La población activa mayor de 55 años crece un 63% en la última década en España y supera por primera vez los 5 millones de personas. Una dinámica imparable que pone en riesgo la tasa de actividad, acentúa el edadismo y aumentará la brecha entre las regiones
El descenso de la natalidad en medio de los nuevos usos, está derivando en un serio problema económico, laboral y social reflejado en el rápido envejecimiento de la población en España. Una tendencia alcista tan preocupante como imparable, En 2024, se contabilizan 137 personas mayores de 64 por cada 100 menores de 16, un índice del 137% que crece a un ritmo desbocado con los indicadores de esperanza de vida y tasa de natalidad avanzando sin tregua hacia lo que se ha empezado a llamar el 'invierno demográfico'.
Este rápido proceso de envejecimiento poblacional se acelerará aún más en España en las próximas décadas y será más intenso que en el conjunto de la Unión Europea y de la Unión Económica y Monetaria (UEM), según apunta el Banco de España, Lejos de ser un fenómeno transitorio, adquirirá un carácter permanente.
En 2024 se han superado por primera vez en la historia los 5 millones de personas activas con una edad superior a los 55 años un 4,6% más que en 2023, un 63% por encima de la cifra de hace diez años y un 146% más que hace dos décadas cuando había poco más de d millones de sénior en activo.
Proceso que supone uno de los mayores retos estructurales para la economía española. Entre sus múltiples efectos, destaca el impacto contractivo sobre la oferta de trabajo, que, previsiblemente, tendrá importantes repercusiones tanto sobre el funcionamiento del mercado de trabajo como sobre el crecimiento potencial o la sostenibilidad de las finanzas públicas.
El primer impacto de esta dinámica se refleja en la fuerza laboral, cuya media de edad es cada vez mayor. El peso de los sénior, mayores de 55 años, entre las personas en edad de trabajar representa a día de hoy el 21% de la masa laboral total, frente al 13,6% de hace una década y el 10% de hace 20 años.
A pesar de ello, apuntan desde la Fundación Addecco, se trata de un segmento de la población que afronta grandes prejuicios y estereotipos en el mercado laboral y una de las grandes consecuencias es la inactividad, el desempleo de larga duración, las jubilaciones forzosas y anticipadas o a un mayor riesgo de exclusión y pobreza. Todo un contrasentido, teniendo en cuenta que la edad de jubilación tiende al alza, siendo la contribución sénior clave para la competitividad del país.
De acuerdo con las proyecciones poblacionales del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de actividad caería, debido a la continuación del proceso de envejecimiento, en 2,8 puntos adicionales hasta 2030. Sin tener en cuenta el soporte de los flujos netos de inmigración, la caída se elevaría 1,6 puntos. Otro de los posibles impactos del envejecimiento puede ser el aumento de las brechas regionales, ya que las comunidades autónomas más envejecidas y con menor PIB per cápita experimentarían las mayores caídas de la tasa de actividad.
Una situación que se agrava para regiones como Castilla, León, Asturias y Cantabria, las comunidades con la fuerza laboral más envejecida con el 25,8%, el 24,3% con el 23,4% respectivamente. Castilla-La Mancha, aunque por muy poquito, se sitúa por debajo de la media nacional del 20,8%, pero la dinámica ascendente es igual en todas ellas.
Eso tendrá fuertes implicaciones a nivel económico que según el Banco de España van desde cambios potenciales en la cesta de consumo y en las pautas de ahorro e inversión hasta descensos en la productividad y en la oferta de trabajo, no solo en términos del tamaño de la fuerza laboral, como la tasa de empleo o las horas trabajadas por empleado; sino también de la calidad del capital humano.
En este sentido, Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco, ante este proceso de envejecimiento que ha cogido velocidad de crucero, el tejido empresarial debe desterrar con urgencia todos los prejuicios y estereotipos que dificultan el acceso al empleo de las personas más veteranas, a las que se asocia con obsolescencia o menor flexibilidad.
Por otra parte, el envejecimiento trunca las perspectivas de reemplazo generacional, lo cual obliga a las organizaciones a apostar por la cualificación de la ciudadanía como política tractora del país, "permitiendo aportar su talento a personas tradicionalmente inactivas como aquellas con discapacidad o mujeres que han dedicado su vida a la familia y ahora desean incorporarse al mercado laboral".
Para ello conviene resolver un serio problema de sincronización entre la formación de los trabajadores y los requisitos de las empresas, que dispara la tasa de desempleo, cuando, al mismo tiempo, las empresas no logran cubrir sus vacantes que este año han alcanzado rondan ya las 150.000.
La solución pasa entre otras cosas por políticas activas de empleo destinadas a corregir este desajuste estructural y evitar el edadismo, la no contratación de mayores; así como "abordar con diligencia", señala Mesonero, "el reto de la diversidad cultural, teniendo en cuenta el potencial de la fuerza laboral extranjera para llenar el vacío de una población activa nativa decreciente".
Por último, las empresas también tienen ante sí el reto de construir culturas corporativas 'age friendly' que pongan en valor todo el potencial de los trabajadores senior no solo como trabajadores sino también como consumidores.
No en vano, según un estudio de la Fundación Mapfre, las empresas cada vez tienen más presente a este colectivo como cliente. Las personas mayores tiene un alto poder adquisitivo y son grandes consumidores. Por este motivo, la gran mayoría de las empresas, según su estudio 'III Monitor de Empresas de la Economía Sénior' consideran la economía sénior como un factor dinamizador para la creación de nuevos bienes y servicios con una puntuación media de 7,7 sobre 10 y para el desarrollo económico del país, lo que está impulsando el desarrollo líneas de actividad específicas para los mayores.
Julio Muñoz. Periodista de información económica y experto en comunicación.
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