Las tormentas solares que ocasionaron las impresionantes auroras boreales que sorprendían el pasado sábado en los cielos de la Alcarria y de distintos puntos del mundo, quedaron registradas en el Monitor de Neutrones de Castilla-La Mancha (CaLMa) del grupo de Investigación Espacial , (SRG, por sus siglas en inglés-Space Research Group) de la Universidad de Alcalá (UAH), que se encuentra en la sede de Guadalajara del Parque Científico y Tecnológico de Castilla-La Mancha (CEEI Guadalajara). Se trata del primer detector de estas características que se instalaba en España, dentro de la red mundial de monitores de neutrones NMDB (Neutron Monitor Database) y tiene como misión medir permanentemente la radiación extraterrestre que alcanza el suelo.
Tal y como explica el investigador del SRG de la UAH, Juan José Blanco Ávalos, en declaraciones a El Decano de Guadalajara, el monitor CaLMa registra este tipo de fenómenos como una caída en el flujo de rayos cósmicos y el del pasado sábado fue uno de los sucesos más intensos de los últimos años. De hecho, señala, hace apenas unas semanas se registraba otro suceso que “también ha sido interesante por su intensidad y la forma del mismo y estamos tratando de averiguar qué es lo que ha pasado”, pero en esa ocasión no fue acompañado de auroras boreales.
El ciclo solara tiene una duración de 11 años y en estos momentos nos encontramos en el punto máximo de actividad solar “donde hay mayor probabilidad de que haya un fenómeno importante que pueda desencadenar auroras boreales en latitudes medias como en las que estamos”.
Según el científico no es la primera vez que se observa este fenómeno en los cielos de Guadalajara. En medio de la Guerra Civil, el 25 de enero de 1938, se produjo una aurora boreal que fue visible en toda la Península Ibérica: “Estuve dando algunas clases en la Universidad de Mayores de Guadalajara y cuando les contaba estas cosas hubo algún alumno que me dijo que lo habían visto de pequeño”, comenta el investigador.
Entonces no existían aparatos de medición tan potentes como los que tenemos ahora y este episodio, según recogen las crónicas de los periódicos de la época, se vivía a medio camino entre la fascinación y el miedo. Mientras en algunos lugares se confundían con incendios, en las comunidades más religiosas quisieron encontrar en esta aurora boreal la respuesta a una profecía supuestamente revelada a unos niños por la Virgen de Fátima el 17 de julio de 1917, que presagiaba un periodo de guerras y hambres como castigo divino a los crímenes de la humanidad.
Es cierto que este tipo de eventos pueden tener efectos sobre la actividad humana, lo que según Juan José Blanco, depende de muchas variables: “Siempre se habla que puede haber problemas en la red eléctrica porque haya sobrecargas por las corrientes inducidas y puede variar el campo magnético; la radiación que puede llegar puede ser más abundante de lo esperado y eso puede provocar fallos en los satélites, pero no tengo conocimiento de que haya sucedido nada de eso en este suceso”, explica. Así que, de momento, el apocalipsis tendrá que esperar.
Supercherías aparte, es cierto que las auroras boreales son fenómenos frecuentes entre finales de septiembre y principios de marzo en las zonas más cercanas a los polos, en lugares como Noruega, Suecia, Finalandia, Islandia o Estados Unidos, por las características de su proceso de formación, pero también hemos asistido a su aparición en latitudes más bajas.
Por ejemplo, en septiembre de 1859 se documentó una aurora boreal en Hawai; en 1909 también se pudo observar desde Singapur y el 20 de noviembre de 2003 aparecía en los cielos de gran parte de Europa
Dentro de la la red mundial de monitores de neutrones NMDB se observa y estudia la actividad solar. Tal y como explica el físico, otros equipos de investigación dentro de la red observan de manera continuada el sol a partir de telescopios: “En un momento dado, ellos detectan lo que se suele llamar una fulguración, que es una explosión en una zona del sol. Asociada a esa fulguración, en muchas ocasiones, se observa cómo parte de la atmósfera solar sale expulsada hacia el viento solar. Eso es lo que se llama una eyección de masa coronal. Dependiendo de la velocidad con la que sale la eyección de masa coronal suele tardar entre dos y cuatro días en llegar a la tierra, de tal manera que siempre tienes una pequeña anticipación de que ese fenómeno solar puede afectar a la tierra con este tiempo de retraso”, relata.
El Grupo de Investigación Espacial de la UAH coordina el proyecto internacional de investigación ORCA (Observartorio de Rayos Cósmicos Antártico), que mantiene un detector similar al monitor CaLMa de Castilla-La Mancha en la Antártida, en la base Juan Carlos I de la isla de Livingston y recientemente ha instalado otro en Tenerife, en el Observatorio de Izaña a unos 2.000 metros del pico del Teide: “Este fenómeno se ha observado en la Antártida, en Tenerife y en Guadalajara. Nuestros tres detectores, cada uno en una punta del planeta, lo han detectado”. A falta de estudiar y analizar los datos recogidos durante estos días, “esto quiere decir que cuando se dan este tipo de sucesos afectan a la tierra de manera global, aunque en algunas zonas de manera más intensa que en otras”, concluye el investigador.
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