Metaencuesta

Publicado por: Antonio Marco
24/04/2023 08:00 AM
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Meta- es un prefijo griego utilizado desde la propia Antigüedad en diversos contextos con un significado temporal y local de más allá, en medio de, sobre, detrás, hacia… también con valor metafórico diverso. Ha obtenido gran éxito desde que se llamó Metafísica a la principal obra filosófica de Aristóteles hasta el muy reciente y triunfante “metaverso” para referirse a esos universos digitales más allá del universo físico, que tantas oportunidades y no menos dudas y problemas parecen abrir a los humanos, que han de mirarlos para sumergirse en ellos con unas gafas muy especiales.

 

Aprovechando esa fuerza generadora del prefijo me atreví a utilizar el término “metaencuesta”, pensando, iluso de mí y engreído, que yo era el creador de la palabreja. Craso error, una simple consulta en la red o en la “metared” me mostró inmediatamente que la palabra metaencuesta viene siendo usada con relativa frecuencia para referirse a la encuesta de las encuestas, que son muchas, a semejanza de como los “metadatos” se refieren a los datos de los datos.

 

Llevamos mucho tiempo sometidos, en un proceso que se acelera de manera exponencial día a día, a la constante y sucesiva información de datos y más datos obtenidos en encuestas que dicen informar de la intención de voto de los ciudadanos en los futuros procesos electorales que se ya se avecinan. Ávido de noticias y de información, raro es el día que no desayuno con una nueva previsión electoral. Es posible que toda las encuestas que día tras día se publican se hayan confeccionado de acuerdo con las normas y leyes científicas ya experimentadas con las que se debe preguntar a los ciudadanos e interpretar correctamente, es decir cocinar,  sus respuestas para anticipar el futuro. Es posible que así sea, pero la divergencia entre ellas es tan enorme y dispar que resulta muy difícil concederles indubitable credibilidad, antes bien lo razonable es dudar del proceso y hasta de la intención del encuestante. Más bien parece que la encuesta también se utiliza como arma electoral para afianzar la moral positiva de los propios de quienes las encargan y pagan y hundir la moral también del adversario. Es esta una realidad que los ciudadanos han de tener muy en cuenta e ir un poco más allá de la frecuente afirmación “las encuestas dicen…” para matizarla con “la encuesta de…dice, pero la de…afirma algo muy distinto” y luego intentar averiguar la cantidad y calidad de la muestra preguntada, el proceso de cocina e interpretación, procurar averiguar si en otras ocasiones la entidad entrevistadora “acertó” con la previsión, desvelar toda intención espuria, etc.

 

Confieso que me cansan y desconciertan tantas encuestas de los partidos, de los medios de información, de los institutos de opinión, etc. y, aunque me gustaría sacar algo en limpio, me siento incapaz de llevar a cabo mi metaencuesta sobre tales encuestas.

 

Por otra parte confieso también, que en poco modificarán mi intención de voto esas previsiones, casi siempre interesadas, y tan variopintas y mudables a lo largo del proceso.

 

Mi decisión a la hora de delegar mi derecho constitucional de participación política en un representante se ha ido conformando a lo largo de mi vida con una determinada concepción personal de la sociedad y de la convivencia necesaria. Defiendo el bien común y su primacía  frente al particular, defiendo el concepto de sociedad frente al  individualismo solitario, defiendo el concepto de solidaridad frente a individualismo egoísta y belicoso, defiendo el concepto de democratización frente al de elitismo, ni siquiera me gusta el despotismo ilustrado, todo para el pueblo pero sin el pueblo, aunque reconozco los peligros de una sociedad fácilmente manipulable, sobre todo con el concurso de los actuales medios informáticos y con una prensa y medios de comunicación partidistas y no informativos, etc.  etc.

 

Ayudan a conformar mi opinión, desde luego, las propuestas ilusionantes de futuro que los partidos políticos son capaces de proponer en sus programas desde el realismo y el conocimiento, no solo desde la buena intención o la propaganda. Desde luego, procuro averiguar si hay un programa oculto, como ocurre con frecuente hipocresía.

 

Confieso que ayuda a conformar mi decisión también  el recuerdo de lo que los partidos políticos han hecho en los períodos anteriores, sobre todo en los que han gobernado, pero también en los que han sido oposición porque decían tener mejores propuestas. Así no podré votar a quien se queja de la atención sanitaria universal,  pero paralizó con enorme daño la construcción de nuevos hospitales, despidió a miles de sanitarios y desatendió consultorios rurales y urbanos cuando gobernó. No podré votar a quien dice defender la enseñanza pública pero despidió a miles de profesores, invirtió menos dinero y suprimió las becas de comedor en momentos de grave crisis económica para los alumnos más necesitados. No podré votar tampoco a quienes dicen defender una sociedad cohesionada de ciudadanos iguales en derechos,  pero todas sus propuestas encubren permanentes privilegios para algunos. No podré votar tampoco a quienes dicen defender la libertad, confundida con el elemental y chabacano “hacer lo que uno quiere”, pero todas sus propuestas de gobierno son autoritarias, limitadoras de la auténtica libertad de pensamiento e intrusivas en decisiones importantes que solo atañen al individuo y su moral, al que permanentemente atosigan. Por supuesto, no podré votar a quienes parecen olvidar el carácter de servicio público de la representación política y meten mano sin pudor y con mucha avaricia en lo que es de todos.

 

Con lo dicho hasta ahora queda clara la identificación de aquellos a quienes no votaré. Claro está, sabiendo que la única encuesta real, completa y válida es aquella a la que se responde con una papeleta introducida en una urna, respetaré, como siempre he hecho, el resultado y la decisión de los ciudadanos. Claro está también que deseo que la mayoría de mis vecinos tengan unas ideas cercanas a las mías, no las deseo absolutamente idénticas, y una intención de voto coincidente. Si así fuera, como espero, me sentiré más fuerte y firme para otras decisiones que no tardando mucho se nos plantearán de nuevo.

 

Antonio Marco es catedrático de Latín jubilado y expresidente de las Cortes de Castilla-La Mancha.

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