El yacimiento celtibérico de Castil de Griegos (siglos VIII-II antes de Cristo), en la localidad de Checa, en el Alto Tajo, no ha dejado de sorprender a los investigadores campaña tras campaña, desde hace casi dos décadas, por lo que era cuestión de tiempo que terminara dando la campanada con el descubrimiento más importante de los últimos tiempos sobre la Celtiberia.
Y es que, si ya era especialmente singular el complejo sistema defensivo que protege este castro celtibérico; que más tarde se comprobó que servía para salvaguardar un centro productivo también único; donde aparecía, entre distintos talleres, uno de cuentas de pasta vítrea hasta ese momento desconocido en estas poblaciones prerromanas; el equipo técnico coordinado por el arqueólogo, Juan Pablo Martínez Naranjo, y dirigido por Jose Ignacio de la Torre Echávarri tuvo que frotarse los ojos varias veces para ver con nitidez que, efectivamente, lo que tenían ante ellos eran cuatro piezas de cerámica griega de la serie de figuras rojas, datadas en el siglo IV antes de Cristo. Un descubrimiento insólito en la Celtiberia, que ha tenido lugar durante la última campaña, desarrollada en este castro a lo largo del mes de julio, que no sólo constata los intercambios comerciales con el Sur y el Levante español, sino también la continuidad de la trashumancia desde el Alto Tajo a tierras andaluzas, a lo largo de más de dos milenios, hasta casi nuestros días.
“Es un hallazgo realmente impresionante y excepcional, de los más importantes que ha habido hasta ahora, teniendo en cuenta que es el único yacimiento de la Celtiberia, en el centro peninsular, donde se ha documentado la existencia de este tipo de cerámica, que sí es más común en el Levante y en el Sur peninsular”, comenta Martínez Naranjo.
En concreto, explica el arqueólogo, se han encontrado dos skiphos, un kylix y una copa, piezas que se utilizaban para beber vino, “con motivos figurados y una de ellas con un motivo animal: una cabeza de caballo, que es algo que suele ser raro en este tipo de cerámica griega”, detalla.
Estos objetos han aparecido en una estancia aneja al taller de telar, que se documentaba hace dos campañas, lo que además evidencia una distribución de las construcciones más compleja.
Según el arqueólogo, estas piezas habrían sido elaboradas en Grecia y exportadas a la Península y estarían consideradas como productos de lujo. Dentro de este tipo de cerámica griega, se diferencia una serie de figuras rojas y otra de figuras negras y en este caso se corresponden con la primera tipología: “Son cerámicas figuradas que posiblemente nos están relatando episodios mitológicos griegos. De hecho, estamos en contacto con el Museo Arqueológico Nacional para que nos ayude a interpretar estos motivos”, añade el coordinador de las excavaciones.
El catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza y especialista en la cultura celtibérica, Francisco Burillo Mozota, añade que consisten en producciones de alfares griegos que se elaboran de manera masiva a lo largo del siglo IV a. de C., esencialmente, para ser exportadas, por lo que se extienden por otros territorios fuera de Grecia, “es decir, que donde mayormente se encuentran es en la zona del Mar Muerto, en Italia y en Iberia”. En la Península, indica, se han hallado ejemplares con características similares sobre todo en necrópolis ibéricas del alto Guadalquivir, como Baza (Granada) o en el sureste, por ejemplo, en la necrópolis del Cigarralejo en Mula (Murcia), “donde tenemos un desarrollo de época Ibérica en el siglo V y IV a. de C. muy importante, desde el punto de vista económico”. También aparecen en las plazas griegas de Ampurias y Rosas (Gerona).
Por lo tanto, asegura el catedrático, “estas importaciones son frecuentes en Andalucía y en el sureste peninsular, lo que es excepcional es hallarlas en un lugar como Checa, porque es el conjunto con creces más importante que ha aparecido en toda la Celtiberia”.
Para Francisco Burillo el hallazgo de Castil de Griegos constata la existencia de la trashumancia, que viene a explicar el motivo por el cual se han hallado en el Alto Tajo productos que son frecuentes a unos 500 kilómetros de distancia, en la zona del Alto Guadalquivir y recuerda que, desde la antigüedad y hasta la Revolución Industrial, la ganadería siempre ha sido la mayor fuente de riqueza de las distintas sociedades: “El hallazgo de Checa avala la hipótesis de la existencia de una ganadería trashumante hace 2.500 años, que implica cinco meses de estancia en el sur y la vuelta a los pastos de verano en la zona de los Montes Universales y, por lo tanto, unos contactos continuos anuales que conllevarían unas relaciones sociales y económicas con las zonas ibéricas, mucho más ricas culturalmente y con una aristocracia en la zona meridional que no tenemos en la zona celtibérica”.
