Guadalajara atesora un importante patrimonio histórico, cultural y natural en cantidad y calidad que desde El Decano no nos cansamos de reivindicar. Principalmente, porque en una provincia eminente rural como la nuestra, en pleno corazón de la despoblación, la senda para garantizar la supervivencia de nuestros pueblos no puede, ni debe esquivar las piedras de su pasado, sino más bien utilizarlas para construir unos cimientos fuertes y sólidos, ya que es un hecho que un pueblo sin identidad, es un pueblo sin futuro. Pero también porque, tal y como decía el profesor José Luis García de Paz, gran defensor de nuestra historia y su legado, el peor enemigo del patrimonio no son las guerras o la destrucción, sino la ignorancia, porque no se cuida lo que no se ama y no se ama lo que no se conoce.
Sin embargo, en este territorio de pueblos muy dispersos con apenas un puñado de vecinos, abundan los ejemplos de elementos, lugares y parajes de inmenso valor y belleza que, a menudo, incluso los propios habitantes de la zona se sorprenden al conocer de su existencia. Este es sin duda el caso de uno de los rincones más sorprendentes y enigmáticos del Señorío de Molina, en el Parque Natural del Alto Tajo. Se trata del yacimiento celtibérico de Peña Moñuz, un gran desconocido pese a estar declarado Bien de Interés Cultural (BIC) desde 2011. Se encuentra enclavado en la Dehesa de la Olmeda de Cobeta, un bosque misterioso de origen medieval poblado por robustos ejemplares de encinas y quejigos centenarios.
La dehesa cuenta con un buen conjunto de árboles singulares, propiciado por las podas recurrentes a las que eran sometidos en la antigüedad, conocidas como trasmochos, que los han dotado de sus formas singulares. Además, también alberga algunos ejemplos de una particular construcción conocida como chozones sabineros, que los lugareños construían en torno a una sabina para guarecer el ganado.
El camino por este bosque encantado, donde los troncos de los árboles abren sus entrañas para albergar altares con imágenes de vírgenes y flores, desemboca en su parte más alta en Peña Moñuz, una poderosa fortaleza celtibérica de los siglos IV y III antes de Cristo, que en sí misma es un excepcional mirador de los sublimes paisajes del Alto Tajo.
Peña Moñuz fue objeto de varias campañas arqueológicas en la primera década del milenio que sirvieron para desentrañar y consolidar sus restos, pero sus murallas corren ahora riesgo de desmoronarse como consecuencia del abandono. Se trata, según Jesús Arenas, profesor titular de Prehistoria de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) y director de los trabajos arqueológicos, de una modalidad de yacimiento fortificado, “casi podríamos decir que es un castillo”, cuyo uso no era habitacional, sino de control del territorio. “Cuando hemos excavado dentro hemos visto que había muy pocas casas. Para estudiar las formas de vida y el urbanismo interior son más interesantes otro tipo de yacimientos como El Ceremeño, en Herrería. En cambio, Peña Moñuz tiene mucho espacio vacío. Había un número pequeño de construcciones para alojar a una guarnición dedicada a controlar el territorio”, relata.
La importancia de Peña Moñuz reside, por lo tanto, en su sistema defensivo “prácticamente único en toda la parte oriental de la Meseta”, que comprende parte de Soria y todo el territorio de las provincias de Guadalajara y Cuenca. Según el arqueólogo, sólo existen en esta zona tres yacimientos con una estructura similar, pertenecientes al mismo periodo, todos ellos en la provincia de Guadalajara, que están separados en línea recta por una distancia de entre 20 y 23 km., prácticamente equidistantes: El más oriental es Peña Moñuz, después se encuentra el yacimiento de Hocincavero en Anguita y el siguiente es Castilviejo de Guijosa, en Sigüenza.
Se trata de un sistema complejo que consta de tres partes. En el anillo defensivo exterior se encuentra un cinturón de piedras hincadas para impedir el paso de la infantería y de maquinaria de guerra como torres, catapultas, etc. “Son como pinchos de piedra que impiden que la infantería pueda correr; la maquinaria no puede avanzar y los caballos tampoco la podrían franquear porque se romperían las patas”, comenta el profesor. Posteriormente, existiría un foso excavado en la roca y en la parte más interior se levanta una poderosa muralla de la que se conserva hasta cuatro metros de altura, “pero es posible que en su momento tuviera seis metros construidos en piedra”.
La fortaleza cuenta con dos puertas, “una de las cuales se corresponde con la primera fase de ocupación, en el siglo IV antes de Cristo”. Posteriormente, todo el castro fue arrasado por un incendio y en una segunda fase “se llevaron a cabo una serie de remodelaciones; tapiaron la puerta antigua y abrieron una nueva, es decir, que aunque haya dos puertas sólo ha tenido activa una”, aclara el investigador. “Esa muralla, por lo tanto, tiene una puerta de acceso muy compleja con torres de flanqueo y tres torres al exterior, dos de planta rectangular y una de planta ovalada, que es la más grande conocida en toda la Celtiberia”.
