro Juan de Lara. “Los mayos de Fuentenovilla son una fiesta muy grande, una tradición que no se puede perder. Todos nos vamos con el hombro marcado y con alguna herida a casa, pero merece la pena. El pueblo se junta, y entre todos, la mantenemos”, señalaba. Pedro cambió turnos en el trabajo y se vino, poco menos que sin dormir, para no faltar a la cita.
La voz que dirige la puesta del mayo es la de José Luis Rivas, a punto de cumplir 71 años. Pocos, o ninguno, son los que ha faltado el 30 de abril de Fuentenovilla. Una vez que el mayo llegó al Corralón, el lugar donde se planta, a la espalda de la Iglesia, fue él quien marcó los pasos a seguir. El mayo llegaba al pueblo, recién cortado, al filo de las 18:30 horas, sobre un remolque, y no a hombros, como llegó a hacerse cuando no había tractores, recorriendo distancias de hasta tres y cuatro kilómetros cargado por los mozos.
La primera dificultad fue la de meter el mayo en la plaza. Por sus dimensiones, fue una tarea complicada. Allí estaban preparadas las dos “cabrillas”, o palos, también de chopo, cruzados, con diferente altura, que, empujados por la fuerza del pueblo, unida en la voz de José Luis, fueron levantando, poco a poco, el mayo, hasta dejarlo puesto, cuando aún brillaba el sol. José Luis vive esta tradición desde el principio hasta el final, ayer día 1 de mayo, con la barbacoa que comparte el pueblo, y aún recuerda cómo era el palo que puso su quinta, “enorme”, según lo describe, y también que antes se ponía junto a La Picota, y no detrás de la Iglesia.
Ya apuntalado en su sitio, el mayo medía 26 metros, elevándose muy por encima de la última teja de la Iglesia.
Una vez izado, y celebrado convenientemente el éxito, la ‘Fiesta de los Mayos’ volvía a las doce de la noche, cuando comenzaba con el mes de las flores. Fuentenovilla se reunía entonces a la puerta de la Iglesia, junto a La Picota, para cantarle los ‘Mayos a la Virgen’.
Después, los quintos pidieron permiso a la alcaldesa, Montserrat Rivas, para iniciar la ronda por el pueblo y empezar a cantar los de las mozas. Es tradición que se empiece por la casa del regidor fuentenovillero correspondiente y también que quien lo es invite a la ronda a moscatel y bollos.
Los quintos de este año, nunca olvidarán estos dos días, el último de abril y el primero de mayo de 2024. Luis de la Concepción decía que “llevamos esperando este momento toda la vida, porque lo hemos vivido con nuestras familias todos estos años”. Daniel López aseguraba que “recordaremos este momento siempre”, porque “el cariño de la gente hace especial a este pueblo”. Luis Vega hacía referencia a sus compañeros, “es un placer compartir estos días con ellos” y también a la puesta del palo: “los mayos, en Fuentenovilla, como en ningún sitio de la provincia”. La única quinta del grupo era Alba Ruiz, contenta de celebrar unos días tan especiales que “quedan para el recuerdo con mis amigos”, porque para ella, “Fuentenovilla lo es todo”.
La ronda de Fuentenovilla recorrió, como es costumbre, las casas en las que hay mozas solteras cantándoles el mayo hasta altas horas de la madrugada. La ronda terminó pasadas las cuatro de madrugada.
En la mañana del día primero de mayo, los quintos salían a pedir, de casa en casa, la cuota del mayo. Cada vecino ofrece la voluntad, y, con ese dinero, se organiza una barbacoa en la que la juventud invita a quienes participan de la fiesta, y en general, a todo el pueblo.