OPINIÓN. 'De las espadas foriarán arados'

11/06/2025 10:46 AM
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Sin saber con certeza que se despedía, ya, del 'tiempo' según la teoría de Stephen Hawking, el papa Francisco impartió -convocó- a una bendición paterna omnímoda, orbi et orbe, a la cristiandad, ¿a la humanidad entera? Asomado en silla de ruedas (con fragilidad extrema, como reconocía a la condición humana en su temporal 'ciudad alegre y confiada' por naturaleza), quiso universalizar esa su exhortación-bendición que vuelve a los hombres a su inocencia original.

 

A falta de voz física propia, escuchamos en efecto la lectura de un texto, manuscrito de su puño y letra, que recorría como un vía crucis los conflictos bélicos pendientes en el planeta, casi sin plazoletas de paz, prestando especial atención al genocidio de la franja de Gaza, con cuyo párroco católico ha venido conversando Francisco cada atardecer: hermosa rutina solidaria, con intención balsámica para el horror como clímax diario. El púlpito del mensaje casi póstumo de Francisco: la 'ventana de los miércoles' en el Palacio Vaticano. El día, el de la resurrección del hombre­ Dios, en que creemos los 'creyentes', desde el Tertuliano de la primera Roma cristiana, hasta el contemporáneo premio Nóbel de literatura Jon Fosse, coincidentes en su reclamo: creo, Señor, ayuda a mi incredulidad.. ¿Y la esencia de su mensaje? Señalar como necesario, y cuanto antes mejor, 'el desarme' global. Nada menos que el efectivo 'adiós a las armas', título del libro de fabulación realista de Éric Marie Lamarque. Lo hemos escuchado nítidamente.

 

No, por supuesto, su contrario, un cierto 'rearme' comedido a nivel mundial. Tampoco basta el Pacto de no proliferación nuclear, existente en stand bye desde el fin de la 'guerra fría', pero siempre al arbitrio de un 'botón rojo', y éste de la presión del dedo índice de un sátrapa guiado por su endiosamiento (hemos escuchado amenazas recientes en el norte de la vieja Europa, y recordatorios con silenciador de algo que fue existiendo: el nazismo de los 'cristales rotos', el subsiguiente genocidio judío, el bombardeo de Hamburgo con napalm, la conversión de Berlín en un solar con un bunker parra el "suicidio heroico" de gerifaltes, Coventry, la batalla de las Ardenas, Pearl Harbour, Hiroshima y Nagasaki ... Hasta arribar a ese oasis voluntarista (aislado en el cosmos) que es, era hasta hace tres años, la UE y su periferia.

 

El desarme total es una utopía. El catedrático Luna decía, en los años cincuenta del pasado siglo: no sé con qué armas se luchará en le tercera guerra mundial: en la  siguiente  se hará con piedras y palos. Venía a recordar que la exclusividad de la persona -visible en los niños con 'su' juguete, conlleva, salvo una postura personal sacrificial y lúcida, la enemistad con 'el otro'. 'La enemistad política' es el título de un ensayo de Cruz Martínez Esteruelas, que quiso borrarla, pero como un hito ahistórico, votando en Cortes la ley para la reforma política en España y su subsiguiente Transición.

 

El papa Francisco no ignoraba la excepcionalidad del proceso y, por tanto, su casi normal término, la violencia, la guerra. Así se manifiesta en el juicio a Jesús. Cuando, 'comportándose en político' -y no estoy apelando fatalista y negativamente a la condición política sino, por el contrario, llamando a la responsabilidad en la función pública, y para cada poder social-, el gobernador Pilato pretende averiguar cuales son las querellas entre judíos, en su provincia romana, el reo, Jesús-Dios, le hace ver mi Reino (singulariza, y con mayúscula, el sustantivo) no es de este mundo, si mi Reino fuera de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado ...La paz sería el fruto de la guerra. Más aún que la avaricia, cada hombre lleva en sí el germen de la 'enemistad', de la alienabilidad del otro, como si el mundo fuera estrecho -cada vez lo hacemos más angosto, es un hecho, con los avances plausibles de la 'ciencia', la de las comunicaciones especialmente, necesitada de una ética creciente para no revertir en selva humana- y ajeno, utilizando, desfigurado, el dicho de Ciro Alegría.