Además de la complejidad y fortaleza de este sistema defensivo, su importancia radica, tal y como explica el experto, en que el origen de esta tipología de construcción defensiva es mediterráneo: “Es decir, lo que se ve en Peña Moñuz tiene modelos exactamente iguales en la zona valenciana, tanto en el litoral, como en el interior. Por ejemplo, la Bastida de les Alcusses en Moixent tiene las mismas puertas que Peña Moñuz”. Se trata de una puerta monumental de tres metros de anchura con un túnel o pasadizo cubierto de unos 5 metros, conocida como puerta en túnel o puerta en embudo.
Estas evidencias, indica Arenas, han propiciado un estudio que la UDIMA está realizando en estos momentos en colaboración con la Universidad de Liverpool “porque es evidente que hay una influencia y un contacto cultural muy intenso y fluido con Levante, ya que de lo contrario, no se pueden importar los modelos de arquitectura defensiva”.
Pero la existencia de Peña Moñuz y su alineación con Hocincavero y Castilviejo de Guijosa platea un dilema todavía más interesante: ¿Por qué se establece esta red de fortalezas en el siglo IV y III a. de C, en el interior siguiendo modelos arquitectónicos mediterráneos? La investigación sigue su curso y de momento sólo hay hipótesis sobre la mesa, “pero eso apunta a que hay algún tipo de interés para controlar recursos del interior desde la costa”, aclara. Para Jesús Arenas los recursos mineros podrían ser un buen argumento, “pero eso sólo funciona con la zona de Molina, en Peña Moñuz y Hocincavero de Alguita, donde la minería es importante, pero no en Castilviejo de Guijosa. Hemos observado que más que la minería, lo más plausible podría ser que se estén controlando algunas de las principales rutas de tránsito que comunican la Meseta Sur con el Valle del Ebro. De oriente a occidente, Peña Moñuz controla el río Ablanquejo, que es el salto natural desde la Meseta Sur al valle del Mesa y de allí al Jalón, en el Valle del Ebro. Hocincavero de Anguita controla el curso alto del río Tajuña, es decir, Meseta Sur, Jalón y Valle del Ebro y Castilviejo de Guijosa controla directamente el curso del río Henares, por lo tanto, Meseta Sur, Meseta Central y Valle del Ebro”, avanza el investigador.
La provincia de Guadalajara cuenta con cinco castros celtibéricos que de acuerdo a la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, tienen la condición de Bien de Interés Cultural (BIC). Tres de ellos en la Comarca de Molina de Aragón y el Alto-Tajo: El Ceremeño, en Herrería; Castil de Griegos, en Checa, Los Rodiles, en Cubillejo de la Sierra y Peña Moñuz, en Olmeda de Cobeta y un cuarto, en Castilviejo de Guijosa, entre Guijosa y Cubillas del Pinar, en Sigüenza, que por sus singularidades, contribuyen a desentrañar quiénes eran y cómo vivían nuestros ancestros prerromanos y a recomponer el puzle de nuestra historia e identidad.
Las investigaciones en Peña Moñuz arrancaron en el año 2005, cuando el director de las excavaciones, Jesús Arenas, llevó a cabo una valoración general del yacimiento que sirvió para dar el pistoletazo de salida a una serie de campañas arqueológicas con financiación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, a través del Centro de Estudios de Molina y el Alto Tajo (Cemat) : “Todo eso ha estado vigente hasta la crisis financiera de 2008, pero aún logramos sobrevivir hasta 2010, cuando se realizó la última gran campaña”. Desde entonces, se han llevado a cabo intervenciones puntuales realizadas a través de la UDIMA, donde Jesús Arenas es profesor titular de Prehistoria, para luchar contra el deterioro de las ruinas, “a la espera de una gran campaña de consolidación y restauración que esperemos que llegue pronto”.
Peña Moñuz se funda a mediados del siglo IV y comprende una primera fase, con la gran muralla y al menos dos de las tres torres, “posiblemente había una tercera, pero una se derrumbó y probablemente esté oculta por otra nueva”, aclara. Esa estructura se conserva hasta principios o mediados del siglo III, cuando hay un incendio que lo arrasa todo. La segunda fase comienza a mediados del siglo III, cuando se clausura la puerta antigua, se abre una nueva y se construye la tercera torre. “Hay otra destrucción violenta por fuego y habida cuenta de lo que hemos observado en otras excavaciones, todo parece indicar que Roma se encuentra detrás. Estamos más o menos en el año 180, que son las primeras incursiones de Roma en este territorio y cuando comienzan a destruir poblados indígenas. Lo vimos en el Palomar de Aragoncillo cuando excavamos en la década de las 90, cuya destrucción ocurre en el mismo momento, y encontramos hasta artillería romana del asedio”, comenta el investigador.
