En el intento de vivir de la mejor manera posible debemos tener presentes la cantidad de obstáculos con los que nos encontramos, y nos vamos a encontrar, durante el devenir de nuestras vidas. De ahí la importancia de expresar nuestras emociones y comunicar cómo nos sentimos para, de esta manera, mejorar nuestras habilidades sociales.
Qué complejo es, a veces, eso de mejorar las relaciones con las personas que nos rodean. Qué difícil es hacer entender cómo nos sentimos y qué esperamos. Quizás lo que esté ocurriendo realmente es que no estamos poniendo en marcha la empatía y lo que trasladamos es lo que nos brota a nosotros mismos, sin pensar qué es lo que necesita, piensa y siente el de enfrente.
Una de las claves para entender más allá de lo que ocurre en nosotros mismos es intentar ver la vida desde otra perspectiva, no la propia, reflexionando sobre la misma y buscar expandir de la forma más humana posible. Para ello se me antoja como reflexión el compartir los buenos momentos, aparcar diferencias y disfrutar de lo bueno que nos pasa. De lo malo ya habrá muchas situaciones que nos harán volver al recuerdo.
Muchas veces pasa que la costumbre nos impide ver la realidad con claridad. A veces los golpes de experiencia nos asombran e, incluso, nos provocan una sensación de dolor, de insatisfacción y de rabia porque hay caminos que se bifurcan o porque hay cosas que cambian de sitio.
Hay una historia, El Caballero de la Armadura Oxidada, que habla de un caballero con una armadura tan reluciente y que vive tan hechizado por la apariencia que no se hace consciente de lo que realmente tiene. Le deslumbra tanto el brillo de su coraza que le lleva a descuidar lo que le rodea y cada vez más se encierra en sí mismo. Pero llega un día que se da cuenta de que la armadura ha empezado a oxidarse e intenta desprenderse de ella para volver a pulir y conseguir que vuelva a brillar.
Sin embargo, no se la puede quitar, lleva tanto tiempo pegada a su cuerpo que se hace imposible desprenderse de ella. En ese momento comienza un viaje hacia el interior a través de experiencias que le van a servir para cuestionar lo que está viviendo y descubrir el sendero de la verdad.
El caballero se da cuenta de que tenía algunas convicciones sobre sí mismo que no eran tan reales como él pensaba. Era capaz de enfrentarse a verdaderos enemigos como el guerrero que se consideraba, pero no era capaz de entablar la batalla con el enemigo que tenía atrapado en su armadura sin darse cuenta de que algunas de sus realidades internas eras verdaderas limitaciones para enfrentarse a la vida.
Afortunadamente en su viaje de descubrimiento se da cuenta de que para poder limpiar la armadura y quitar el óxido necesita oxigenar espacios y permitir que la luz entre en los mismos. También se da cuenta de que tiene a su alrededor multitud de situaciones que puede observar y sentir desde otra perspectiva y que, prestando un poco de atención, seguro que le cambia la percepción de estas.
Una de las cosas más importantes de las que se da cuenta el caballero es que no podrá cuidar de nadie si no aprende a cuidarse a sí mismo, de igual manera que no conseguirá amar a otros si no se ama a el mismo. Y amar a su armadura no es amarse a sí mismo, es alimentar el ego y este no le permitirá ser quién realmente quiere.
En definitiva, apreciar el momento presente se vuelve en oportunidad para avanzar en busca de nuestros objetivos. Cuidar de uno mismo se torna fundamental para poder hacerlo con los otros. Tomar conciencia de lo que de verdad importa es lo que nos hará poner el foco en nuestras raíces y hará que reconozcamos nuestras propias necesidades para librarnos del peso de la armadura, poder sacar el óxido y que empiece a brillar de nuevo.
Es el momento de revisar nuestra armadura no vaya a ser que empiece a aparecer óxido sobre la misma, es el momento de reflexionar sobre la cantidad de brillo que desprende y también es oportuno reflexionar sobre las veces que te la puedes quitar para avanzar.