El antiguo emperador Trajano y la moderna Universidad de Harvard niegan a Trump

Publicado por: Antonio Marco
22/04/2025 10:59 AM
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Plinio el Joven, escritor romano, era sobrino de Plinio el Viejo, el científico que murió en aras de su curiosidad científica durante la erupción del Vesubio del año 79 que asoló Pompeya. El emperador Trajano nombró a Plinio el Joven gobernador de Bitinia, en Asia Menor en lo que hoy se corresponde con la región noroccidental de Turquía. En agradecimiento el escritor le dedicó al emperador un famoso 'panegírico”'en el que difícilmente caben más elogios y exageraciones. Casualmente releía yo hace algunos días el llamado 'Panegírico de Trajano' y cada día confirmo más mi opinión de que no hay página de cualquier obra literaria del mundo antiguo de cuyo contenido no se pueda extraer alguna enseñanza, positiva o negativa claro está, que a su vez no se pueda relacionar con el mundo actual.

 

El grandioso imperio romano se organizó administrativamente dividiéndolo en provincias; en época de Diocleciano llegó a tener 101; pero Egipto no era una provincia más, sino  un protectorado directo del emperador dada su  riqueza y su importancia estratégica. Egipto, llamado por Heródoto don del Nilo, era el granero de Roma, a donde iban a parar toneladas y toneladas de trigo para atender a los miles de romanos a los que había que repartírselo gratuitamente para paliar sus necesidades de alimentación; Roma tenía un millón de habitantes a principios de nuestra era. Pues bien, hubo un año en el que no hubo cosecha en Egipto; el Nilo esa vez no depositó el manto anual de limo fértil en el que crecía generoso el cereal. Ese año el grano inexistente no podría ir de Egipto a Roma, antes bien, fue el emperador Trajano el que, como un padre solícito, hizo llegar a Egipto trigo de otras partes del Imperio. El hecho causó asombro entre los egipcios que no se explicaban cómo había cereal en los almacenes si no había habido cosecha suficiente en las márgenes del río. Plinio no pierde la ocasión de cantar el buen hacer de Trajano y dice textualmente en su Panegírico:

 

¡Qué bien va a todas las provincias el haberse acogido a nuestra protección y a nuestra ley, puesto que les cupo en suerte un príncipe capaz de traer y llevar la fecundidad de las tierras, ahora de aquí y ahora de allá, según las exigencias del tiempo y la necesidad; capaz de alimentar y auxiliar a una nación separada por el mar como si fuera una porción del pueblo y de la plebe romana…; este príncipe trae, si no la fecundidad, al menos los beneficios de la misma; comunica el Oriente y el Occidente con intercambios mutuos de tal suerte que todas las naciones tengan noticia recíproca de lo que producen y de lo que necesitan…(Traducción de Álvaro D’Ors)

 

Plinio entendía bien hace dos mil años los beneficios para todos los pueblos del intercambio de bienes y productos entre las provincias, hoy diríamos los pueblos y las naciones. Eso es justamente lo contrario de lo que Donald Trump, el presidente del país más poderoso del planeta, los Estados Unidos de América, esta haciendo en estos días dificultando a conciencia todo intercambio que no sea exclusivamente beneficioso para su país, America first; hasta hoy EEUU era el líder y paladín del libre comercio internacional, pero está claro que las cosas pueden cambiar de signo en cualquier momento.

 

E inmediatamente Plinio da un paso más en el pasaje de su escrito comentado descendiendo al nivel personal y afirma: Porque manteniéndose incomunicados los bienes de todos, toca sufrir a cada uno su propia desgracia; en cambio, si se ponen en común y se mezclan, nadie sufre las desgracias particulares y los bienes de todos son de todos.

 

Eso es sin duda lo que nos enseña a todos la vida diaria, que sería insufrible e inaceptable sin la compañía y concurso de nuestros vecinos y amigos para lo bueno y para lo malo. Plinio y Trajano entendían los beneficios para todos de la participación en la riqueza general, porque uno solo difícilmente puede soportar la desgracia, que es más llevadera con la solidaridad  y participación de los miembros de la sociedad civil. Ese es el principio natural y de sentido común que está en la base de toda la legislación social de todos los tiempos, que solo tiene como objetivo hacer más cómoda y llevadera la vida sobre la tierra, con frecuencia llena de sinsabores. Para eso se constituyen precisamente las sociedades.

