Canción de Navidad, una vez más

Publicado por: Antonio Marco
22/12/2023 11:45 AM
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Apenas si faltan dos o tres días para que llegue la Navidad. La palabra deriva de la latina "nativitatem'" que significa nacimiento, y en el contexto cristiano en el que aparece se refiere al nacimiento del niño dios Jesús-Pero estas fiestas, que se celebran en todo el mundo y en contextos religiosos y profanos muy distintos, vienen directamente sugeridas por el solsticio de invierno, el momento en que el sol, que no ha dejado de empequeñecer su tiempo de luz desde junio, ha alcanzado su menor duración. A partir del día 25 de diciembre, como un niño recién nacido, no dejará de crecer hasta el solsticio de verano dentro de seis meses, allá por el mes de junio. Este ciclo natural de muerte y resurrección, de crecimiento y decrecimiento, está en el origen de numerosos ritos y creencias en todo el mundo; así por ejemplo en la Roma antigua, en algún momento de estos días se celebraba el "dies solis invicti" (el día del sol invicto) porque el sol, invencible e invicto comienza ahora su nuevo crecimiento.

 

Incluso el ciudadano menos perspicaz lleva un mes al menos percibiendo cómo la Navidad se acerca al observar cómo en su ciudad aumenta llamativamente el alumbrado de sus calles y monumentos. Es más, con frecuencia las ciudades compiten por ser las más y mejor iluminadas en una carrera en la que poco importa el gasto y el despilfarro con la justificación del efecto que tanta luz y bombillas tienen en la vida económica del lugar.

 

El simbolismo de la multiplicación de las luces en estas fechas y momentos es evidente y necesita poca explicación. Sin duda en su origen, que se pierde en la noche de los tiempos, nunca más adecuada la expresión, los hombres, asustados por la creciente oscuridad de la noche y la decreciente luz del día, que parece amenazar con su extinción total, pretenden con sus lámparas mantener viva esa luz, necesaria para la vida, y animar al propio sol a su regeneración. En la Roma antigua, en las fiestas de esta época, las Saturnalia, el mejor día del año según el poeta Catulo, un regalo frecuente eran lámparas de aceite, llamadas lucernas, y velas y antorchas. Ahora, en que la economía y el beneficio económico lo impregnan y determinan todo, las luces han perdido ese simbolismo y tan solo sirven para animar al ciudadano a consumir, incluso lo innecesario.

 

Otro elemento importante para sacar al ciudadano del aterido temor invernal es la colocación de 'los árboles de Navidad'. La costumbre, con origen sin duda, en los grandes y brumosos bosques del norte y centro de Europa, se ha extendido por todo el mundo. El árbol también tiene un ciclo de vida y muerte al compás de la circulación de los astros, así que también resulta un símbolo muy adecuado. Es más, en un alarde de imaginación y creatividad, hemos inventado el árbol de luces, y también las ciudades entran en competición para plantar e iluminar el árbol más alto del entorno, superando incluso con creces la altura natural de los árboles de verdad de los citados bosques nórdicos. Item más, se añade la ecológica justificación de que no es necesario talar ni disminuir el valioso bosque real que ayuda a controlar los niveles de CO2 , ocultando sin empacho el aumento y despilfarro exponencial de energía eléctrica.

 

Los mecanismos por los que la luz excita las constantes vitales de los humanos, los anima a estar más alegres y dicharacheros, más empáticos y comunicativos, menos desinhibidos y, sobre todo, más consumidores y gastadores, son bien conocidos por psicólogos, sociólogos, políticos y técnicos de marketing. Son muchos los comercios que en estos días, apenas mes y medio, pueden facturar hasta un tercio de su negocio anual.

 

Afortunadamente, esta visión económica no logra opacar y anular por completo el llamado 'espíritu de la Navidad' que no es otro que una especial efusión de la empatía, de la solidaridad y de la caridad con los mejores deseos para con los otros, especialmente con los familiares. Proliferan las celebraciones de amigos, compañeros  y familiares y abundan los deseos de felicidad, de paz y de bienestar.

 

En estos días se suele recordar la  obra literaria de Charles Dickens 'Cuento de Navidad', una de las más famosas y editadas desde que apareció publicada en diciembre del año 1843. En este cuento o breve novela el avaro, egoísta, solitario Scrooge, duro como un pedernal, se convierte el día de Navidad en una persona generosa, amable y empática tras ser visitado por tres fantasmas que le recuerdan su triste pasado y le anuncian su peor futuro. Aunque este es el más conocido y exitoso relato que exalta los valores de la Navidad, hay otros muchos en todos los países y a ellos deben unirse las numerosas películas y canciones de tema navideño y de similares propósitos, aunque actualmente todos ellos postergados y oscurecidos por series televisivas de presunta más actualidad y con frecuencia de infinita peor calidad artística.

 

Ahora bien, los miles o millones de bombillas y luces led, los infinitos buenos deseos de 'felices fiestas y próspero año' no logran ocultar del todo una dura realidad, la de la enorme desigualdad que envuelve e impregna a la sociedad humana entre las naciones y países y dentro de cada uno de ellos y la de crueles guerras sinsentido, incluso en la Europa satisfecha de sus buenas condiciones de vida.

