La falta de relevo generacional, la despoblación, la poca rentabilidad, las nuevas normas y exigencias al sector, una burocracia imposible y los ataques del lobo, están repercutiendo de forma muy negativa en el campo de Guadalajara
Hace no demasiados años, en una provincia eminentemente rural como Guadalajara, era común ver en los campos la figura del pastor, cuya presencia venía precedida del sonido de los cencerros y cencerrillos de las ovejas y corderos. Esta persona, generalmente un hombre, curtido, cargado con su zurrón y su cayado, recorría los pastos guiando a sus rebaños, lloviese, nevase o cayese un sol de justicia, en compañía de sus inseparables perros que le ayudaban en sus tareas y se convertían en su mejor compañía.
Lamentablemente, esta idílica imagen ha cambiado con el paso del tiempo. La falta de relevo generacional, la marcha de los jóvenes a la ciudad en busca de un futuro mejor y el giro radical que ha dado todo lo relativo a los sectores de la agricultura y la ganadería, con nuevas normas y exigencias y una burocracia imposible, añadido a la poca rentabilidad, están repercutiendo de forma negativa en el campo. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el oficio de pastor está en peligro de extinción en la provincia.
El Decano de Guadalajara ha hablado con Valentín García Checa, ganadero de Molina de Aragón y miembro de la Comisión Permanente de la Asociación Provincial de Agricultores y Ganaderos de Guadalajara (APAG). Ganadero pero, sobre todo, pastor, un trabajo que define como "muy bonito" en el que se inició con apenas 13 años, no por tradición sino por necesidad. "Empecé en el 83 con 30 ovejas. Yo no venía de una familia ganadera pero por aquel entonces mi padre trabajaba de camionero y había que comer. Gracias a la ayuda de un médico que trató a mi madre de un problema visual y nos ayudó, compramos una parcela aquí en Molina para criar ovejas".
Valentín recuerda que, poco a poco, empezó a interesarse por el mundo de la ganadería y decidió hacerse pastor. Y, a pesar de las dificultades a las que debe hacer frente en su día a día, afirma orgulloso: "Nunca dejaré de serlo".
En la actualidad, a sus 55 años, cuenta con una explotación ganadera de 750 ovejas. Asegura que las conoce a todas: "Las he criado yo. Sé quiénes son las hijas, las madres, las abuelas, las conozco a todas". Incluso se comunica con ellas con su particular lenguaje de silbidos, pitidos y sonidos que sus ovejas saben entender. "Muchas veces llamo a algunas, las que son más mansas, y se me acercan a comer de la mano. Les doy pan y luego se añaden al grupo muchas más. Al final los animales se hacen a ti".
Acompañado por sus fieles perros pastores, Moro y Rocky, sin los que "no podría trabajar con las ovejas porque desarrollan una labor importantísima en la guía y recogida de los rebaños", cada mañana se levanta al amanecer para comenzar su tarea. Primero, dar de comer a los animales, revisar las ovejas que han parido o las que están a punto de parir, dar medicaciones, hacer curas y, después, salir al campo. Valentín ya no volverá a casa hasta que se ponga el sol, sea invierno o verano.
Una vez de regreso no acaba el trabajo. Es el momento de la burocracia. "Hay que ponerse a hacer papeles, aunque aquí en Guadalajara tenemos un buen apoyo técnico de la APAG y de la Delegación Provincial de Agricultura, lo que afortunadamente nos facilita mucho las cosas". "Esto es así todos los días -añade- "no te puedes poner malo porque no hay quien te sustituya. Yo, por ejemplo, me casé hace dos años un mes de agosto. En verano hay que estar toda la noche con las ovejas en el campo, así que regresé a casa a las 10 de la mañana y las dejé en la nave. Me casé sobre las cuatro o las cinco de la tarde y, a las siete u ocho de la mañana, me tuve que levantar a soltarlas porque aquí nadie quería hacerlo por mí". Incluso cuando su mujer tuvo que someterse a un tratamiento a causa de un cáncer, reconoce que "si no llega a ser por un conocido de Checa que vino a hacerme el trabajo, no hubiese podido estar con ella".
Precisamente, la falta de personas que quieran dedicarse al oficio de pastor es uno de los principales problemas a los que se enfrenta el sector. Apenas quedan casi ganaderías dedicadas al pastoreo. En la provincia están concentradas en las zonas de Molina de Aragón, la Sierra Norte y, en menor medida, en La Alcarria: "En la provincia aún quedan explotaciones, pero cada día hay menos y la gente que se dedica a esto es ya muy mayor. Es una pena porque repercute en la población y en el medio ambiente. El miedo que me da es que no haya quien quiera dedicarse a esto. Yo estaré hasta que me jubile. Me da lástima pero es cierto que, de seguir así, al final los pastores desapareceremos", se lamenta Valentín.