 

Ese ha sido también el principio básico que ha inspirado el pensamiento de John Rawls, el intelectual y filósofo de la moral y del derecho que probablemente más ha influido y orientado la discusión e incluso la legislación de los países modernos de nuestro tiempo. Tal vez Rawls conocía la anécdota comentada. Rawls es un profesor norteamericano, nacido en Baltimore, que enseñó la mayor parte de su larga vida docente Filosofía moral en la mítica universidad de Harvard, desde 1962 hasta su jubilación en 1991. Murió en el año 2002. Su biografía que narra su vida comprometida con las causas sociales y su obra intelectual que ha inspirado a muchos pensadores y legisladores son dignas de ser conocidas. El ambiente vivido en Baltimore y el espíritu de Harvard invitaban y facilitaban una visión crítica de la sociedad americana del momento. Rawls sólo dejó la docencia cuando sucesivos infartos le impidieron seguir dando clase. Fue también, pues, un personaje mítico universalmente respetado en la mítica Universidad de Harvard en la que alcanzó la máxima calificación como profesor. Con esa universidad, entre profesores y egresados, tienen relación más de 161 premios nobeles. Entre sus muchas áreas de enseñanza y estudio destacan las Humanidades y el Derecho y tiene una importancia decisiva en la formación intelectual y social de muchas personas destacadas de EEUU y del mundo, que han estudiado en un ambiente de tolerancia intelectual y libertad de pensamiento y de expresión deseada por cualquier institución docente digna de tal nombre.

 

En  esa Universidad Rawls publicó su famosa obra A Theory of justice, Harvard University Press, Harvard, 1971/ Teoría de la justicia, Fondo de Cultura Económica, 1979. Esta obra, que fue considerada en el momento de su aparición como una obra revolucionaria,  supuso un aldabonazo estimulante en todos los estudios posteriores de filosofía de la política de todas las universidades del mundo.

 

Toda la reflexión de Rawls trata de compatibilizar dos principios esenciales: la libertad y la igualdad, es decir, exige las mismas libertades básicas para todos y afirma que el hecho de que existan diferencias solo se justifican si son especialmente ventajosas para los más desfavorecidos. Así que lo que le interesa fundamentalmente, pues, es la justicia social. En las primeras páginas de su famosa obra nos dice:

 

Nuestro tema es de Justicia social. Para nosotros el objeto de la justicia es la estructura básica de la sociedad, más exactamente, el modo en que las instituciones sociales más importantes distribuyen los derechos y deberes fundamentales y determinan la división de las ventajas provenientes de la cooperación social. Por instituciones más importantes entiendo la Constitución Política y las principales disposiciones económicas y sociales. (Teoría de la Justicia, México: Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 20.)

 

Y en otros escritos explicita: Se trata de una teoría diseñada para un tipo de objeto específico: la estructura básica de la sociedad, las instituciones sociales, políticas y económicas de una democracia constitucional moderna. Para ello dice: Examino solamente los principios de justicia que regularían una sociedad bien ordenada...,  (preguntándome) ¿Cómo sería una sociedad perfectamente justa?

 

Su idea del velo de la ignorancia como método, por ejemplo, ha tenido un enorme éxito como propuesta inicial para elaborar todo el sistema de la justicia que ha de conformar el Estado de Derecho; se ha de hacer desde la ignorancia o el desconocimiento del papel que cada uno ha de jugar después en el futuro en la sociedad, porque eso obligará a hacer propuestas ventajosas para todos y no propuestas mejores para los bien situados por alguna razón externa como puede ser la herencia. Sirvan estas pequeñas notas para animar a los lectores a un conocimiento más profundo de este autor, el más representativo del espíritu más progresista de la Universidad de Harvard.

 

Probablemente John Rawls no será un autor del gusto de Trump porque ese espíritu de Harvard, mantenido actualmente por parte de muchos miembros de la Universidad, es en estos momentos crítico con Trump y sus propuestas y sus actuaciones políticas.

