Viernes 6 de diciembre. Festivo, puente. Buen día para disfrutar. 19:30 horas. Una familia cualquiera se dispone a realizar su tradicional salida navideña por Guadalajara. El día anterior se había inaugurado la iluminación instalada por el Ayuntamiento -no en todas las calles- . Un acto que, se supone, da el pistoletazo de salida a unas semanas en las que la ciudad debería rebosar vida por los cuatro costados.
A pesar de que el año pasado Guarilandia defraudó bastante, en esta ocasión las expectativas son altas. Desde la Concejalía de Festejos se anunciaba que más de un millón de luces led se habían colocado por toda la capital y los barrios anexionados llegando a más calles. Incluso a última hora se ampliaba el contrato para colocar dos grandes adornos tridimensionales en lugares ‘estratégicos’.
Nuestra familia decide realizar el ‘Paseo de la Navidad’ diseñado por la Concejalía de Festejos. Comienza en la ermita de San Roque, donde Papá Noel y sus elfos se aburren como ostras. No es para menos. La caseta, desangelada y muy poco concurrida. Colocada tan lejos del centro quizá por aquello de que el personaje que creó la Coca Cola no le llevó ningún presente al 'Niño Dios' que tanto le gusta a este equipo de Gobierno.
Los protagonistas de esta historia continúan bajando por el paseo con la esperanza de que algo les llame la atención. Efectivamente, la luz cegadora del trailer que acoge los aseos ‘de luxe’, que se han colocado junto a la valla perimetral del parque de Adoratrices. Muy acorde con un conjunto declarado Bien de Interés Cultural.
En San Roque, cuatro puestos de salchipapas, mojitos y patatas asadas acogen al poquísimo público que pasea por allí, bajo una extraña lluvia de luces de algo que pretende ser una original nevada a base de leds. Parecen Ferias. Pero es Navidad. La familia se acerca a la pista de hielo del parque de Adoratrices, que este año por fin es de verdad. La instalación, correcta. Los precios, prohibitivos. La iluminación y decoración exteriores brillan por su ausencia.
El desánimo comienza a hacer mella en nuestra familia. Caminan hacia la Concordia. Los establecimientos que el año pasado fueron castigados sin luces navideñas en la travesía de San Roque tienen gente en las terrazas. No mucha. Raro, es día festivo, puente y prenavidad. Eso sí, el famoso local asiático 'de la esquina' está lleno de jóvenes, muchos de ellos menores, que compran alcohol sin que nadie controle una venta que está totalmente prohibida. Porque otro de los asuntos que ha llamado la atención de la familia es que, a lo largo del recorrido, no se han encontrado con ni un sólo agente de la Policía Local controlando la zona.
Por fin, llegan a la Concordia. Hay más animación. La iluminación es bastante feucha y mucha de ella está sujeta de mala manera a los troncos de varios árboles centenarios. Sin duda, es más barato que ‘tirar cable’. Las atracciones de los más pequeños tienen éxito. Parecen Ferias. Pero es Navidad. Eso sí. Bastantes puestos. Sin embargo, parece el Día de la Marmota. Uno tras otro, los mismos productos, los mismos perritos ladradores, las mismas bufandas, los mismos peluches y las mismas bombetas. Malditas bombetas.
Cruzan bajo el arco luminoso que lleva hasta Santo Domingo. Grande y más digno de la Feria de Abril de Sevilla que de una Navidad castellana. Una vez en la plaza, los puestos artesanos y de alimentación, prácticamente vacíos, esperan a un público que parece que se resiste.
La familia decide caminar hacia la plaza Mayor. Cada vez se ve menos gente. Los comercios de la zona, cerrados a cal y canto -luego se quejarán-. Cuatro bolas luminosas mal colocadas marcan el camino hasta el Ayuntamiento. Llegados aquí se recomienda el uso de gafas de sol. Parece que el anunciado millón de luces led se ha concentrado en esta zona. Será para dar brillo y esplendor a la triste Navidad de Guarinos. Cuatro gatos montando a los chiquillos en el tiovivo, única atracción para los vecinos en pleno corazón de la ciudad.
Desesperada, la familia decide avanzar hacia Miguel Fluiters. Aquí ya es el horror absoluto. Luces: sosas. Gente: ni 'el Tato'. Susto y horror al llegar a la plaza de España. El antaño atestado Palacio del Infantado, con sus jardines navideños llenos de luz y vida, ahora luce solitario, en penumbra, tan sólo acompañado por un árbol que parece haber caído allí por casualidad. El emblema de la ciudad, el edificio que debería potenciarse a cada oportunidad que surgiera, ofrece una imagen desoladora.
De regreso a casa, la cara de nuestros protagonistas ha pasado de alegre a sombría. Igual que la Navidad de Guadalajara. No pierden la esperanza. Quizá cuando avancen los días la cosa se irá animando. Acuden a consultar el programa de actos. ¡Ah no, que todavía no lo han buzoneado! Ajo y agua.
Sentados a la mesa, degustando un chocolate con churros adquirido en el deprimente paseo, la familia llega a una conclusión. Guadalajara aburre en Navidad. Salvo dos actividades contadas, no ofrece ninguna novedad capaz de atraer a locales y foráneos. Nada que ofrecer.
La decisión es unánime: "El año que viene nos vamos a Madrid".