Resulta revelador, en este sentido, que la antigua ciudad iberorromana de Cástulo, cuyas ruinas se encuentran en el municipio de Linares (Jaén), fueran propiedad de una familia ganadera de Checa. “Estos ganaderos tenían que comprar la zona de pastos y, como ha ocurrido hasta ahora, serían frecuentes los matrimonios de estos ganaderos con mujeres del sur”, añade.
De esta manera, los importantes hallazgos de Castil de Griegos contribuyen a cambiar la perspectiva que se tenía de los habitantes prerromanos del Alto Tajo, cuyos usos y costumbres no han variado tanto a lo largo de los siglos.
“Hemos estado excavando zonas que son talleres y nos están saliendo piezas que ya no invitan a pensar en los celtíberos como gente ruda, tal y como se concebían tradicionalmente”, afirma Martínez Naranjo. Según el arqueólogo, los celtíberos de Checa realizaban orfebrería de gran calidad: “Tenemos ejemplos en la necrópolis como una pieza que se ha denominado el llamador de ángeles, una especie de cascabel de plata repujado que es único; fíbulas con formas zoomorfas de toros o caballos, lo que implica que tenían una técnica sofisticada hace 2.200 años. Estamos hablando de una sociedad ganadera, con una agricultura de consumo, pero que eran buenos trabajadores del hierro, lo que sí que está documentado en las fuentes clásicas, pero estamos viendo que también del bronce y de la pasta vítrea, que utilizaban para hacer collares que encontramos en las tumbas de Castil de Griegos y de otras necrópolis celtibéricas. Es decir, que eran personas más sofisticadas de lo que siempre se ha pensado”, continúan relatando.
“Estas gentes del Alto Tajo comerciaban, sobre todo, con hierro, que en esta zona es habitual y de buena calidad, junto con elementos textiles: lanas y tejidos o ságum, que es como se denomina en celtíbero a las capas, y ellos a su vez traerían, entre otras cosas, estas cerámicas, que son bienes de lujo y que están relacionadas con el vino, por lo que importaban vino al interior de la Península, que es algo exótico en ese momento. Esto nos podría indicar que los ganaderos trashumantes del Alto Tajo tenían una cierta importancia”, añade.
Por lo tanto, el descubrimiento de este conjunto de cerámicas griegas permite documentar relaciones comerciales entre los celtíberos de este yacimiento del Alto Tajo y las comunidades íberas del Levante y el Sur de la Península y, especialmente, el proceso de la trashumancia, que tiene una relevancia especial en Checa, cuya tradición ganadera ha inspirado y dotado de fondos a uno de los centros de interpretación del Parque Natural del Alto Tajo dedicado a esta actividad, que se encuentra en el edificio del Ayuntamiento de la localidad.
De esta manera, todos los hallazgos que se han ido produciendo desde que en 2005 se iniciaran las excavaciones en la necrópolis han ido mostrando paulatinamente la importancia que podría tener este enclave.
El sistema defensivo de Castil de Griegos está formado por dos recintos fortificados coetáneos, rodeados por un muro, que a su vez están protegidos y separados por un foso excavado en la roca.
El primero de estos recintos, denominado Sector A, tiene forma elíptica y una superficie que ronda los 600 metros cuadrados. Su muralla se levanta con grandes bloques de roca caliza y el acceso se realiza por una interrupción en la muralla, defendido por una torre vigía. El recinto se encuentra rodeado por un parapeto o antemuro de mampostería y un foso exterior excavado en la roca.
Justo al lado se encuentra otro recinto de mayores dimensiones, unos 1.200 metros cuadrados, que se conoce como sector B. En su estructura defensiva se encuentran dos torres, una de ellas al norte, y la otra flanqueando la entrada. El sistema defensivo se complementa con una muralla perimetral que conserva alturas de hasta tres metros.
Por la extensión que tiene el yacimiento, podría estar habitado por un centenar de personas: “Estamos hablando de que en aquella época las poblaciones se distribuían a partir de familias extensas que se denominan clanes”.
Según el arqueólogo, “Castil de Griegos no sólo es el típico castro, entendido como un poblado en alto fortificado, como otros que encontramos en toda la Comarca de Molina y en la Celtiberia, sino que además es un centro productor. En un principio nos intrigaba el hecho de que tuviera un sistema fortificado muy complejo. Es un auténtico castillo y no entendíamos por qué, pero lo estamos averiguando...”, indica el experto. Este enigma se ha ido desvelando a lo largo de las distintas campañas, cuando lo que encontraban no eran las típicas viviendas que se documentaban en otros castros, sino talleres.
