Los vecinos de la localidad de Renera, en una comarca mielera distinguida con la Denominación de Origen Miel de la Alcarria desde el año 1992, son conscientes de que tienen en su entorno un patrimonio arquitectónico singular, muy vinculado a su historia y a su tradición apícola, que si no se pone en valor está condenado a desaparecer. Con motivo de la celebración de las III Jornadas de la Miel de Renera, el pasado fin de semana se daba a conocer el proyecto denominado “Ruta de los Colmenares”, que pretende recuperar media docena de colmenares históricos de la localidad, construidos mediante la técnica de la piedra seca, declarada por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2018. Una iniciativa que ha surgido de un grupo de vecinos, entre los que se encuentran profesionales de la apicultura y apasionados del patrimonio y la etnografía, y que ha entusiasmado al Ayuntamiento y al conjunto de la comunidad de este pequeño municipio de apenas un centenar de vecinos.
Uno de los promotores de este proyecto es Alejandro Mayor, vecino de Renera y gran conocedor de la etnografía de este territorio. “La idea surgió en una conversación con José Manuel Díaz (apicultor profesional) y Virginia Fernández. El año pasado, en las Jornadas de la Miel, traté el tema de los colmenares, por lo que decidimos rizar el rizo... ¿Por qué no hacer una ruta de los colmenares, aprovechando lo que hay de patrimonio en el pueblo, para ponerlo en valor?”, relata.
El siguiente paso fue trasladar esta iniciativa al Ayuntamiento de Renera, porque “si se compromete a darnos su apoyo con un respaldo económico o en la solicitud de ayudas para concurrir a todas las subvenciones que puedan surgir, el proyecto irá sobre ruedas. El Ayuntamiento yo creo que está igual de ilusionado que nosotros con este proyecto”, indica.
Se trataría de un trayecto circular de unos cinco o seis kilómetros de recorrido, que conectará una media docena de colmenares que se mantienen en pie, una vez se lleven a cabo las oportunas labores de restauración y limpieza de los accesos, en los casos que sea preciso, “porque muchas veces están cerca de los caminos, con lo que no es necesario ni siquiera desbrozar. La ruta es para hacerla a pie y parte desde el pueblo. Una vez alcanzamos una altitud aproximada de unos 100 metros, es todo llano y nos vamos a encontrar colmenares a uno y a otro lado del camino. No es una ruta larga y cabe la posibilidad de acortar la misma, según la disposición de la gente, y hacer tramos, en la medida de lo posible, circulares, de tal manera que en el momento que una persona se canse, haga mucho calor, o se encuentre con cualquier incomodidad, se pueda hacer una ruta circular que lleve al pueblo inmediatamente”.
El arte de la piedra en seco, recuerda Mayor, además de contar con el reconocimiento de la Unesco, también viene recogido por el Gobierno regional como patrimonio de Castilla-La Mancha. “Existen muchas construcciones en la Alcarria, pero también, en el resto de la provincia y del territorio español. No solo se trata de colmenares. Por ejemplo, tienen gran interés los chozos, los más conocidos, tal vez, en la provincia, sean los chozones sabineros del Alto Tajo, pero también las tainas, los apriscos, los corrales están construidos mediante esta técnica. Quizá este tipo de arquitectura tiene una mayor relevancia, pero aquí, precisamente por ser una región mielera, disponemos de este tipo de construcciones que todavía se conservan y el hecho de querer recuperarlas es por que se pueden perder si no se actúa urgentemente sobre ellas”.
Tal y como recoge la Unesco, “el arte de construir muros en piedra seca comprende los conocimientos y prácticas sobre su realización con un mero apilamiento de piedras sin usar otros materiales de construcción, salvo tierra también seca en algunas ocasione. (...) Con esos muros se han creado diferentes tipos de hábitat humanos, así como de estructuras para la agricultura y la ganadería, que han configurado paisajes muy numerosos y variados. Estas construcciones constituyen un testimonio de los métodos y prácticas usados por las poblaciones desde la prehistoria hasta la época moderna, con vistas a organizar sus espacios de vida y trabajo sacando el máximo partido de los recursos naturales y humanos locales. Los muros de piedra seca desempeñan un papel esencial en la prevención de corrimientos de tierras, inundaciones y avalanchas, en la lucha contra la erosión y desertificación de terrenos, en la mejora de la biodiversidad y en la creación de condiciones microclimáticas propicias para la agricultura”.
Se trata de un patrimonio bastante desconocido y quizá no demasiado valorado. Un tipo de construcciones agropecuarias que no observaremos con el mismo deleite que una iglesia románica o una antigua fortificación y, sin embargo, es muy probable que si no nos detenemos al menos un instante a recordar y rescatar los usos, costumbres y tradiciones de nuestros padres y abuelos, dentro de poco tiempo, terminaremos por olvidarlos para siempre.
La localización de los colmenares ha sido posible, según Alejandro Mayor, “gracias a que las personas mayores que hay todavía en el pueblo se acuerdan donde estaban, porque puede que existan documentos que detallen el paraje donde están ubicados, pero resulta muchas veces imposible llegar hasta ellos, porque la vegetación se los ha comido. Si alguien no te indica dónde estaba esta construcción se acaba olvidando. Cuando estas personas desaparezcan en unos años, nadie tendrá memoria de dónde estaban ubicados”.
