Guadalajara también tuvo brujería

15/08/2024 08:00 AM
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Ilustración de las brujas de Pareja//Imagen: Miguel Zorita.
Ilustración de las brujas de Pareja//Imagen: Miguel Zorita.

La provincia es un espacio mágico donde se suceden los relatos míticos. Quizá, los más conocidos se encuentran los vinculados a la brujería. En localidades como Pareja, el Santo Oficio impulsó media docena de procesos durante el siglo XVI. Sin embargo, no fue el único lugar donde existieron denuncias en torno al fenómeno

 

La provincia arriacense es un espacio mágico. Se suceden los relatos míticos sobre diferentes asuntos. Quizá, los más conocidos se encuentran los vinculados a la brujería. Sobre todo, en localidades como Pareja, donde el Santo Oficio impulsó media docena de procesos centrados en dicha temática durante el siglo XVI.

 

Sin embargo, no fue el único lugar donde existieron denuncias en torno al fenómeno. Una realidad que -a pesar de los años transcurridos- sigue generando temor entre la población. Empero, este terror es infundado. Por ello, es muy positivo hablar en torno a esta temática y demostrar que dichos sucesos se basan en acontecimientos históricos complejos, que en poco tienen que ver con la 'leyenda negra' que les ha rodeado.

 

Pero, antes de continuar, se ha de definir qué se entiende por 'bruja', un concepto que se define por 'cuatro elementos acumulativos'. A saber: el pacto con el diablo, el aquelarre, los vuelos y la metamorfosis, confirma el historiador Javier Fernández Ortea, autor del libro 'Alcarria Bruja', un compendio que se puede consultar en este enlace. Además, según afirma el autor, "pese a que la brujería no fue un hecho privativo de las mujeres, este colectivo se convirtió en el más castigado por la represión inquisitorial y civil".

 

Al mismo tiempo, y a pesar de sus diferencias, muchas de las acusadas contaban con características comunes. Entre ellas, su precaria situación económica. "La limosna era una vía natural para alcanzar la salvación eterna. Esta circunstancia hacía que las brujas acudieran a las casas a pedir comida, confiando en la buena conciencia cristiana y -también- en su poder coercitivo [originado por el miedo social] en caso de una negativa". De hecho, "la brujería lleva implícito, al menos teóricamente, un pacto con el diablo para hacer el mal", por lo que las mujeres que -supuestamente- realizaban las citadas prácticas solían "ser temidas, odiadas y aisladas de la sociedad", añade el investigador José Antonio Alonso Ramos.

 

Ilustración de Miguel Zorita en 'Alcarria Bruja'.
Ilustración de Miguel Zorita en 'Alcarria Bruja'.

 

Tampoco se puede olvidar que las protagonistas eran consideradas brujas únicamente por "antipatía odio, rencor o envidia". Además, "la sombra de la sospecha pesaba como una losa sobre ellas y sus familias", ya que se creía que "la brujería era un mal heredado".

 

Asimismo, "se aceptaba que estas señoras tenían alucinaciones". Es decir, que, aunque físicamente permanecían en el sitio, "creían volar, debido a la aplicación de ungüentos". Pero, en realidad, "solían ser personas marginadas, con conocimientos sobre plantas y remedios", por lo que se las asociaba con "hechos cruentos, como el asesinato ritual de niños", subraya Alonso Ramos.

 

"Eran ciudadanas desarrapadas, desarraigadas de la sociedad, y que vivían en las chozas más miserables", añade Juan Blázquez Miguel. Por consiguiente, no sólo se estigmatizaba a las señoras por el hecho de serlo, en un mundo dominado por el hombre y el patriarcado. También se incidía sobre la marca que suponía la pobreza y la marginalidad que sufrían las víctimas. No en vano, "el espacio destinado a las féminas [en aquella época] se limitaba al ámbito doméstico y a la crianza, permitiéndose un papel secundario en actividades económicas discontinuas e irregulares, distinguidas por su versatilidad, como lavanderas, costureras, hilanderas…", contextualiza Javier Fernández Ortea.

 

En esta categoría también se incluían diversas labores sanitarias, entre las que destacaban las de comadronas, parteras y curanderas. Estos últimos desempeños "se relacionaban con la alta mortalidad infantil", por lo que su ejercicio "levantó la sospecha social sobre el sector femenino", siendo acusadas -por ello- de prácticas brujeriles, explica Fernández Ortea.

 

De hecho, existió un mito muy extendido basado en que las brujas usaban los niños difuntos como forma de alcanzar sus objetivos. "Este tópico caló en la sociedad rural, hasta el punto de que las denuncias por brujería vendrían precedidas por oleadas de muertes súbitas entre los menores". Igualmente, en todos los casos judiciales, se observa una ratio de edad entre los 30 y los 70 años. Una realidad que no se ajustaría con la típica imagen de 'bruja=anciana'. "La media de 40 años en los sujetos investigados apunta al final de su edad fértil, concentrando sus tareas en otros menesteres diferentes a la crianza infantil", indica Fernández Ortea.