 

Dickens escribió su obra influenciado por muchas cosas y circunstancias de su época, pero sobre todo, según sus numerosos estudiosos, por la vergonzosa y lamentable situación de pobreza de miles de niños obligados a trabajar en condiciones indignas de una sociedad civilizada en los años de pleno auge de la revolución industrial. Su visita a las minas de estaño de Cornualles y a una escuela de caridad para niños de la calle hambrientos y analfabetos, su asistencia a una cena de beneficencia para la enfermería de Charterhouse Square y la lectura del Second Report of the Children's Employment Commission (Segundo informe de la Comisión del Empleo Infantil, 1843) sobre los efectos de la revolución industrial en los niños de la clase obrera fueron determinantes. En octubre de ese año 1843 pidió a obreros y empresarios que se uniesen para luchar contra la ignorancia mediante una reforma educativa. La educación… siempre la educación necesaria como instrumento de salvación.

 

Quizás nosotros ahora nos sintamos orgullosos y satisfechos de nuestra sociedad, en la que los niños no trabajan, asisten al colegio y al menos legalmente están protegidos. Será sin duda porque no hemos leído ni nos tomamos en serio el último informe de Unicef España (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) que analiza la pobreza infantil entre 2019 y 2021 y que la fija en nuestro país en una tasa del 28%; es decir, casi uno de cada tres vive en condiciones de pobreza. No hay espacio ahora para analizar esta vergüenza nacional, que algunos sectores negacionistas se empeñan incluso en negar también. La verdad es que hay incluso miles de hogares españoles en los que los niños tienen muchas necesidades, entre ellas las de una alimentación suficiente y adecuada, en los que por supuesto ni aparece el aceite de oliva ni los filetes de ternera. La situación, que se arrastra desde hace muchos años, puede considerarse crónica. Naturalmente, su acceso a la educación se produce en condiciones de evidente desigualdad, el éxito escolar es menor y el fracaso tres o cuatro veces mayor y, por supuesto, ni se plantean la posibilidad de realizar estudios superiores. Y así podríamos analizar numerosas condiciones de su desarrollo, desde las condiciones de habitabilidad hasta las de formación y de expectativas de futuro.

 

No menos necesario resulta también conocer el “Informe anual El Estado de la Pobreza”  que presentó EAPN-ES el pasado día 17 de Octubre, Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. El Informe hace una evaluación minuciosa de los indicadores de pobreza y exclusión social en España y sus comunidades autónomas. Es necesaria su lectura. Tan solo diré que las mejoras que de hecho se van produciendo son claramente insuficientes y de la comparación entre las Comunidades Autónomas solo cabe deducir que las diferencias entre unas y otras permanecen prácticamente inalteradas a pesar de los años. A pesar de ello, los gobiernos regionales celebran la raquítica mejora de unas décimas como si de logros transcendentes se tratara. En esta España de las Autonomías tan complicada, la eliminación de las desigualdades regionales ha de ser una prioridad de Estado porque afecta directamente a las personas, especialmente a las más necesitadas y menos favorecidas.

 

En estos momentos también es necesaria una reflexión sobre las numerosas guerras actuales en el planeta, en torno a las tres decenas. Aunque el mundo sea ya un pañuelo, algunas de ellas nos parecen lejanas, aunque al menos dos de ella nos son especialmente cercanas. La guerra de Ucrania, de la que ahora informan poco los periódicos, lleva más de 670 días y el ya cercano 24 de febrero cumplirá dos años; hace dos meses y medio el grupo terrorista Hamas atacó varios lugares israelíes próximos a Gaza, mató alevosamente a más de mil personas y secuestró a varios cientos. La contundente respuesta israelí está reduciendo la zona de Gaza a escombros y masacrando sin piedad a miles de palestinos, entre ellos miles de niños, superando su derecho a defenderse y violando las normas esenciales de los derechos humanos. Haremos estos días mil votos por la paz y una vez más resaltará nuestra capacidad de autocomplacencia y autoengaño ante la incapacidad de parar tal sinsentido. Todo esto plantea preguntas que no se pueden abordar en este pequeño artículo, pero que invitan a su estudio más detallado en cuanto pasen estos días de aparente alegría y solidaridad un tanto forzadas.

 

Así que estas fechas son muy adecuadas para aumentar nuestras expresiones de alegría y  esperanza, aunque sea a la fuerza, y también para procurar enterarnos de la cruda realidad y ser también un poco más empáticos con los más necesitados. Las fórmulas pueden ser muchas, desde la efectista y antigua de 'siente un pobre a su mesa' hasta la colaboración con organizaciones benéficas cuyo objetivo es ayudar a los muchos y variados necesitados del mundo, hasta la de tomar partido por los gobiernos más sensibles y con mejores propuestas de ayuda y desarrollo para los más necesitados aquí y en todo el mundo. Esta última medida es sin duda la más eficaz; la caridad está bien, por supuesto, pero la Historia nos muestra tozudamente que es claramente insuficiente. Que todos los hombres y responsables de los gobiernos mundiales trabajen realmente por la paz mundial y frenen toda violación de los derechos humanos es una exigencia a la que tenemos derecho para que puedan gozar de nuestro aprecio y respeto.

 

Mientras tanto, un año más, como ya decían los antiguos griegos y romanos hace dos mil años, les deseo a todos “salud, vida, alegría, paz, felicidad, esperanza” (en griego ygeia, zoe, jara, eirene, eutimia, elpis), a lo que añado por mi parte “igualdad social”, (en griego koiné isotés).

 

Antonio Marco. Catedrático de Latín jubilado y expresidente de las Cortes de Castilla-La Mancha.

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