 

No: el humano papa Francisco -tan sensible con los 'de las periferias', paradójicamente cada día más ensanchadas y alargadas en la sociedad de los hombres, no obstante la física proximidad planetaria-, tan de condición humana que pedía a su amigo Jesús, en especial por medio de Maria, 'la madre', que le pusiese delante en el futuro de su tiempo personal cuyo final veía cercano, que lee llegase sin dolor físico, lo soporto muy mal, no sé enfrentarlo. No era un superhombre o un inocente. Ese hombre vestido de blanco y dependiente del samaritano que le hacía avanzar su silla de ruedas, sabía que proponía una utopía. Es decir, un objetivo. No más. Pero un objetivo irrenunciable que ha de figurar a diario en la hoja de trabajo de cada ciudadano, trotacalles u ocupa poltronas. Hasta que se cumpla el tiempo de cada cual. Como todas las personas utópicas. Y cada cual ha de serlo, en esta sociedad tan interrelacionada, para no ser masa sin levadura. Utópico era Tomás Moro, en su Ciudad de Dios. Y Campanella al ofrecer como universo La ciudad del sol. Y la madre Teresa de Calcuta o don Quijote de la Mancha (es decir de la tierra áspera, plana y con tanta luz) hasta reconocer su bella impotencia en el lecho de muerte, ante dos mujeres, la sobrina y el ama. La contrautopía es el progreso sin ética que describe Aldous Huxley en Un mundo feliz. Y el prescindir de la utopía como plan de vida, un morir liso. Y por inercia.

 

Lo que ha dejado propuesto como deseable horizonte humano el papa Francisco podría ser bien distinto. Algo contrapuesto, por ejemplo, a la visión de Kyril, patriarca de Moscú para todas las 'Rusias', en cuanto al conflicto de Ucrania, planteado por ambiciones territoriales de Rusia-Putin (la nación-hombre). Ya nunca -es el grito silente de la renaciente Iglesia católica en la persona de Francisco- las, religiones como escuderos de la ambición política, como ha venido 'siend' en Europa casi desde que desapareció 'Roma'; hasta que esa inercia sátrapa de los pueblos-nacionalidades se emancipó de la religión en el 'siglo de las luces' y, entonces, empezó la época de los totalitarismos, colectivistas o personales, ya sin límites y, siempre, puramente progresistas (con avidez creciente de confort, no más). Tenemos en nuestro pasado próximo una historia terrible, de espaldas a las 'utopías'. E historia terrible es hoy la del pueblo de Israel cuando reencuentra su tierra prometida en el año 45, y a partir de ahí ya no coincide con el Papado, que renunció a ser Estado temporal desde Jesús, mi reino no es de este mundo, y su primer continuador, san Pedro, si bien solo lo manifestó formalmente en los tratados de Letrán para mostrarse universal. El Estado israelí creyó, cree, lo contrario y por eso (en ominosa coincidencia con los EEUU de Trump -siempre un hombre-Estado en el origen de las guerras, que pueden empezar siendo comerciales, luego territoriales y, finalmente, universales-) se consagra la frase Palestina no existe, y tampoco Cisjordania, y el día de mañana Siria, cuna del cristianismo como oferta universal, casi antes que Roma, y que Antioquía.