 

Así que  esta es una de las Universidades a la que de manera especial el presidente Trump ha hecho en estos días una  desvergonzada advertencia y ha dado  un amenazante toque de atención: o reconducen su actividad y controlan a profesores y alumnos críticos con sus descabellados anuncios de corte neofascistoide o les reducirá los 11.000 millones de dólares de aportación de fondos federales que reciben. La primera exigencia que les hace es suprimir los programas de diversidad dirigidos precisamente a los más necesitados y vigilar la orientación ideológica de  estudiantes extranjeros que Trump considera antijudíos, cuyas manifestaciones y opiniones críticas con la política de guerra destructiva de Netanjahu en la franja palestina de Gaza no frena la Universidad. A quienes vivimos en nuestra juventud el control de la Universidad española por parte de la dictadura franquista y convivimos en algún momento con la policía dentro de las aulas y sufrimos la censura agobiante que todo soplo de libertad prohibía, esto nos resulta ahora desconcertante, difícil de creer que pueda volver a ocurrir, preocupante hasta ponernos de nuevo la piel de gallina o inflamar nuestra mente de rabia. Para valorar adecuadamente lo que supone esa cantidad de dólares tengamos en cuenta que el gasto total de todas las universidades públicas españolas en el año 2022 fue aproximadamente de 11.600 millones de euros.

 

La Universidad de Harvard le ha contestado a Trump y su administración respetuosa pero enérgicamente que no aceptará sus exigencias porque "invaden libertades universitarias reconocidas desde hace mucho tiempo por el Tribunal Supremo".

 

La  respuesta rápida de Trump ha sido cercenarle de inmediato la nada despreciable cantidad de dos mil (2.000) millones de dólares y la propuesta amenazante de quitarles la exención fiscal de que disfrutan con el argumento falso, demagógico y dictatorial de que “el status de exención fiscal depende totalmente de actuar en el interés público”  y no para promover “enfermedades políticas, ideológicas y de inspiración o apoyo terrorista”. Puede parecer un lenguaje exagerado, populista, falaz, sin fundamento, el utilizado por Trump y sus amigos hipermegarricos, pero dos mil millones de dólares abren un boquete enorme a toda institución, aunque sea la rica Harvard.

 

Puede parecer también a algún amable lector un tanto forzada la relación establecida en estas reflexiones entre Plinio-Trajano y Trump; es muy probable, casi seguro, que el moderno aspirante a emperador americano no ha leído a Plinio ni conoce las estructuras económicas del Imperio Romano, aunque no deja de tener algún parecido con el romano hiperrico Craso que amasó su colosal fortuna con especulaciones inmobiliarias en la populosa Roma, pero sus decisiones suponen un evidente y preocupante retroceso en el momento actual, especialmente para Europa donde hay derechos bien establecidos y un bienestar generalizado que creíamos intocables. ¿Hasta dónde puede llegar esta política demencial de destruir por puro egoísmo, incluido el personal, el siempre delicado e inestable orden y consenso mundial existente no solo en la libre circulación de bienes y mercancías sino en el respeto a derechos tan elementales como la libertad de pensamiento, de opinión y de expresión?

 

Nos dicen algunas noticias que muchos profesores están huyendo del templo sagrado de Harvard y de otras Universidades americanas buscando destino en otros sitios, preferentemente en Europa. ¿Será Europa capaz esta vez de defender su autonomía y sus logros sociales frente al poco fiel amigo americano, ahora enemigo declarado, Trump?  ¿Seremos todos, cada uno en la medida de nuestras posibilidades, capaces de frenar una deriva cuyos síntomas anuncian la vuelta a los horrores de todo tipo vividos a mediados del siglo pasado? We can, en la lengua del imperio, aunque finalizo mi precipitada reflexión no sin la seria preocupación de que entre el momento de escribir este artículo y su publicación la situación real haya lamentablemente empeorado.

 

Antonio Marco. Catedrático de Latín jubilado y expresidente de las Cortes de Castilla-La Mancha.

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