El profundo cambio demográfico de España con la caída de la natalidad y el rápido envejecimiento de la población, lejos de ser un problema puede convertirse en una oportunidad. Para ello es necesario con una profunda transformación tanto social como cultural impulsada por las administraciones y las empresas
La clara pirámide poblacional de los años 70, marcada por una amplia base de personas jóvenes, se ha ido achatando hasta una forma de botijo con su parte más ancha en la franja de edad entre los 45y los 59 años. De ahí, que la población sénior trabajadora en España se ha situado en el punto de mira del debate público y político. No como un riesgo, sino como una gran oportunidad para la economía.
En la que en la Grecia Antigua se conocía como hacer de la necesidad virtud que tan de boga vuelve a estar en nuestros tiempos. Así lo refleja la reciente propuesta del Gobierno para crear una figura de jubilación reversible. Una fórmula pensada para facilitar el regreso al mercado laboral de personas ya jubiladas.
Se trata de implementar recomendaciones como la del último informe 'Perspectivas de Empleo para 2025' de la OCDE, que anima a España a movilizar talento desempleado de mayor edad y a reducir drásticamente las jubilaciones anticipadas.
Según calcula la OCDE, aprovechar esta oportunidad podría suponer una mejora de 0,26 puntos en el PIB, suficiente para contrarrestar la caída estimada por la progresiva pérdida de mano de obra. De hecho, más de 530.000 mayores de 55 años se encontraban en busca activa de empleo a cierre de junio de 2025, según el INE, cuya incorporación al mercado laboral debería ser una prioridad para la administración.
Ante la problemática laboral en puertas de la jubilación de este sector de la población con grandes implicaciones sociales y económicas, el Centro de Investigación de geingnomics de Fundación Mapfre ha tratado de arrojar algo de luz a través de su 'V Barómetro del Consumidor Sénior'.
De este estudio se desprende que tanto al 38% de los sénior en activo como al 25% de los ya jubilados les gustaría poder compatibilizar trabajo y pensión. Esto refleja una buena predisposición hacia modelos más flexibles como la jubilación parcial, la jubilación activa o la recién anunciada jubilación reversible.
Incluso entre quienes ya se han retirado, el estudio indica que un 15% reconoce que le hubiera gustado jubilarse más allá de los 65 años, lo que sugiere que una parte de las salidas del mercado laboral no responden al deseo personal, sino a barreras estructurales.
En cualquier caso, este no es el perfil mayoritario. La realidad refleja que casi cinco de cada 10 senior, un 44%, ha mostrado su deseo o predisposición de jubilares antes de los 65 años. Para los expertos, esta predisposición pone de relieve la necesidad de generar condiciones adecuadas e incentivos reales para que prolongar la vida laboral sea una opción atractiva, no dependa de la precariedad y deje se ser percibida como una obligación, con el fin de evitar el colapso del sistema, o una carga.
En otro orden de cosas, el estudio recoge la frustración de buena parte de este segmento poblacional a la hora de acceder al mercado laboral. A pesar de su experiencia y disposición a seguir contribuyendo tanto social como económicamente, muchos sénior se enfrentan a barreras que limitan su participación activa.
Así lo cree el 32% de las personas entre 55 y 59 años consultadas por el servicio de estudios de Fundación Mapfre, que afirma haberse sentido discriminadas en algún momento por su edad al intentar acceder a un empleo, así como a servicios de atención sanitaria y a productos bancarios, porcentaje que, si bien se reduce al 23% en la franja de 60 a 64 años, sigue siendo significativo.
Los datos del 'V Barómetro del Consumidor Sénior' muestran que el edadismo continúa siendo uno de los grandes frenos para normalizar e incrementar la presencia sénior en algunos ámbitos sociales y laborales y ponen de manifiesto [la necesidad de construir un entorno laboral más inclusivo y adaptado a los profesionales sénior.
Para evitarlo, las nuevas políticas y recomendaciones de los organismos nacionales e internacionales deben ir acompañadas de un cambio cultural profundo en las empresas y en la sociedad.
Un factor clave; señala Juan Fernández Palacios director del Centro de Investigación Ageingnomics de Fundación Mapfre; para que [España no pierda tracción económica ante el actual proceso de cambio demográfico.
"No podemos permitirnos desaprovechar el talento de las personas mayores" de 55 años y para ello es básico crear entornos de trabajo más flexibles, sin prejuicios y con posibilidades reales de desarrollo profesional, aspectos fundamentales para convertir el envejecimiento en una palanca de crecimiento económico y bienestar social".
Julio Muñoz. Periodista de información económica y experto en comunicación