OPINIÓN. La ciudad y los cardos

Publicado por: Gloria Magro
16/05/2024 10:00 AM
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Una tupida barrera de cardos de varios metros de espesor tapa por completo la visión del Puente Árabe, uno de los principales monumentos y entradas de la ciudad, cuyas zonas ajardinadas deberían lucir especialmente cuidadas esta primavera dado lo reciente de las obras de adecuación de su entorno.

 

Toda Guadalajara está invadida por los cardos. Han pasado casi dos semanas desde que el Grupo Socialista en el Ayuntamiento de la capital pidiera medidas contra su proliferación y la del resto de hierbas selváticas, sin que por el momento se haya movido un dedo desde la Alcaldía de la capital.

 

La denuncia socialista iba acompañada de un hashtag que, posiblemente, es uno de los más certeros puestos en circulación por estas tierras desde hace tiempo: #LaCiudadDelCardo. Se diría que incluso el Gobierno municipal da por bueno que se identifique así su gestión, visto que hasta la fecha no se ha molestado en hacer nada por corregir la invasión de cardos o explicarla en aras de una nueva visión orgánica o biológica del mantenimiento de parques o jardines recién instaurada y aún por promocionar o explicar.

 

Como planta, los cardos son de una exuberancia innegable, con sus infinitos tallos espinosos rematados por flores inaccesibles de un rabioso color rosa violáceo. Invasivos y descarados a consecuencia de una primavera reventona especialmente prolífica, la barrea de cardos se repite por doquier, invadiendo aceras, colonizando parques y haciendo impracticables todos los rincones verdes de Guadalajara.

 

Y sin embargo, lo que ahora no dejan de ser floridos y espinosos ejemplares, en breve se secarán, ofreciendo una imagen deplorable de la ciudad, además de ser la mecha potencial de futuros incendios. Y aún así, el Ayuntamiento popular parece hacer caso omiso a que nos invaden, así que es natural que acabemos identificando a la actual Corporación con ellos, en una simbiosis que dados ciertos caracteres personales y muchos comportamientos, en cierto modo parece natural.

 

Todas las personas que han recibido el honor de ocupar la Alcaldía de Guadalajara desde que se instauró la democracia han dejado, voluntaria o involuntariamente, para bien o para mal, una impronta en la ciudad. A unos se les puede identificar con el impulso al Maratón de los Cuentos, con la construcción del Teatro Moderno, con la llegada masiva de las industrias logísticas a Guadalajara, la ampliación de los polígonos, la Ciudad del Transporte o la rehabilitación del Complejo de las Cristinas, etc.

 

Del mismo modo, también hay corporaciones cuyo recuerdo infausto permanecerá mucho tiempo en la memoria por el boicot a cuanto proyecto de inversión del Gobierno central o regional se pusiera sobre la mesa, así como por  la bronca permanente con la Junta de Comunidades. Y en esta misma línea, por la paralización del polígono del Ruiseñor o las obras en el Hospital Universitario y sus accesos.

 

Así, la recuperación del modelo de Ferias en el centro de la ciudad, de la colaboración con la Junta para entre otras cosas hacer un nuevo Campus Universitario y desarrollar el anteriormente paralizado polígono del Ruiseñor, de iniciativas animadoras del espacio público como Navilandia, la Primavera Encuentada o el programa Guadalajara Vive en sus Plazas identifican a un determinado alcalde, al igual que lo anterior lo hace con sus predecesores.

 

No se ha cumplido todavía un año de la llegada de Ana Guarinos al despacho de la Alcaldía de Guadalajara y ya nos ha dejado un muestrario significativo de la impronta que parece querer dejar de su paso por el Ayuntamiento de esta ciudad: sablazo del IBI con una subida del 17% antes de aprobar sus primeros presupuestos, eliminación de eventos culturales, negarse a que se haga la Ciudad del Cine… Y ahora, además, en esta primavera reventona y exuberante, haber logrado convertir a Guadalajara en #LaCiudadDelCardo.

 

Pensándolo un poco, nuestra vegetación es la consecuencia natural del llamado pacto de perdedores, en el Ayuntamiento, como ellos mismos lo llamaron. Pudiendo tener rosas, hemos acabado invadidos por los cardos.

 

Gloria Magro. Periodista

 

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