A la falta de relevo generacional se le suma la dureza de este oficio, por lo que no resulta un sector atractivo para los más jóvenes: "No hay gente que quiera trabajar en esto. No hay relevo generacional. Yo soy el último que queda en mi familia. No tengo hijos y nadie me va sustituir. Ojalá cuando me jubile pueda traspasar la explotación o cederla a alguien, aunque lo dudo".
Reconoce que "la cosa está muy mal" para encontrar a gente interesada. La Ley exige contratos de 7,5 horas de duración y, afirma Valentín, "eso no nos vale porque a las ovejas hay que atenderlas todo el día y supondría contratar a más gente, pero esto no da para tanto".
Además, los pocos que se dedican a ello son inexpertos. Casi todos de origen extranjero, especialmente rumanos y magrebíes. "Muchas veces cogen este trabajo para conseguir los papeles y cuando los tienen, se marchan. Hay otra gente que coge las subvenciones para nuevas incorporaciones de menores de 40 años y, pasados cinco años, venden los derechos y hacen negocio. Esos derechos tenían que ser de la Junta de Comunidades y debería darlos a quien realmente tenga vocación de atender a los animales y dedicarse a esto", denuncia Valentín.
Añade que otro de los retos a los que se enfrentan es la competencia de terceros países que ofrecen mejores condiciones a los ganaderos y no tienen las mismas exigencias que en la Unión Europea: "La mayoría del ganado de España se está yendo para Marruecos. Las ovejas se llevan para allá porque les dan una subvención de 50 euros por cabeza de las que se llevan de España. Nosotros también tenemos subvenciones de la Junta pero allí les sale más rentable y así, poco a poco, el ganado desaparece de la provincia y de España".
Sin embargo, a pesar de todos los problemas, los sinsabores y las piedras que se encuentra en el camino, Valentín García ama su oficio por encima de todo: "No voy a dejarlo hasta que me llegue la jubilación, claro. Pero, si volviese a nacer sería otra vez ganadero. Sería otra vez pastor", afirma orgulloso.
Con el fin de potenciar la ganadería extensiva, en el año 2022 la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha creó la Escuela de Pastores con el objetivo de contribuir en la formación de futuros profesionales en el sector de la ganadería y, de esta forma, garantizar la continuidad de las explotaciones y fomentar la economía rural en los pueblos de la región.
Además de la puesta en valor de este oficio, se buscaba la transferencia de conocimientos para fomentar el relevo generacional, la creación de nuevas explotaciones y el trabajo por cuenta ajena.
Desde entonces, se han impartido un total de 17 cursos en Castilla-La Mancha en los que han participado 304 alumnos, lo que ha permitido crear una bolsa de pastores de más de 200 personas que han obtenido la cualificación y el diploma y que están preparadas para su incorporación laboral al sector. Según ha comprobado esta Redacción, en esta bolsa la inmensa mayoría son personas de origen extranjero. De hecho, en este programa colaboran entidades que trabajan en la inserción laboral de inmigrantes.
Santos López Tabernero, delegado provincial de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural en Guadalajara ha explicado a esta Redacción que en Guadalajara se impartieron dos de estos cursos en la legislatura pasada: uno en Molina y otro en Sigüenza. Participaron diez chicos y chicas, que recibieron una semana de teoría y otra de práctica. Tan sólo uno de ellos se incorporó a una explotación ganadera en Morenilla.
El delegado reconoce que no hay mucha demanda. "Intentamos potenciar los cursos a través de las oficinas agrarias comarcales y de los ayuntamientos de la provincia para animar y darlos a conocer. Este año tenemos previsto ofrecer otros cursos, siempre y cuando haya usuarios. Intentamos dar a conocer que existe esta posibilidad como salida laboral", subraya.
Santos López se lamenta de la dificultad para encontrar pastores: "No es fácil que se quieran dedicar a este oficio. Existe dificultad en el tema del extensivo y un problema de falta de pastores desde hace años. Ahora hay menos rebaños pero son más grandes y darle viabilidad es difícil".
Respecto al interés de los inmigrantes por ser pastores, el delegado destaca que en la provincia existen numerosos ciudadanos extranjeros que han decidido dedicarse al sector Primario: "La mayoría son rumanos y magrebíes que están instalados en muchos territorios de la provincia de Guadalajara y están trabajando y viviendo en los pueblos y eso es muy beneficioso".
López Tabernero quiere poner de manifiesto la importancia de la ganadería en extensivo en Guadalajara: "Defiendo el sector porque el ganadero no es como el agricultor. El agricultor deja el tractor, cierra la nave y ya está, pero al ganado hay que darle de comer todos los días. En mi opinión los ganaderos son los que más fijan población en el territorio. A lo mejor no están lo suficientemente pagados pero hay que intentar desde las administraciones que estén mejor considerados y pagados porque es un trabajo que no tiene mucho atractivo para la gente joven".
En este sentido, pone en valor el trabajo de los ganaderos: "Es esencial que la ganadería en extensivo no desaparezca de la provincia por la importancia que tiene para fijar población, en la limpieza de los montes para evitar incendios, en el mantenimiento del ecosistema y en la economía de las zonas rurales”, ha destacado.
