Desiderio Erasmo fue uno de los grandes creadores e impulsores del Humanismo europeo, es decir, del estudio, conocimiento y recuperación de la olvidada cultura antigua grecolatina. Había nacido en Rotterdam, Holanda, en el año 1466 y murió en Basilea, Suiza, en 1536 después de moverse por toda Europa. Creía Erasmo que el conocimiento y recuperación del pensamiento y literatura y de la cultura en general de la Antigüedad Grecolatina, olvidadas en gran parte durante los siglos de la Edad Media, era el mejor camino para la educación y formación ética y cultural de los ciudadanos europeos de los siglos XV en adelante y sobre todo de los príncipes y gobernantes, incluidos los de la Iglesia Católica.
Diré como detalle de su amor y atracción por el mundo antiguo que cambió su nombre holandés Geert Geertsz, Gerardo hijo de Gerardo, de fonética difícil, emparentado en su sonido con el verbo gieren que significa “desear”, por el latino Desiderius, que significa deseado, y a mayor abundamiento por el griego Erasmus, que también significa deseado.
En su labor de humanista librepensador y estudioso fue respetado y también contradicho y atacado en toda Europa en diversas circunstancias y momentos por el protestantismo y también por algunos sectores católicos. Piénsese que le tocó vivir en la época de la Reforma protestante y él optó por mantener su fidelidad a la Iglesia de Roma, aunque la criticó negativamente en muchos casos, proponiendo para ella una necesaria reforma de sus comportamientos. Vivió en consecuencia en una época de permanentes guerras y tensiones entre señores y estados, también los pontificios, y ciudades.
Empujado por su curiosidad y espíritu libre, se movió y viajó permanentemente por toda Europa y sus universidades, París, Lovaina, Oxford, Basilea, Italia, Friburgo. A España no vino, aunque parecer ser que Cisneros manifestó interés en “ficharlo” para su Universidad de Alcalá, aunque tal vez con alguna reticencia ante la personalidad del filólogo humanista; de hecho Cisneros tuvo algún encontronazo con otro notable humanista, nuestro Antonio de Nebrija. El caso es que en principio Erasmo venía hacia España con el séquito de nuestro Carlos I y V de Alemania del que era consejero, pero se dio la vuelta y se quedó en los Países Bajos. Muy probablemente lo hizo por temor a la Inquisición Española muy activa y vigilante de la ortodoxia de estos humanistas tan expertos conocedores de los textos antiguos griegos y latinos y su correcta interpretación y tan amantes del mundo clásico. Antes de morir Erasmo, la Inquisición condenó en un auto de fe al padre de su amigo el valenciano Luis Vives en 1524; su madre, también condenada, había muerto en 1508, pero fue exhumada 21 años más tarde, en 1529, para ser quemados los restos que de ella quedaran. Tal era el rigor de esta Inquisición. Así que es muy comprensible que Juan Luis Vives, nacido en Valencia en 1492, al que a los 17 años enviaron sus padres a estudiar a París alejándolo del peligro de la Inquisición, decidiera no volver nunca más a España. Nuestro más prestigioso europeo humanista, junto con Antonio de Nebrija, convivió muy poco con nosotros, aunque hoy afortunadamente su nombre da nombre a numerosos y famosos institutos e instituciones educativas y científicas. Ahora bien, Erasmo no vino a España pero sus ideas se esparcieron de manera notable y naturalmente fueron perseguidas, pero su influjo fue enorme; por ejemplo se nota incluso en el propio Cervantes según algunos especialistas.
Erasmo y Luis Vives se conocieron y se hicieron amigos en la universidad de Lovaina. Desiderio era también muy amigo del malogrado Tomás Moro con el que se conoció en Oxford. Así que se movió permanentemente por las universidades europeas modernizando sus anquilosados planes de estudio y buscando el apoyo de señores mecenas, obispos o nobles. Por ello la Unión Europea ha nombrado ERASMUS a un extraordinario programa educativo que permite que miles de estudiantes de cualquier país de la Unión cursen algún curso en alguna universidad de otro país en un intercambio muy enriquecedor.
A Erasmo le interesó todo lo que sucedía en su tiempo, especialmente el bajo nivel intelectual de los miembros de la Iglesia, de los gobernantes y de la sociedad en general, los modos de vida corruptos de príncipes y poderosos, especialmente de la Iglesia, y la situación de guerra permanente en que vivían los países y reinos de Europa por la ambición de sus dirigentes y por las confrontaciones religiosas. De todo ello trató en sus numerosas obras y en sus muchas cartas que se conservan.
De sus muchas obras quizás la más conocida y famosa, no la mejor ni la más interesante, sea la llamada “Stultitiae laus” en latín, lengua en la que la escribió, y “Morias Enkomion” en griego, traducida al castellano desafortunadamente como “Elogio de la locura”, cuando hubiera sido más ajustado traducirla como “Elogio de la necedad” o más literal y cultamente como “Elogio de la Estulticia”. A Erasmo le molesta especialmente la ignorancia, la superstición y la violencia, incluida la académica y religiosa. Responde, pues, esta obra a su preocupación por la ignorancia y bajo nivel formativo e intelectual al que hacía referencia más arriba.
