En la zona proliferen las historias religioso–sobrenaturales que demuestran la primitiva función mágica de esta montaña
La serranía de Guadalajara es una comarca mágica. Sólo hay que recorrer sus pueblos para comprobarlo. En ellos, se suceden una gran cantidad de tradiciones ancestrales, una historia milenaria o un patrimonio -material e inmaterial- con siglos a sus espaldas. ¡Un lujo!
No en vano, la zona se constituyó como una frontera natural durante centurias. Las cadenas montañosas existentes en el territorio supusieron el limes geológico entre cristianos y musulmanes. Así, en el entorno, se sucedieron las escaramuzas de ambos bandos, pero también una imbricación social y cultural que ha dejado un gran poso en las comunidades serranas, en sus monumentos y en las tradiciones orales que aún se conservan en los alrededores.
De hecho, estas leyendas se distinguen por su riqueza, cantidad y variedad, razón por la cual hacer un repaso a cada una de ellas sería imposible. Por ello, nos hemos centrado en uno de los puntos más míticos del norte de la provincia. Nos referimos al Alto Rey, donde los relatos legendarios se suceden por doquier. Incluso, su propia denominación lleva -explícitamente- un concepto de santidad, que se constituye como "un reconocimiento que se ha dado pocas veces a una montaña", explica el periodista José Talavera.
Se constituye como una calificación a que "siempre se la consideró sagrada, un centro místico repleto de energías telúricas", añade el especialista aludido. Este enclave era venerado por culturas precristianas, ya que "los pueblos que la rodearon sintieron desde antaño una intensa veneración por el lugar".
Y para muestra, un botón. En su cima -a 1.852 metros de altitud- se puede visitar una ermita que, en su forma presente, data de finales del siglo XVIII. Empero, sus orígenes son muy anteriores. El complejo aparece citado en el siglo XVI. Más concretamente, en las Relaciones Topográficas de Felipe II de 1581, donde se afirmaba que "a dos leguas de este lugar [por Hiendelaencina] hay en una sierra alta, una ermita en la Casa del Santo Alto Rey de la Majestad, en la cual se suceden milagros y una grandísima devoción".
De hecho, no es gratuita la instalación de un santuario en su punto más prominente. Un oratorio que -a su vez- se aposenta sobre la base material de una roca. Todo ello expresa un más que probable origen 'pagano' del enclave. "A la montaña del Santo Alto Rey, a la ermita que está en su cima, y a la devoción popular hoy existente hacia ella, hemos de verlas desde un punto de vista que supere los parámetros domésticos del cristianismo", explican Antonio Herrera Casado, Ángel Luis Toledano y Luis Antonio González Espliego.
Al fin y al cabo, "el hecho de darle a un monte el nombre de 'Santo' y de poner en su cúspide un lugar de culto al que, con diversas ceremonias, se asciende -ritualmente- a celebrar una fiesta, es algo que transciende del mero concepto cristiano de comportamiento. Entra de lleno en la actitud milenaria de deificar a las fuerzas de la 'Naturaleza', a aquellos elementos de ella que suponen un destacado aspecto o se les atribuye una fuerza sobrehumana".
En consecuencia, es lógico que en la zona proliferen las historias 'religioso-sobrenaturales', lo que demostraría "la primitiva función mágica de esta montaña". Unas parábolas que se definen por su sencillez, presentando "características comunes con las existentes en otros lugares de nuestra tierra, pero que -en definitiva- vienen a demostrar el interés de las gentes por la condición tan especial de la montaña, y el intento de 'humanizarla' o buscar explicación a las funciones sagradas que se le atribuyen", añaden Herrera Casado, Toledano y González.