Los colmenares de Renera, señala el estudioso, en su gran mayoría están reconstruidos en periodos recientes, hacia mediados del siglo XX, “porque son construcciones que si no se cuidan, desaparecen continuamente, ya que las piedras se caen por efecto de la climatología, los animales o la acción humana. Es por ello que constantemente tenían que estar poniendo piedra, sobre piedra”. De algunos de ellos se han encontrado referencias del siglo XVIII, por ejemplo, en el Catastro del Marqués de la Ensenada, “pero seguramente sean mucho anteriores, porque el recurso de la miel es bien conocido en nuestra zona y entiendo que los colmenares tienen que ser muy antiguos”.
Se trata de habitáculos rectangulares o cuadrados, cuyos muros tienen una longitud aproximada de entre 12 y 15 metros, levantados mediante este arte que “lo que quiere decir que no tienen ningún tipo de argamasa. Están colocados piedra, sobre piedra, hasta una altura que dependiendo del terreno, si está en talud o es llano, puede llegar hasta 1,5 o incluso 2 metros en algunos casos”.
Los colmenares históricos de Renera, describe Alejandro Mayor, “están protegidos principalmente de los vientos del norte, en una ladera sur, que es la más idónea para la producción de miel y todos se encuentran alineados sobre esa latitud”. Según el investigador, todos los colmenares de Renera son muy similares: “Las dimensiones son aproximadamente las mismas. La única diferencia es cómo se configuran por dentro, porque están escalonados, para dejar las colmenas en esos escalones, y algunos tienen dos, otros tres escalones, etc.”.
Actualmente, estos colmenares se encuentran en desuso, pero la intención de los promotores de este proyecto, una vez se haya abordado su rehabilitación, es devolver las colmenas a alguna de estas construcciones con un fin didáctico. “Si ubicamos colmenas donde debían estar antiguamente, la gente se puede hacer una idea precisa de lo que era un colmenar y de los métodos de producción que se utilizaban. Hoy en día se utilizan colmenares exentos, que no están dentro de una construcción, sino sobre un terreno plano y protegido. La singularidad es que disponemos de esos colmenares históricos que se han utilizado hasta los años 80 o 90, pero que ya han desaparecido totalmente las colmenas de ellos”.
Este tipo de construcciones, según el experto, tenían diversas utilidades. En primer lugar, servían para delimitar el colmenar frente a otros usos como la ganadería, pero también su propiedad, así como evitar las picaduras. No obstante, indica que su principal función era proteger las colmenas de los vientos del norte y de la fauna autóctona: “Aquí no hay osos, pero sí tejones, zorros y otros animales que pueden llegar hasta las colmenas y romperlas para llevarse la miel”.
Cabe señalar que se encuentran en parcelas de titularidad privada, “por lo que tenemos que pedir permiso a los propietarios. De momento, con los que hemos hablado, no nos han puesto ningún problema. Es más, están encantados con la actuación. No obstante, como vamos a ir trabajando por fases, iremos decidiendo cuáles son los colmenares sobre los que procede realizar una actuación, porque de algunos de ellos sólo queda una ruina, que es imposible de recuperar. Hay un montón de piedras y se sabe dónde estaba el colmenar, pero no se puede realizar ningún tipo de reconstrucción porque supondría inventárnoslo completamente”.
El proyecto, apunta Mayor, se encuentra en una fase muy inicial: “Tenemos más o menos claro qué es lo que vamos a realizar y cuáles son las primeras fases que tenemos que afrontar, pero después de ser presentado en las III Jornadas de la Miel, hay que ponerlo a andar inmediatamente antes de que se enfríe”.
De esta manera, aclara que se llevará a cabo una primera fase en la que se abordará la reconstrucción de los colmenares; en una segunda fase, se recopilará toda la información para elaborar un proyecto de divulgación: “El recorrido parte del propio pueblo y hay un colmenar muy cerca, que es el que vamos a intentar que sea una especie de centro de interpretación que nos sirva para introducir el resto de la ruta. Allí es donde queremos colocar los diferentes itinerarios , la dificultad de la ruta, las distancias y lo que nos vamos a encontrar en los diferentes colmenares, con algún apunte histórico cuando proceda y cualquier otra característica que merezca interés”.
La ejecución de este proyecto con la instalación de paneles y señalización vertical se abordará en una tercera fase. “Queremos incidir en varios aspectos informativos. En algunos casos, quizá sea suficiente con cartelería que recoja mapas o rutas, pero también queremos utilizar los nuevos medios digitales, mediante códigos QR que nos permitan ofrecer información sobre los accesos y situar toda la información en los propios colmenares. A grandes rasgos, será algo así, pero falta detallar muchos aspectos, porque somos un grupo de personas las que vamos a trabajar y seguro que durante el proceso se nos van a ocurrir muchas ideas”, adelanta.
El entorno de la ruta cuenta también con otros atractivos que podrían dar lugar a un proyecto más ambicioso en un futuro: “Además de colmenares, existen otro tipo de construcciones como corrales donde guardaban el ganado; chozos o cabañas de pastor, etc., que nos pueden dar una idea de cómo eran estas construcciones agropecuarias, pero aparte existen ribazos, paratas para hacer andenes, etc., de las que antiguamente se servía el pueblo. La información está recogida, tenemos la ubicación de todos estos lugares; la descripción de los mismos, cómo llegar. Son muchísimos elementos que darían para realizar muchas rutas por todo el término municipal”.
Para este vecino de Rebera la “Ruta de los Colmenares” es mucho más que una iniciativa de interés turístico, es “un proyecto del pueblo” con el que se pretende rescatar “estas tradiciones populares de nuestros abuelos que si no actuamos sobre ellas van a desaparecen en la próxima generación como lo han hecho tantos otros elementos de nuestro patrimonio”.
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