¡Fuera complejos!

Este fin de semana se ha desarrollado en Guadalajara una actividad que merece todos los aplausos. Gracias a la iniciativa de Víctor Pascual, creador de la web www.senderismoguadalajara.es y Óscar Gronard, responsable de Photogronard, con la colaboración de la Oficina de Turismo, cerca de cuarenta participantes tuvieron la oportunidad de conocer los secretos y curiosidades que esconden una parte de los monumentos de la ciudad y compartirlos a través de las redes sociales bajo el hashtag #Guadalajaramuchopordescubrir.  

Según refleja el excelente reportaje publicado el sábado pasado en El Decano de Guadalajara por nuestra compañera Marta Perruca, “el objetivo es convertir a los participantes en embajadores de esta ciudad que muchos recorren a diario acuciados por las prisas, sin detenerse un instante a conocer su historia y a disfrutar de sus múltiples encantos”. 

Y es que si de algo pueden avergonzarse muchos guadalajareños es de hacer suyo el lema “En Guadalajara no hay nada”, llevados por el desconocimiento más absoluto de las muchas bellezas patrimoniales, históricas y artísticas que atesora la ciudad. Auténticas joyas que pasan demasiado desapercibidas para los oriundos y que, sin embargo, alaban y ensalzan los visitantes que llegan de otros destinos, especialmente de Madrid y de la Comunidad Valenciana.

El Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo, el Salón Chino del Palacio de la Cotilla, la Capilla de Luis de Lucena, la Cripta y la Iglesia de San Francisco, el Alcázar, el Cementerio Municipal, el Convento de la Piedad y, por supuesto, el maravilloso Palacio del Infantado y su Museo, son sólo una muestra de todo lo que la capital puede ofrecer no sólo al turista, sino al vecino despistado o despreocupado por conocer estas maravillas. 

Guadalajara ha sido y continúa siendo una capital de provincia demasiado acomplejada. Y esos complejos han llevado al desconocimiento generalizado de lo que debería hacernos sentir orgullosos. 

Somos una ciudad a tiro de piedra de Madrid y de Toledo y, sin embargo, poco o nada se ha hecho desde las administraciones en materia de iniciativas turísticas que sean realmente innovadoras y efectivas y que no vayan más allá de la visita guiada convencional y del stand en Fitur.

Que sea la iniciativa ciudadana la que luche por poner en valor nuestro rico patrimonio debería hacer sonrojar a nuestros políticos. No vale con abrir una estupenda Oficina de Turismo para que sólo ofrezca folletos y visitas al uso. Estamos completamente seguros de que las guías turísticas que atienden estas instalaciones tienen grandes ideas para fomentar el turismo en la ciudad. El problema es el de siempre. Los políticos no escuchan a los técnicos, a los que realmente conocen el sector y saben sacar provecho al enorme potencial de Guadalajara como destino. Y este es otro punto a tener muy en cuenta en lo que a dinamización del casco histórico se refiere. 

El éxito de la iniciativa del hastag #Guadalajaramuchopordescubrir y del paseo fotográfico, que acumula incluso lista de espera, refleja que existe interés en conocer la capital desde otro punto de vista. Y es en la innovación donde está la clave. Corren nuevos tiempos y se requieren otros métodos para vender y potenciar lo nuestro. 

Y aquí juega también un papel fundamental empezar desde abajo, desde la escuela. Sería necesario establecer acuerdos con los centros educativos para que los más pequeños comiencen a amar y a valorar su ciudad de la mano de visitas monumentales que mezclen lo didáctico con lo lúdico, dirigidas por especialistas en la materia.

El nuevo equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Guadalajara tiene ahora una oportunidad para cambiar el rumbo y ‘vender’ la ciudad y sus joyas artísticas y arquitectónicas. Dentro y fuera. Hay que escuchar a quien sabe y tiene experiencia sobrada para promocionar acciones innovadoras, en las que deberían colaborar todo tipo de colectivos ciudadanos que ayuden a conocer y a valorar tan bello e importante patrimonio. Porque es el legado que nos dejaron nuestros antepasados y es responsabilidad de todos conocerlo, apreciarlo, ponerlo en valor y luchar por conservarlo. 

Por permisividad, por dejadez o por quién sabe qué intereses, se ha perdido demasiado patrimonio en esta ciudad y se ha atentado en exceso contra la personalidad y la peculiaridad arquitectónica que poseía el casco histórico. Como muestra, ahí tenemos, en pleno centro de la ciudad, varias aberraciones arquitectónicas que han acabado con el encanto de antaño de las calles Mayor y Miguel Fluiters, el Paseo de las Cruces o Santo Domingo, por no hablar del solarium en que se ha convertido la plaza Mayor, sin rastro de sus típicos soportales castellanos, sin zonas verdes, sin sombra y sin apenas oferta de restauración.   

Ya es hora de empezar a actuar de verdad, de comenzar a presumir, de sacar pecho de ‘lo nuestro’ y sacudirnos esos complejos provincianos que llevan demasiado tiempo arraigados en los guadalajareños. 

Porque Guadalajara lo vale. Y se lo merece.