Es una pequeña obra satírica, de humor inteligente, en la que la necedad, personificada, hace valer su absoluto poder y presencia en la enorme mayoría de hombres e instituciones de la sociedad, siendo muy pocos los que actúan con cordura y buen sentido; en realidad todo en la vida, lo bueno y lo malo, se debe a la actuación determinante de la necedad. En su crítica no deja títere con cabeza. Desde su finalidad y objetivo educador y moralizante ridiculiza a los jóvenes y a los viejos, a los dioses y a sus sacerdotes, a los hombres y a las mujeres, a los amigos y a los enemigos, a la guerra, a la falsa sabiduría, a las artes que persiguen fatuamente la gloria, a las ciencias inútiles, a los felices que lo son precisamente por ser bobos, a los maridos, cazadores, arquitectos, jugadores, a los supersticiosos, a los nobles, a los gramáticos, poetas, jurisconsultos, filósofos, teólogos, religiosos y monjes, reyes, magnates, obispos, cardenales, sumos pontífices, a quienes interpretan inadecuadamente las Sagradas Escrituras, etc. En el mismo asunto inciden muchos de sus miles de “Adagios” que fue escribiendo a lo largo de su vida. Fustiga de manera especial a los ignorantes y falsos científicos que viven del engaño y la falsedad y a quienes parecen disfrutar de la violencia y la guerra.
La otra gran preocupación que permanentemente le ocupó fue precisamente el rechazo de la violencia y de la guerra y la defensa de la paz. El más importante mandamiento evangélico es el amor muto que obliga a condenar toda guerra y a proponer un ideal de relación humana armoniosa y justa. Paradójicamente él tuvo que asistir a permanentes guerras de religión en la Europa de su tiempo.
El tema de la guerra lo trató repetidas veces, pero de manera especial en dos obras: “Lamento de la paz”, en latín “Querela pacis”, y “La educación del príncipe cristiano”, en latín Institutio principis christiani.
Son centenares las reflexiones y mensajes llenos de interés también para nuestro tiempo. Valgan simplemente dos o tres mínimas citas para no cansar a los lectores. Dice por ejemplo, en su Elogio de la Locura: ¿qué hay más estúpido que emprender una de esas luchas sin saber por qué, de la que las dos partes siempre sacan más perjuicio que utilidad y en las que de los que caen…. no se dice ni una palabra? O cuando a propósito de los dirigentes nos dice que no deben ser admitidos y recibidos por gobernantes o regidores de la república aquellos que nunca supieron ni letras ni ciencia, cosas sin las que no se puede gobernar ni tener oficio alguno en la república.
Erasmo sigue estando muy actual. Dos de los principales males que hoy nos aquejan, si no son los mayores, son las siempre presentes guerras de enorme crueldad, algunas muy próximas incluso geográficamente, y el desprecio de la verdad, la científica y la de la vida ordinaria, sustituida por la falsa verdad, las fake news, de quienes disponen del altavoz adecuado para propalarlas. Tampoco los gobernantes destacan especialmente por su conocimiento y competencia en el arte de gobernar, antes bien, en muchos casos destacan por lo contrario. Por eso mi “elogio de Erasmo”. Casi todo sobre lo que ironiza en su época sigue estando presente y sigue siendo merecedor también de nuestra crítica. Ciertamente no ha habido en la historia de la humanidad otra época con más conocimiento de todo tipo, pero tampoco ha existido nunca, por contraste, otra época en la que las falsedades, mentiras e ignorancia circulen ni tan extensa ni tan rápidamente. Las redes sociales, que permiten la participación generalizada de todos en la comunicación entre las personas, son también el principal vehículo del disparate y de la falsedad, con frecuencia interesada.
Es cierto que hoy no existe en Europa una institución como la “Santa Inquisición”, pero no es menos evidente la existencia de muchos inquisidores y perseguidores de su ortodoxia dispuestos a quemar al disidente o a meterlo en la cárcel en cuanto surja la ocasión. Los ejemplos están en la mente de todos a poco que nos paremos a reflexionar en el notable avance de propuestas de ultraderecha.
Ahora bien, para que el lector tenga una información completa diré que tratándose de obras y autores de otros tiempos hemos de ser cuidadosos en su análisis porque no todo puede ser válido hoy día; así sus ideas preconcebidas sobre la mujer, sus cualidades y su posición en la sociedad adolecen de la más tradicional misoginia, inaceptable absolutamente en nuestra época; Erasmo, también es hijo de su tiempo. Pero si en toda obra, incluso detestable en su conjunto, siempre hay algo de útil y aprovechable, ¿cuánto bueno no habrá mayormente en las obras de Desiderius Erasmus?
Podría algún amable lector pensar que si Erasmo critica la estupidez y la necedad del mundo antiguo, de la que ofrece decenas de ejemplos, y del propio y nosotros leemos a Erasmo y criticamos la necedad de nuestro tiempo, no han debido mejorar mucho las cosas. Tal vez sea así, pero eso no ha de ser razón para el desánimo y la dificultad de la empresa no ha de impedirnos reivindicar la libertad de espíritu, la fuerza de la verdad y la necesidad de la amistad y de la paz. No vivimos en una época de absoluto confort y segura tranquilidad. Tampoco Erasmo vivió tranquilo y despreocupado pero por eso no dejó de criticar lo que le parecía injusto o inadecuado.
Antonio Marco. Catedrático de Latín jubilado y expresidente de las Cortes de Castilla-La Mancha.