 

Francisco no ha sido un iluso. Sabría, sin duda, que había alternativas al desarme total, que, por supuesto debería ser el futuro de una nueva humanidad ética, también y sobre todo en la civilización -en que ya estamos- de la IA que, por cierto, nace más que por la vía de las colaboraciones, por la de la competencia -que puede ser brutal, y sin reservas, entre Occidente, ¿que subsiste como tal?, y el Oriente que protagoniza visiblemente China, con India, al menos, al acecho-. Era la ocasión para que la humanidad pensase, lúcida y tenazmente, en la realización-encarnación del anuncio profético de las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. Francisco lo ha anunciado, no ha pretendido comprobar una realidad aún inexistente.

 

Propone el proceso, cuyos 'efectos colaterales' supondrían, y seguramente pretende que lleguen a suponer en alguna sociedad por venir, un cambio radical 'cuando llegue el tiempo', ¿por qué no? La energía nuclear -la fisión, y la fusión- tienen la posibilidad de eliminarse radicalmente para la destrucción, y potenciarse para la creación de riqueza a disfrutar y repartir. Es una utopía, es un objetivo a perseguir, ¿colectivamente, después de las falsas utopías populistas de los siglos XX y XXI. Lo siente cualquiera que quiera pensar y sugerírselo a sí mismo, como, por ejemplo, hace el utópico premio Nóbel Jon Fosse en su recientísimo libro 'Misterio y fé'. Con una sociedad en progreso, laboriosa -¡no ociosa, por Dios!- y ética desaparecería de los horizontes probables el anuncio del catedrático Luna de que la cuarta guerra mundial es posible, y la ciencia (el testimonio es la reflexión tardía de Oppenheimer) la hará destructivamente eficacísima, hasta desembocar en apocalíptica 'catástrofe tan magnífica', robándole la expresión al Zorba 'El Griego', de Nikos Kazantzakis que hará inevitable que en la próxima contienda, que convocará la 'enemistad política', se combata con piedras y palos. Si es que subsisten las especies vivientes, porque el hombre puede hacer posible algo parecido a un big-ban inverso, que la ciencia no descarta.

 

Existen otras posibilidades utópicas (acépteme la provocación, lector), es decir realmente humanas. Entre ellas: convertir a la ONU en una organización armada, y total, la única pues, con funciones de policía mundial. No se ría, insisto, el lector matinal de diarios. Los pueblos, más que naciones, habrán de contar, y deberían conformarse con ello, con sus propios gendarmes municipales. Ese ha sido el reparto, y el hallazgo a distinta escala, de la época aún reciente de la creación de las nacionalidades, rebasadas solo a medias, por la buena intención de la ONU con sus impotentes brigadas de casos azules, y su dirección elitista. Y los intentos, solo en parte eficaces, como la CE, o el Cono Sur, en su día la Commonwealth ... A organizaciones armamentísticas, como la OTAN, les cumplirían otros cometidos: la información todo a lo largo y ancho del todavía planeta azul de 'la tenencia ilegal de armas', constituyéndose en Centro de Información y Vigilancia al servicio de la ONU, es decir de toda la ciudadanía. Situará a los pueblos ante el espejo de sus tentaciones agresivas, porque si bien es cierto el dicho romano si vis pacem, para bellum, no es menos cierto que si alguien dispone de un arma (quizás le baste la violencia de sus manos) y se le aflojan la conciencia y la consciencia, acaba usándola.

 

El mundo civilizado se sorprende cada día ante lo, sin embargo, previsible: el incremento acelerado de la violencia criminal. De mujeres, de pandilleros, de clanes de la droga, de escolares aburridos y con armas de fuego familiares, a su alcance. De nonatos a los que se les cierra la puerta de entrada a la vida.

 

¿Es ese el panorama que se divisa desde la altura de la sede -silla y tumba de pino­ pontificia? ¿No resulta incluso de lógica humana presentar la 'utopía' -llamando a conciliábulo a todas las 'religiones'- como ha hecho Francisco, el papa de la fragilidad y las preguntas?

 

Santiago Araúz de Robles. Abogado y escritor.

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