La cultura es libertad

18/07/2023 08:00 AM
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El 16 de septiembre de 2019 mantuve una reunión telefónica que supuso un giro a mi carrera profesional. Tras esta conversación, daba el pistoletazo de salida al proceso de publicación del primer libro que editaba por cuenta propia. Me refiero a «Historiando con perspectiva, de la teoría a la práctica», un ensayo colectivo sobre historia feminista, realizado por especialistas en la materia. En aquel momento, yo me encontraba viviendo en Ciudad de México, donde trabajaba de profesor de Educación Secundaria. Y, desde entonces, han sido muchas las satisfacciones las que me ha dado el mundo editorial.

 

Precisamente, el proyecto cultural que impulsé en ese momento –y que continúa más vivo que nunca– tiene como filosofía el establecimiento de puentes de entendimiento entre las dos orillas del charco. Al fin y al cabo, los habitantes de México y de España tenemos muchos elementos en común. No sólo el idioma –que es fundamental–. También la forma de relacionarnos, de pensar y de afrontar la vida. Y, ¿qué mejor que apostar por la literatura y los libros para conectar ambos lados del mar?

 

La cultura es la mejor manera de propiciar el entendimiento entre personas, sean como sean y vivan donde vivan. Un diálogo que debe ser libre y sin cortapisas, ya que manifestarnos desde lo más profundo de nuestro ser es la única manera de exponer las preocupaciones e inquietudes que nos atenazan. Ser franco para exteriorizar lo que se anhela es una herramienta imprescindible de todas las clases sociales –sobre todo, las populares–, para plantear sus exigencias y progresar en la sociedad.

 

Las únicas restricciones han de ser los que marca el artículo 20.4 de la Constitución de 1978. Es aquel que indica que las garantías de expresión, prensa, cátedra o creación artística sólo “tienen su límite en el respeto a los derechos [fundamentales] reconocidos en este título constitucional; en los preceptos de las leyes que los desarrollen; y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”. En definitiva, se marcan unas mínimas restricciones en favor de la convivencia social.

 

En cualquier caso, el artículo 20.2 de nuestra Carta Magna prohíbe la censura previa. No se puede hacer fiscalización de la palabra –oral o escrita– antes de que se produzca. De hecho, si las ideas ya transmitidas no nos gustan, nos tenemos que contener y respetarlas, siempre que respeten lo establecido en los artículos 20.4 de la Constitución y 7 de la Ley Orgánica 1/1982, de protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen.

 

A pesar de ello, durante las últimas semanas, se han dado a conocer algunas decisiones de ayuntamientos gobernados por PP y VOX que son plenamente censorias. De hecho, dichas medidas rozarían la ilegalidad. Se han llegado a retirar obras de teatro y películas que hablan de sexo, de la Guerra Civil, de feminismo o de la memoria histórica. Han querido apartar producciones cinematográficas de Pixar u obras literarias de Lope de Vega o Virginia Wolf…

 

¡Ay, si estas 'mentes pensantes' leyeran un poco más!

 

Incluso, estos mismos «gestores municipales» han quitado banderas LGTB de balcones públicos, como si este símbolo –que expresa la igualdad amatoria entre seres humanos– indujese a comportamientos ruines y oscuros… ¡Con dos gónadas! Estamos volviendo a momentos más propios de abril de 1939 que de un «estado social y democrático de derecho» como el actual. El mismísimo Tomás de Torquemada –confesor de Isabel la Católica y primer inquisidor general de Castilla y Aragón en el siglo XV– estaría escandalizado con lo que está ocurriendo en 2023.

 

Este tipo de medidas antidemocráticas hay que combatirlas con la palabra. Y, si es necesario, se tendrá que echar mano del derecho constitucional. Lo único que nos queda a los trabajadores de la cultura –y a la ciudadanía en su conjunto– es la libertad, ya que, gracias a creaciones rupturistas y novedosas, tenemos la oportunidad de avanzar como sociedad. E, incluso, y como se ha mencionado, la literatura libre facilita el acercamiento de pueblos y realidades distintas –como México y España–, gracias al estímulo del diálogo entre diferentes seres humanos. Al fin y al cabo, y aunque les pese a los ultramontanos españoles, la cultura es libertad.

 

Un libre albedrío que determinados gobernantes de derecha extrema quieren cercenar a su propio pueblo…

 

PD: No deja de ser llamativo que, entre los críticos más beligerantes a las ansias censorias de PP y VOX, se encuentren representantes de alguna formación mayoritaria con capacidad gubernativa. Sí, esos mismos que –a pesar de encontrarse en el Ejecutivo– no han puesto toda la carne en el asador para liberar al periodista español Pablo González, preso en Polonia desde el 28 de febrero de 2022. Sí, esos mismos que no han actualizado los preceptos del Código Penal relativos a determinados casos de «enaltecimiento». En fin, cosas del periodo electoral…

 

Julio Martínez García es periodista, historiador y editor. 

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