 

Ilustración de Miguel Zorita en 'Alcarria Bruja'.
Ilustración de Miguel Zorita en 'Alcarria Bruja'.

 

El caso de las brujas de Pareja

 

Muchas de estas acusaciones se sucedieron en la actual provincia de Guadalajara. Y para muestra, el caso de Pareja, que se convirtió en el centro neurálgico de este tipo de sucesos, debido a los dos focos que -en épocas sucesivas del siglo XVI- se produjeron del fenómeno brujeril. El primero de ellos comenzó en la década de 1520 y fue el que dio el pistoletazo de salida a este tipo de denuncias. En cambio, el  segundo se desarrolló -de acuerdo a los procesos inquisitoriales- a mediados de la mencionada centuria.

 

Así, a inicios del XVI, "comenzaron a morir niños de manera extraña en el lugar y alrededores", asegura el especialista José Talavera. No obstante, y desde la perspectiva médica, los fallecimientos infantiles habrían sido causados por 'muerte súbita'. La misma se produce en los menores lactantes entre los dos y cuatro meses de edad y en épocas frías, debido a 'sobrecalentamiento o estrés térmicos'. Otras razones de estas defunciones se encontrarían en dormir en camas blandas, en el colecho, en pernoctar boca abajo o en la apnea. En cualquier caso, y "aunque estas premisas podrían encajar con el escenario descrito, no justificarían la presencia de cardenales, fracturas y marcas claras de violencia doméstica", confirma Javier Fernández Ortea. Un comportamiento muy habitual en el Antiguo Régimen.

 

Además, hay otra explicación para comprender la "retahíla de cuerpos recubiertos de hematomas, sangre despedida por la nariz, fontanela hundida y barbilla con cardenales", señala el referido investigador. Se trataría de la contaminación de las cosechas por un hongo parásito de los cultivos, denominado ergot, y que sería el responsable de varias dolencias. Entre ellas, el cornezuelo del centeno o del ergotimo. Hay que tener en cuenta que el cornezuelo prolifera en ámbitos húmedos. De hecho, 1527 -coincidente con el grueso de las primeras acusaciones- fue un año muy lluvioso. Sea la razón que sea, esta sucesión de muertes de menores puso en alerta a los vecinos, por lo que comenzaron las acusaciones cruzadas, explica José Talavera.

 

Un clima que fue in crescendo hasta que llegaron los procesos inquisitoriales. Se reprodujo una atmósfera de psicosis. El primer caso estuvo protagonizado por Juana 'La Morillas', “detenida como sospechosa ante su fama de bruja en la localidad", narra Fernández Ortea. La mujer acabó falleciendo en extrañas circunstancias, al arrojarse desde la torre del palacio episcopal parejano. Tras este suicido -u homicidio premeditado, aún no se sabe-, la histeria colectiva llegó a su culmen. "Los aterrados vecinos recogieron el cuerpo de la señora para quemarlo en la cercana Era del Milano, se describe en 'Alcarria Bruja'.

 

Previamente, 'La Morillas', en sede judicial, reconoció haber ejercido prácticas brujeriles, una confesión que estuvo mediada por el tormento al que le sometieron los inquisidores. Sin embargo, en las acciones iniciáticas de Juana también habría participado otra vecina, Francisca –-lamada 'La Ansarona»-, a la que aprehendieron las autoridades del Santo Oficio. Esta segunda fémina llegó a reconocer -una vez aplicadas las torturas habituales- que iban las dos juntas a participar en aquelarres en el Campo de Barahona, actual provincia de Soria. Al mismo tiempo, la hija de 'La Morillas', que se llamaba Quiteria, fue inculpada -igualmente- por brujería.

 

 

Ilustración de Miguel Zorita en 'Alcarria Bruja'.
Ilustración de Miguel Zorita en 'Alcarria Bruja'.

 

Entre las acusaciones del Tribunal de Cuenca -al que se adscribía Pareja- se encontraba que estas tres mujeres mataban niños, con el fin de utilizar sus grasas para elaborar ungüentos. Unos untos que, junto con la enunciación de un conjuro -"de viga en viga, con la ira de Dios y de Santa María"-, les permitía realizar diversas acciones brujeriles, como los vuelos nocturnos hasta el territorio soriano, con el fin de participar del mencionado conciliábulo.

 

Empero, la acción del Santo Oficio, a diferencia de otros casos, calmó los ánimos de los ciudadanos, aunque fuera de manera transitoria. Estableció unas "penas benignas a las encausadas" y, durante algunos años, regresó la calma a Pareja, asegura Blázquez. Fueron condenadas a la hoguera, aunque la Inquisición acabó anulando las sentencias, por haber sido arrancadas durante las torturas. "Las conmutaron por penas corporales y espirituales", añade Alonso Ramos.

 

A pesar de ello, dos décadas más tarde se documentó otro 'rebrote brujeril', que -además- se acabó extendiendo al próximo pueblo de Sacedón. Tuvo lugar en 1554, cuando se leyó en Pareja un edicto que obligaba a comunicar al 'Santo Oficio' cualquier sospecha de brujería, bajo pena de excomunión. De esta forma, fueron apareciendo casos, que concernían a diferentes vecinas del lugar. Una vez más, estas acusaciones volvieron a ocurrir tras "las muertes de niños en circunstancias extrañas", por lo que regresó la preocupación social. En este contexto, las indagaciones judiciales se retomaron en 1556.