A pesar de su relevancia científica, su enorme potencial turístico y su valor para la comunidad, la fortaleza de Peña Moñuz se encuentra amenazada y en serio riesgo de venirse abajo: “Salvo tres puntos críticos, la muralla se mantiene sorprendentemente bien. Es una muralla muy potente que tuvo sus problemas estructurales en época celtibérica porque era demasiado alta y estrecha y hubo pandeos que provocaron derrumbes en su momento, pero en las campañas arqueológicas, a la vez que íbamos excavando, fuimos consolidando los restos”. Sin embargo, para el arqueólogo es importante intervenir cuanto antes en estos tres puntos, “para evitar que los derrumbes terminen por afectar a toda la estructura”.
En el horizonte se plantean tres posibles tablas de salvación de distinta envergadura y consideración que van desde solicitar una intervención de urgencia a Patrimonio para consolidar sus restos y evitar su derrumbe, a un ambicioso proyecto que no sólo supondría culminar con el estudio del yacimiento, sino también la recuperación y el aprovechamiento turístico de todo su entorno, pasando por un término intermedio, a través del Plan de Sostenibilidad Turística que se acaba de aprobar para toda la comarca. Tres alternativas que en este momento todavía dibujan castillos en el aire y que se encuentran a la espera de que la coyuntura se resuelva para discernir cuál de ellas se puede materializar.
En este sentido, el Ayuntamiento de la Olmeda de Cobeta acaba de presentar un proyecto de restauración y puesta en valor integral del yacimiento de Peña Moñuz a la convocatoria de ayudas de 2023 del “Programa de mejora de la competitividad y de dinamización del patrimonio histórico con uso turístico”. Esta convocatoria se enmarca en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, financiada con los fondos europeos Next Generation.
El proyecto supera los 800.000 euros y si finalmente se concede, explica Jesús Arenas, “supondría la restauración de todos los restos arquitectónicos; la excavación de las zonas que quedan, para completar la información científica pendiente; y, por supuesto, su puesta en valor para hacer que sea útil para la sociedad”.
La museización de este espacio pretende apoyarse en las nuevas posibilidades de la era digital: “Estamos en el siglo XXI y no vamos a poner carteles convencionales, sino que hemos apostado por las nuevas tecnologías. El proyecto contempla muchísima realidad virtual e incluso, teniendo en cuenta que allí la señal es débil, se pretende poner amplificadores de señal. Es decir, todo se va a canalizar a través de Internet", afirma el arqueólogo. Para ello, se servirán de códigos QR e hitos que deriven a la información que se pretenda transmitir.
Se trata de un proyecto muy ambicioso que también contemplaría otro tipo de intervenciones como, por ejemplo, la recuperación de un chozón sabinero para contar con un punto de recepción de visitantes y proyectar material audiovisual o la creación de rutas pedestres de acceso, recuperando antiguas veredas, con el propósito de minimizar el impacto de los vehículos, teniendo en cuenta que se encuentra en un ecosistema sensible, como es la Dehesa de la Olmeda. Asimismo, apunta el arqueólogo, también se pretende incentivar con ello un programa de observación de estrellas, teniendo en cuenta que todo el territorio está reconocido como Reserva Starlight, ya que sus cielos poseen unas condiciones de limpieza y oscuridad óptimas para esta actividad.
El segundo salvavidas y la oportunidad más plausible en este momento vendría de la mano del Plan de Sostenibilidad Turística para toda la comarca de Molina que se aprobaba en el mes de mayo por la Secretaría de Estado de Turismo y el Gobierno de Castilla-La Mancha con una dotación de 3,1 millones de euros, que van a ser gestionados por la Asociación de Desarrollo Rural Molina-Alto Tajo (ADR Molina-Alto Tajo). Una inversión a nivel comarcal que, tal y como adelantaba El Decano, pondrá el acento precisamente en el estudio, recuperación, puesta en valor y aprovechamiento del patrimonio más desconocido de la comarca. “Se está valorando incluir el yacimiento de Peña Moñuz, dada su trascendencia en el contexto local y regional en este Plan de Sostenibilidad Turística”, indica Arenas.
Por último, si no se dieran las circunstancias oportunas para conseguir subirse a ninguno de estos dos barcos, la única solución que le quedaría a Peña Moñuz es, en opinión del director de los trabajos arqueológicos, la elaboración de informes sobre el estado de conservación y el progresivo deterioro de este Bien de Interés Cultural para instar a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a intervenir en el yacimiento, como titular del mismo.
De las decisiones que deben adoptarse en los próximos meses depende que Peña Moñuz pueda convertirse en uno de los enclaves desde donde promover la dinamización y la generación de oportunidades para construir ese camino hacia el futuro de la Guadalajara despoblada, fundamentado en nuestra historia e identidad o que, simplemente, se consoliden unos restos en un lugar maravilloso, que posiblemente seguirá siendo desconocido y al acecho del peor enemigo de nuestro patrimonio.