En concreto, en el sector B se ha hallado una herrería, “donde se trabajaba el hierro y nos han salido elementos relacionados con el procesado de este metal”; Un taller excepcional en el mundo celtibérico de cuentas de pasta vítrea para hacer collares, que también han aparecido en los ajuares de la necrópolis y que sería otro de los elementos con los que comerciaban; Y en el último taller excavado el año pasado aparecieron 35 contrapesos o pondus de 2 kilos, “de un telar vertical enorme, por lo que no estamos hablando de un telar doméstico, sino de algo más industrial”.
Además de las piezas cerámicas de Grecia, en esta última campaña también se ha encontrado un hacha “en perfecto estado de conservación” a la que hay que sumar otras aparecidas en años anteriores que indican la importancia de la explotación de la madera de estos bosques, otra de las actividades que han llegado hasta nuestros días en el Alto Tajo. “Lógicamente, todas las techumbres de las estancias que encontramos eran de madera, pero además tenemos una herrería donde la madera sería necesaria. En campañas anteriores también hemos encontrado carbón, lo que quiere decir que hacían carbón vegetal, que es algo que tampoco estaba bien documentado en la Celtiberia”.
De esta manera, los distintos materiales hallados en Castil de Griegos permiten hacernos una idea bastante fiel de las distintas actividades económicas que desarrollaban, como la metalurgia, desde que extraían el mineral del suelo -a un kilómetro se encuentran yacimientos de hierro- lo procesaban y lo manufacturaban para hacer objetos. “Esto es lo bonito de este yacimiento, que encontramos los procesos de fabricación completos”, comenta el arqueólogo.
Por otra parte, señala que en varias estancias ha aparecido cereal carbonizado: “Estamos realizando analíticas de carbono 14 para ver la especie de trigo y cebada de la que se trata, con lo que en breve podremos saber cómo era el cereal que se cultivaba hace más de 2.000 años en estas tierras, lo que puede abrir la puerta a otro tipo de iniciativas enfocadas a la agricultura o al turismo”.
Otro de los aspectos novedosos de este castro son las evidencias que hacen pensar en la existencia de edificaciones de dos plantas, que tampoco se conocían en la Celtiberia. En este sentido, Martínez Naranjo explica que en otros castros del Señorío las estancias se construían a partir de muros con un zócalo realizado de mampostería, rematado en adobe en la parte más alta. En el caso de Castil de Griegos “estamos encontrando en los tramos mejor conservados muros de mampostería de piedra de 1,5 a casi 2 metros de altura, a lo que hay que sumarle derrumbes de adobes, con lo que podemos documentar edificaciones de dos plantas, que hasta ahora no han aparecido en ningún otro castro”. Posiblemente, estas edificaciones consistirían en una zona de taller en la planta baja, mientras que la superior se destinaría a vivienda.
Castil de Griegos sería por tanto “un sitio importante dentro de la zona, donde no sólo vivían, sino donde estaban produciendo objetos y comerciando con ellos y donde además se llevaba a cabo la trashumancia”, resume Martínez Naranjo.
La particular estructura de este yacimiento, con este excepcional recinto fortificado que protege una serie de talleres es algo excepcional en la Celtiberia. “De hecho, la idea es convertir a Castil de Griegos en un yacimiento visitable para el público general”, afirma e Martínez Naranjo, al tiempo que adelanta que la intención a corto plazo es iniciar el proceso para su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC), teniendo en cuenta su excepcionalidad.
Con este objetivo, al mismo tiempo que se realizan los trabajos arqueológicos, se están consolidando y rehabilitando los restos, se han acondicionado accesos y un aparcamiento en la base y se ha ido instalando cartelería para interpretar las diferentes estructuras que están apareciendo.
El alcalde de Checa, Jesús Alba, por su parte, da un paso más y considera que el Castil de Griegos tiene “todos los mimbres necesarios” para convertirse en el octavo Parque Arqueológico de Castilla-La Mancha, en este caso, dedicado a la Celtiberia, teniendo en cuenta todas las particularidades que aglutina: “Se trata de dos castros en un sólo cerro, en un enclave geológico estratégico, donde además encontramos los minerales a nivel superficial, algo bastante excepcional. Ahora también tenemos la trashumancia más antigua que se va a poder constatar arqueológicamente”.
El primer edil también hace hincapié en que se trata de un castro monumental “con murallas ciclópeas de hasta 5 metros de ancho”, que guardan un centro de producción con distintos talleres “como un telar, horno de pasta vítrea, fragua, horno de bronce, por no hablar del hecho de que tuvieran una vivienda sobre los talleres, lo cual también es algo único”.
En este sentido, argumenta que Castil de Griegos tiene “suficientes cosas singulares y diferenciales de sus coetáneos como para darle otra importancia dentro de su época”.