Y por si el sector no pasase por sus horas más bajas, en la Sierra Norte de Guadalajara los ganaderos vienen lidiando desde hace muchos años contra su principal azote: el lobo.
Según se denuncia desde la APAG, la entrada del lobo en el Lespre (Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial) en 2021, ha incrementado su presencia en esta zona y, con ello, los ataques al ganado: “2024 ha sido un año difícil para los ganaderos de esta comarca, con una gran cantidad de bajas en sus explotaciones. El desánimo y la hartura están haciendo mella”, afirman desde la Asociación.
La organización agraria lamenta que la nueva convocatoria de ayudas por ataque de lobo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha no contemple la ampliación de los baremos de indemnizaciones que se estaban negociando con la Consejería de Agricultura: "Siguen sin valorar -y por tanto sin indemnizar- los daños económicos colaterales a los ataques, tales como animales desaparecidos que son atacados en el monte y que el ganadero no encuentra debido a la complicada orografía, los abortos, los gastos en fármacos y veterinarios para animales heridos, etc".
A ello se añade que "tampoco se valora el daño moral, que hace referencia al impacto o sufrimiento psicológico de la persona, un daño que los ganaderos soportan cada vez que hay un ataque y ven sufrir a sus animales, y se agrava por la repetición de esa situación angustiosa", se afirma desde la Asociación.
Por ello, el pasado mes de diciembre de 2024, ganaderos, agricultores, cazadores, realeros, presidentes de cotos de caza, alcaldes y concejales de pueblos de la Sierra Norte de Guadalajara se reunieron en Cogolludo para debatir la situación que viven muchos municipios, derivada de la sobreprotección de lobo en esta comarca.
Fernando Moreno, presidente y vocal de la Agrupación de Ganaderos de la Sierra Norte de Guadalajara, afirmó en este encuentro: "Estamos hartos. Cobramos las indemnizaciones tarde y mal, muchos partes que los agentes medioambientales certifican como ataques de lobo se deniegan después en los despachos de Agricultura o de Medio Ambiente. No se indemnizan los animales desaparecidos, ni el lucro cesante (los abortos, las vacas que no se cubren, etc..). Como los ganaderos de la Sierra desaparezcan, poco va a quedar aquí".
De esta reunión ha salido un manifiesto en el que APAG exige cuantificar e indemnizar el daño moral por el impacto y sufrimiento psicológico que los ganaderos soportan; además del daño económico y la pérdida de rentabilidad de la explotaciones.
Desde el año 2023 Guadalajara es la única provincia de Castilla-La Mancha donde se abonan ayudas para prevenir el ataque del lobo. El Gobierno regional abona 41.890 euros a titulares de explotaciones ganaderas de la provincia que han puesto en marcha algún tipo de medida preventiva para evitar ataques de lobo al ganado. Mediante esta línea de ayudas se subvenciona la instalación de nuevos cercados fijos o el arreglo de los ya existentes que tengan como objetivo mejorar la seguridad de los corrales y apriscos ganaderos y que impidan el acceso al lobo. Se financian también inversiones en vallados portátiles para el ganado, inversiones en pastores eléctricos y la adquisición de perros mastines, incluidos los gastos de carácter veterinario iniciales.
Sin embargo, los ganaderos afectados consideran estas ayudas insuficientes. En declaraciones a El Decano de Guadalajara, el presidente de la APAG, Juan José Laso, denuncia que los ataques son constantes sin que las medidas de prevención y ayudas estén funcionando: "Estamos viendo que las medidas que se adoptan para la convivencia del lobo y la ganadería extensiva no están funcionando. Nuestros ganaderos no están para dar de comer a los lobos. No están para mantener una especie. Esa especie la debe mantener toda la sociedad en su conjunto y no dejar toda la responsabilidad en la ganadería extensiva".
En su opinión, el lobo debería estar limitado, especialmente en las zonas más afectadas de la Sierra Norte: "En la Sierra Norte, con las normas actuales, la convivencia está siendo imposible. Sería necesario tener un método de control, que se pueda cazar y que en ciertas zonas se pongan limitaciones al lobo. Para el ganadero es un trago convivir con el lobo, levantarse todo los días con el interrogante de qué habrá pasado con su modo de vida, que es su ganado", se lamenta.
"Los lobos se alimentan de su ganado y al ganadero no se le puede hacer el responsable de la protección del lobo en solitario. Si hubiera medidas adecuadas, el ganadero tendría que estar orgulloso de tener lobos y no es así. Para ellos, a pesar de todas las medidas preventivas, paliativas o de mastines, el lobo sigue siendo algo negativo para sus explotaciones", asegura Laso.
Por ello, apela al cambio de las actuales normativas y medidas para revertir esta situación: "Hay que dar una vuelta a todas estas medidas entre administraciones y propietarios de ganado porque las actuales no funcionan", sentencia.