En consecuencia, una de las 'narraciones sobrenaturales' más conocidas de este enclave es aquella protagonizada por una madre y tres hijos. Se trataba de una familia con capacidad fiduciaria, en la que los vástagos -henchidos de envidia y de un carácter caprichoso- siempre estaban peleando por nimiedades. Cansada de las disputas entre ellos, la progenitora tomó una decisión salomónica. Les lanzó un maleficio, cuyo resultado habrían de cumplir eternamente. En virtud de este embrujo, pasaron a ser tres grandes montañas -el Ocejón, el Alto Rey y el Moncayo-. Así, se podían divisar, pero no moverse ni escucharse. "Esta es una clara demostración de una mecánica antropológica muy difundida, la 'humanización' de los elementos naturales, tratando con ella de explicar y dar justificación, desde un punto de vista antropológico, a las formas y las funciones de la naturaleza", explican los investigadores.
Sin embargo, las leyendas existentes en el lugar no finalizan aquí. Y para muestra, el aceite que manaba de las entrañas de la montaña más elevada de la sierra. Algo que sucedía en el interior de una pequeña cueva existente bajo de la ermita. De su techumbre brotaba una sustancia oleica, que se empleaba para alimentar la lámpara que iluminaba el oratorio de la cumbre. Con este fin era recolectada por los monjes que cuidaban del complejo.
De hecho, estos frailes eran los únicos que tenían la competencia para hacer el acopio del aceite, ya que procedía del centro del altar del santuario. Sin embargo, un buen día, un ganadero entró en la gruta y, ni corto ni perezoso, se apropió de una parte de dicha grasa para su uso particular. Desde entonces, la gota del techo se convirtió en agua. Nunca más volvió a manar el elemento inicial, algo se ha mantenido hasta la actualidad, tal y como se explica en el libro 'Guadalajara, tierra de leyendas', que se puede consultar en el siguiente enlace.
Pero más allá de relatos cavernosos, en la sierra también existirían diversos tesoros escondidos, con el fin de salvarlos de supuestos enemigos. Todavía se mantendrían camuflados un caldero y un becerro, ambos de oro macizo. "La llegada de los árabes supuso la huida de los frailes radicados en el santuario existente en la cima de la cordillera y la necesidad de esconder sus tesoros en lo más profundo de la montaña", explican Herrera, Toledano y González Espliego.
En este suceso "vuelve a aparecer un elemento mágico, inútil, pero precioso, como expresión de poder, de conexión con la divinidad. Su ocultación en el interior de la cordillera le da a esta un mayor significado mágico y sagrado", añaden los especialistas. Incluso, Aldonza de Mendoza, miembro de uno de los linajes más relevantes del momento -y nieta bastarda de Enrique II, rey de Castilla-, testamentó 1.000 maravedíes y una vestimenta de oro y seda para la ermita ubicada en la cumbre más alta de la sierra. Un legado que tampoco se ha encontrado a día de hoy.
Asimismo, existe una historia muy afamada en la que se asegura que hubo un asentamiento del Temple en el Alto Rey. "En esta Orden, al transformarse en una especie de prelatura personal del Papa, sus miembros sólo tenían que rendir cuentas a éste y ni siquiera los obispos detentaban autoridad sobre ellos y sus posesiones", asegura Ángel Almazán de Gracia. De hecho, en el archivo de Sigüenza-Guadalajara no se ha encontrado apoyo documental sobre este particular, aunque sí de la posible filiación agustina del lugar, una teoría que estaría "suficientemente respaldada". No en vano, "esta comunidad tenía dos casas, una en Albendiego y otra en lo más elevado de la cordillera, en la parte norte, muy cerca de la ermita", explica Antonio Romero Luengo.
En todo caso, y leyendas templarias aparte, los asentamientos religiosos de la cumbre del Alto Rey proceden de antaño. "Es de suponer que en el mismo emplazamiento donde hoy se encuentra el oratorio hubo -desde tiempo inmemorial- una construcción sacra. Es posible que la primera de las edificaciones fuese un menhir o dolmen. El carácter sagrado de esta montaña es varias veces milenario", asegura Almazán de Gracia.