Además, la localidad también forma parte de un Itinerario Cultural Europeo, en representación de la Cañada Real conquense, a raíz de un proyecto que presentaban el año pasado donde ya se explicaba la posible existencia de la trashumancia desde época celtibérica, que este hallazgo viene a corroborar. “Es una de las líneas que tenemos perfectamente constatada por esta Cañada Real, utilizada con animales, por la que se realizaban expediciones comerciales y por donde bajaban cuentas de pasta vítrea, espadas de todo tipo de materiales elaborados con hierro; los famosos ságum o mantas celtibéricas elaboradas en el telar que apareció el año pasado. Estas cerámicas griegas vendrían de esa zona de Andalucía y se utilizaban con el ritual del vino. Posiblemente, desde allí subirían vino y también aceite, entre otras cosas que ahora todavía no podemos demostrar arqueológicamente”, afirma con entusiasmo en alcalde de Checa.
Castil de Griegos, tal y como relata Martínez Naranjo, es uno de los pocos yacimientos arqueológicos que se conoce desde el siglo XVII y que ya recogió el cronista molinés, Anselmo Arenas, (1844-1928) en sus escritos como “un poblado antiguo” importante en la zona con esta toponimia: “La curiosidad es que cuatro siglos más tarde hayamos encontrado cerámica griega, pero no creemos que exista una relación entre el nombre y el hallazgo”.
Aunque se desconoce el origen de esta toponimia, el arqueólogo especula con la posibilidad de que los vecinos le dieran este nombre al considerar a los griegos como un pueblo antiguo importante que pudo habitar en estas tierras, teniendo en cuenta que en el siglo XVII nadie había realizado investigaciones arqueológicas en este yacimiento que documentasen una habitación celtibérica. Además, como curiosidad, a pocos kilómetros de Checa, aunque ya en la provincia de Teruel, se encuentra la localidad de Griegos.
Una de las cuestiones importantes de la investigación arqueológica de este yacimiento es que se está documentando tanto el lugar donde vivían con la necrópolis asociada, donde enterraban a sus muertos.
“Por fechas de carbono 14 de las tumbas más antiguas estamos hablando del siglo VII u VIII hasta el siglo II a. de C. cuando el poblado de Castil de Griegos se destruye violentamente por un incendio y ya nunca más se vuelve a ocupar”, apunta el arqueólogo.
Además, también es un ejemplo paradigmático por la continuidad de los trabajos de investigación que se han ido desarrollando desde 2005 hasta la actualidad. Tal y como relata el alcalde de Checa, “en el año 2004 hicimos una actividad de arqueología con los chavales que incluía una visita a Castil de Griegos, donde en aquellos momentos se pensaba que había restos árabes, aunque después todo lo que ha salido es de época celtibérica, lo más moderno del siglo II a. de C”.
Posteriormente, debido a las labores de roturación de unos terrenos, aparecía la necrópolis. “Con una ayuda de Diputación se hizo una excavación de urgencia para ver de qué se trataba y a partir de ahí, con un convenio de la Consejería de Trabajo y Empleo y la Consejería de Cultura se llevaron a cabo una serie de campañas de tres meses de duración, en las que trabajaban diez peones, con lo que se avanzó mucho en la necrópolis”.
También se dedicaron al yacimiento los fondos del conocido como Plan E del Gobierno de Zapatero: “Invertimos íntegramente los 50.000 euros que nos dieron en recuperación del patrimonio, 25.000 euros para la fachada del Ayuntamiento y otros 25.000, para sacar los muros de Castil de Griegos”.
A partir de 2009, se inician los trabajos en el castro, pero la crisis dejó sin financiación los planes de empleo con los que se llevaban a cabo las distintas campañas arqueológicas de Castilla-La Mancha. En ese momento, los trabajos comienzan a desarrollarse con voluntariado y campañas de crowdfunding. Además, se abordó un proyecto con fondos europeos que sirvió para hacer parte del yacimiento visitable y en las últimas cinco campañas “hemos estado trabajando con ayudas de la Diputación”, que cada año aporta 10.000 euros con los que se contrata a tres peones, de la localidad de Checa y a un técnico.
Además, indica, gracias al Plan de Sostenibilidad Turística que está a punto de adjudicarse, se va a dar un empujón importante a las investigaciones en este yacimiento, junto con otros de la zona como Peña Moñuz en Olmeda de Cobeta y Los Rodiles, en Cubillejo de la Sierra.
Tras casi dos décadas de trabajos arqueológicos, según estima el arqueólogo, apenas se ha excavado entre el 15 y el 20 % del yacimiento con unos resultados impresionantes, por lo que todavía tiene capacidad de seguir arrojando nuevos descubrimientos sobre sus moradores prerromanos. Tal y como apunta Martínez Naranjo, Castil de Griegos “tiene un recinto exterior que está por descubrir y los hallazgos, seguramente, nos seguirán dando sorpresas, porque es un yacimiento muy agradecido”.
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