 

Y se volvió a atacar al linaje de las 'Morillas'. Miembros de esta familia fueron denunciadas por actividad brujeril. Entre ellas, dos vástagas de Juana, llamadas María Parra y Ana la Roa. "La brujería se consideraba una condición hereditaria, donde las hijas recibían las enseñanzas de sus madres". Ante esta circunstancia, "las dos confesaron ser responsables de invocar al demonio Barrabás para ser transportadas al Campo de Barahona gracias a la administración del unto", explica Fernández Ortea.

 

Asimismo, durante el proceso, tanto María Parra como Ana la Roa también acusaron de brujería a otras vecinas de los alrededores. Más concretamente, a Violante, la Machuca' y a sus hijas Teresa López, Ana Machuca y María Rodrigo. Por tanto, nos encontramos ante las consecuencias de una serie de acusaciones y delaciones que, con la excusa brujeril, sembraron el terror y la 'caza de brujas' en la zona.

 

Un viaje por la provincia

 

Sin embargo, el caso de Pareja -aunque fue el más conocido- no fue el único que se produjo en la provincia. Se sucedieron otros ejemplos. Por ejemplo, en Durón, donde hubo denuncias contra Francisca 'La Vieja' en 1570, por amedrentar niños. Se trataba de una mujer de "avanzada edad", viuda y que fue denunciada por su hija y otros delatores radicados en la villa.

 

También en Escamilla, municipio en el que se emplearon 'fetiches mágicos'. Los sucesos acaecieron hacia 1620 y estuvieron protagonizados por Dionisia de Sotoca. De igual forma, se ha de mencionar Trillo, donde Juan Tejedor denunció la existencia en la villa de "tres o cuatro brujas". De acuerdo a dicha delación, las protagonistas se reunían en un "lugar clandestino" para "intervenir a niños", con el fin de quitarles el 'mal de ojo'.

 

Asimismo, en Molina de Aragón existió una supuesta tradición de iniciadas. Quienes practicaban estos ritos se trasladaban hasta Gallocanta -una localidad de Zaragoza-, donde también se desarrollaba un aquelarre. El primer caso brujeril -en orden cronológico- se documentó a inicios del siglo XVI, en 1527, siendo Águeda de Luna la acusada. Unos años más tarde -en 1552- se produjo otro proceso en Molina. La protagonista involuntaria fue Juana Ortega. En las denuncias se exponía "su devoción a entrar en casas ajenas con 'malas intenciones' e, incluso, se la acusó de asesinar a un niño", relata Javier Fernández Ortea. Otro ejemplo fue María Bernal, a la que se unieron un hombre llamado Ortega y otras mujeres de la ciudad molinesa.

 

Asimismo, se debe mencionar Cubillejo, donde -en 1567- apareció muerto un niño. Este crimen fue endosado a 'La Ortega', "una mujer con fama brujeril", que -al final- se la condenó al destierro. Y, sobre todo, se ha de referir a Peñalén, apelado como el pueblo de 'las brujas'. Empero, "hasta el momento, no hemos hallado casos documentados de brujería en la localidad", añade José Antonio Alonso Ramos. Una opinión que es compartida por Javier Fernández Ortea.

 

 

 

Tampoco se pueden pasar por alto los supuestos aquelarres existentes en otros puntos de la provincia, como los acaecidos en El Casar. Dicha población arriacense sufrió un proceso acusatorio por este motivo. El mismo se enfocó contra una triada femenina existente en la villa. "Tres mujeres fueron denunciadas de brujería e infanticidio", explicó Alonso Ramos. Además, en estos casos se narraron la realización de conciliábulos y de vuelos por el aire, además de otros comportamientos que se identificaban con prácticas brujeriles. También fueron denunciadas por infanticidio. No en vano, el revuelo generado en torno a la muerte de menores produjo un importante pánico entre los vecinos, desencadenando la investigación inquisitorial y la consiguiente detención de las encausadas, añade Fernández Ortea.

 

Por tanto, y como se ha podido observar, en la actual provincia de Guadalajara perviven muchas historias de brujería. La mayoría de estos casos se encuentran documentados históricamente, a través de los procesos judiciales iniciados por la Santa Inquisición.

 

En consecuencia, se observa cómo las habladurías hacia un tipo muy determinado de gente -mujeres curanderas y con un cierto grado de marginación social y económica- se convirtieron, primero, en un proceso judicial. Y, posteriormente, en una tradición legendaria, que ha permanecido viva hasta la actualidad. Sin duda, estamos ante un ejemplo más de un fenómeno histórico que se ha de seguir investigando y difundiendo, como ha hecho el especialista Javier Fernández Ortea en su libro 'Alcarria Bruja', que se puede consultar en este enlace. ¡No te lo pierdas!

 

Portada de 'Alcarria Bruja'//Imagen: Editores Océano Atlántico. 

 

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