De hecho, existen diversas historias vinculadas con la religiosidad del entorno. Entre ellas, las apariciones a las que 'no les gusta estar encerradas' y marcan el lugar en el que anhelan permanecer. Por ejemplo, en el Alto Rey se intentó construir una ermita en la ladera sur -para evitar la crudeza del invierno serrano-. Sin embargo, todo lo que se edificaba de día se demolía de noche. Y las imágenes siempre regresaban a la cima más elevada de la cordillera. Los santos querían estar allí. Finalmente, los lugareños se plegaron a las supuestas querencias divinas, rehabilitando el oratorio que todavía se encuentra en el punto con mayor prominencia de la comarca, se explica en 'Guadalajara, tierra de leyendas', alojado en el siguiente enlace.
En el entorno serrano se refiere otro relato, conocido como 'La batalla de los faroles', ambientado durante los enfrentamientos entre árabes y castellanos. Una de aquellas escaramuzas tuvo lugar en el norte de la actual provincia. El mencionado combate fue ganado por los mahometanos, por lo que los cristianos tuvieron que replegarse despavoridos. Durante su huida, y con el fin de evitar más bajas, ascendieron por la sierra del Alto Rey. Una vez allí, se toparon con un pastor que se encontraba atendiendo a su atajo de cabras.
El hombre, al verlos, se imaginó lo ocurrido. No era la primera vez que se encontraba con soldados atosigados y deprimidos por la derrota, por lo que les prestó su ayuda. José Talavera reprodujo así el diálogo entre los protagonistas:
— Podrán cantar victoria si hacen lo que les digo —añadió el profesional del campo—. Mis animales serán su salvación.
—¿Cómo será posible eso? —indicó uno de los soldados cristianos
— En unas horas, cuando la noche cubra de oscuridad la lontananza, atarán un farol a cada cuerno de mis cabras y luego subiremos, todos, a lo más elevado de la sierra. Y ya verán cómo suerte efecto la estrategia…
Al principio, la propuesta fue acogida con escepticismo. Sin embargo, los castellanos no tenían muchas más opciones, por lo que se entregaron a la idea del ganadero. Y aunque parezca mentira, la treta obtuvo resultados muy positivos. "Una vez que los musulmanes vieron tantas luces en las alturas, pensaron que se trataba de un gran ejército que acabaría con ellos si osaban hacerle frente", añade Talavera. Por ello, las tropas arábigas determinaron marcharse del lugar, decantando la victoria del lado de los seguidores de Cristo.
Como se ha podido observar, el Alto Rey acoge una gran multitud de leyendas en su seno. Unos relatos que hablas de la riqueza histórica y patrimonial de esta comarca arriacense. Incluso, hay historias que entroncan -directamente- con el pasado de la sierra, que fue frontera entre castellanos y árabes. Una circunstancia que, como se acaba de ver, también ha fructificado en la conformación de relatos míticos, que han pasado a formar de la cosmogonía antropológica de la zona. De hecho, y como señaló el escritor y ensayista, Salman Rushdie:
"Las leyendas crean a veces la realidad, y resultan más útiles que los hechos"
Jullio Martínez García. Periodista, historiador y editor.
Bibliografía
- ALMAZÁN DE GRACIA, Ángel. Guía templaria de Guadalajara. Guadalajara: AACHE Ediciones, 2012.
- HERRERA CASADO, Antonio, TOLEDANO IBARRA, Ángel Luis, y GONZÁLEZ ESPLIEGO, Luis Antonio. La romería del Santo Alto Rey. Guadalajara: AACHE Ediciones, 1990.
- MARTÍNEZ GARCÍA, Julio. Guadalajara, tierra de leyendas. Guadalajara: Océano Atlántico Editores, AACHE Ediciones, 2023.
- ROMERO LUENGO, Antonio. «La sierra del Alto Rey y su ermita». Cuadernos de etnología de Guadalajara, 35, 2003, pp.: 411-416.
- TALAVERA, José. Guadalajara de leyenda. Historias y leyendas de Guadalajara. Córdoba: Editorial Almuzara, 2021.
- VV.AA. Relaciones Topográficas de Felipe II. Biblioteca Virtual Cervantes, 1581.